GRETA SIN GARBO
Tito Ortiz.-
No me gustan los mesías. Es más, he comprobado a lo largo de la historia, que quién sigue a un mesías, luego se pasa dos mil años persiguiéndolo, huérfano de su conducta y dictámenes. Para mí solo hubo un mesías, y acabamos crucificándolo, así que el asunto pinta mal, porque luego hay que pagar las herencias interpretadas que nos dejan. Ahí está – sin ir más lejos- la iglesia instituida, que nos deja una casta vaticana a la que hay que mantener a lo largo de los siglos, y en muchas ocasiones, disentir de ella, incluso avergonzarte. No me gustan los mesías, ya lo he dicho al principio, sobre todo porque, muchos son falsos profetas ávidos de publicidad y vanagloria, que amparados en la masa se ven reflejados en la primera página de Ideal, y con ello alcanzan el orgasmo de su egolatría, pero no resuelven los problemas que abanderan. Espiriman en un buen ejemplo al que, cientos de incautos y afligidos razonablemente por el mal funcionamiento de la sanidad en Granada, siguieron enarbolando incluso la bandera del insulto a sus compañeros y a los que imparten justicia. Pero no todo vale, ni siquiera ser el rey de las redes sociales. La justicia va salpicando con su lentitud, una tras otra, sentencias en contra de una conducta inapropiada y delictiva, y lo que es peor, la sanidad ahora, ya que el doctor de urgencias y agitador social, vive sus horas más bajas, pagando sus desmanes, la sanidad, repito, en Granada, está mucho peor que cuando él empezó sus movilizaciones. Ahora hay más motivos para echarse a la calle que cuando empezó su mesiánica cruzada que de nada nos ha valido a nosotros, y a él lo ha estigmatizado de por vida. Por eso no creo en los mesías.
Lo de Jesús Aguirre al frente de la sanidad andaluza, es un cisma de proporciones tan incalculables, que la sociedad abominará cuando tenga conocimiento de sus mentiras y falsedades. Otros vendrán que bueno te harán. Hemos salido de Herodes para meternos en Pilatos. La máxima preocupación de los dirigentes autonómicos, es llamar al nuevo hospital de PTS “Clínico” y enterrar su verdadero nombre, que es, Alejandro Otero. De nuevo la España de camisa azul quiere reescribir la historia. Es como una venganza perpetua, contra aquellos que dieron su vida por la libertad y los que les representamos, o no queremos que su gran labor se olvide, como es el caso del doctor Otero. Por eso no me gustan los mesías, porque tras ellos sufriremos de por vida, queriendo emular sus ideas y actitudes.
Vaya por delante que comulgo y propago antes que ella, todo lo que dice Greta Thunberg, pero estas actitudes mesiánicas a esas edades, pocas veces no causan alguna decepción. La observo en los discursos, no con el desparpajo de una adolescente convencida de su verdad, que también, pero hay una gesticulación histriónica en ella que me llevan a la confusión. Recelo de su familia – por lo que leo – dada al papel cuché al oropel y la fama en redes sociales y medios de comunicación. La fanfarria de su traslado a Europa por medio no contaminante, su retraso premeditado en incorporarse a la cumbre madrileña, corresponden a una puesta en escena muy orquestada. Echo de menos la naturalidad exigida, ante tema tan importante para el futuro de la humanidad. Deseo vehementemente equivocarme, para poder seguir confiando en ella, y ser uno más de los suyos, porque llegado ya a este momento de mi vida, y visto lo visto, yo ya no sé si soy uno de los nuestros.
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