TODO POR LA TAPIA
Tito Ortiz.-
Si, Francisco Javier María de la Paz Bernardo Eulogio Juan Nepomuceno Girón y Ezpeleta Las Casas y Enrile, II Duque de Ahumada y V Marqués de las Amarillas (Pamplona, 1803 - Madrid, 1869) levantara la cabeza, esta se le desplomaría de los hombros por aquello de la momificación, pero también podría ocurrir, que junto con su amigo y compañero de armas, El general Narváez, más conocido por nosotros como, “El Espadón de Loja”, nos corrieran a gorrazos, al comprobar en que se va convirtiendo el cuerpo de la Guardia Civil, que con tanta ilusión puso en pie, para proteger a los ciudadanos de los malhechores, aunque Franco se encargara de desvirtuarlo -como hizo con la Falange de José Antonio- convirtiéndolo en un aparato represor a las órdenes de su dictado. Pero antes de esos hechos execrables, la historia está ahí para el que quiera estudiarla, y descubrir que fueron muchos los Guardias Civiles que cayeron defendiendo la República, o sea, al Gobierno legalmente instituido por las urnas, que el dictador se encargó de masacrar. Pues esa Guardia Civil, que rescata etarras que se caen en la montaña haciendo escalada, o que sufre las agresiones de los independentistas, que les dejan los coches oficiales para siniestro total, esa Guardia Civil, que cada día se desvive vocacionalmente por proteger y defender a la ciudadanía, esos hombres y mujeres que tras un accidente de carretera son los primeros en llegar y, darnos ánimos en trance tan desafortunado, con la sucesión de los últimos Ministros del Interior y sus inoperantes directores generales, están cada vez más olvidados de quienes deberían defenderlos a capa y espada, procurando – entre otras cosas – que su plantilla no se merme cada vez más, hasta el punto de tener que cerrar cuarteles por falta de personal, cuando precisamente, el censo de población y la delincuencia van en aumento como la espuma.
El robo de armas y munición en el cuartel de Láchar, feudo del Duque de San Pedro de Galatino, que tanta admiración sintió por el cuerpo, deja ver a las claras que los responsables políticos de la Guardia Civil, permiten con pavoroso desatino, que la institución del benemérito instituto, infrinja la ley que hace cumplir a otros. Es espantoso advertir ante la evidencia de las pruebas, que siendo éste cuerpo el encargado de la seguridad del armamento y explosivos en manos de particulares, no se aplique para sí, las mismas ordenanzas. La intervención de armas, a través de los números de servicio, exigen máximas medidas a las empresas de seguridad privada, en cuanto al armamento a su cargo, desde cajas fuertes, video vigilancia, y blindaje de puertas y ventanas para evitar robos. Al cuartel de Láchar, los cacos entraron rompiendo un simple cristal. Allí no había ni una triste alarma que espantara a los pájaros. Es como un mal chiste, una broma pesada. Los tiradores olímpicos saben de lo que hablo, y de cómo la Guardia Civil les aprieta las tuercas, para que cumplan con las normas de seguridad de sus armas, también los cazadores, y no digamos nada de la licencia tipo B a particulares. Es sonrojante para el prestigio y la historia de un cuerpo, que unos chorizos de tres al cuarto, le den una patada a una puerta y se lleven las armas, la munición y otras cosillas sueltas. Hombres y mujeres que se juegan la vida para salvar la nuestra todos los días, no pueden estar en manos de tanto incompetente político, y algún que otro mando despistado. La historia y los laureados servicios a la ciudadanía, merecen mejor destino. ¡Instituto, Gloria a ti!
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