martes, 26 de marzo de 2019

VOCACIÓN TARDÍA


VOCACIÓN TARDÍA

Tito Ortiz.-

De un tiempo a esta parte, todo se hace después, incluso la maduración humana de las criaturas. En mis tiempos, uno volvía de la mili con veintidós años y ya era todo un hombre, con la mente amueblada para tener un trabajo, terminar una carrera, casarse y tener hijos. Ahora hablas con un chaval de esa edad, y tienes la sensación de que es un retrasado, dada su altísima tasa de inmadurez en todos los sentidos de la vida. Cuando nosotros con su edad formábamos una familia con un empleo estable, ellos, en cambio, no piensan ni en tener pareja. La mayoría juega a las videoconsolas, sale en pandilla y en su horizonte no se vislumbra la posibilidad de emanciparse, hasta no tener de treinta años en adelante, haciéndolo de una manera no rupturista, para no romper de golpe el cordón umbilical de unos papas superprotectores, que hemos hecho de estas generaciones, unos inútiles sociales, incapaces de servirse por si mismos para andar por la vida, a una edad en la que nosotros éramos autónomos y manteníamos una familia. Pero no se ha retrasado solo la madurez psicológica de nuestros hijos, también lo ha hecho la edad de las gestantes, hasta el punto de que algún caso hay, de las que coquetean con la edad de las abuelas para tener hijos, en contra de la naturaleza y de los servicios sociales. De familias monoparentales han saltado a los medios algunos casos esperpénticos, de señoras con la edad de mi abuela, que insisten una y otra vez en ser madres, importándoles un pito el riesgo de no ver crecer a sus vástagos, y lo que será de ellos, solo por el capricho de ver satisfecha su insana idea de ser madres a toda costa. Cuando se juega con la vida de otros, creo que hay que poner pie en pared, y decir, hasta aquí hemos llegado.

Cosa distinta es tener una vocación tardía y hacerla realidad, pero sin dañar a terceros ni ponerlos en riesgo. Toto lo contrario, procurando hacer el bien a los demás, entregarse a ellos y dar ejemplo de buena gente, como le pasó a mi admirado y querido amigo, Antonio Cabrera, funcionario modélico en el ayuntamiento de la plaza del Carmen, que cuando se jubiló, optó por tomar los hábitos y ordenarse sacerdote. Aquello nos privó de nuestras charlas matinales hablando de música clásica, pero en cambio, Antonio me consta que, está haciendo el bien, y muy bien, en sus responsabilidades como ministro de la iglesia, de ahí que cada día lo admire más, y reconozca su grandeza de alma. Viendo el ejemplo de personas como él, uno recupera la confianza en el hombre y en la humanidad. Pienso lo mismo de la doctora, María Victoria Gómez-Caminero, que casi a la edad de jubilarse, ha retomado su vocación de servicio a los demás, nada menos que en el servicio de urgencias del nuevo hospital, Alejandro Otero del Campus de la Salud de Granada. Pero ya saben que la alegría en la casa del pobre dura poco, y desgraciadamente tenemos constancia en éste mismo periódico de que algunas actitudes tardías no son tan buenas. Dice la Policía Nacional y La Guardia Civil, que, en el último año, con respecto al anterior, la detención de infractores de la ley en edad de jubilarse en Granada ha subido nada menos que un 18%, y lo que a mi juicio es peor, muchos de estos delincuentes carecían de antecedentes penales hasta su detención, o sea, que hablamos de auténtica vocación tardía. Es como si un sector de la población pensara que como ya se acerca la hora del adiós, pues le importa un bledo la cosa y, se echa al monte. Esto es “pachillar”.

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