HÁGASE LA LUZ
Tito Ortiz.-
Éste Corpus de “marramo” y desventura nos ha traído, además de un ayuntamiento capitalino en ruinas, una subida astronómica del recibo de la luz, dirigida por las multinacionales americanas que, tienen la mayoría de las acciones de las eléctricas hispanas, y se pasan por el forro de las entretelas a los gobiernos, sean del signo que sean, riéndose en sus narices y dejando patente quién de verdad manda en el mundo, que no son esos que ganan las elecciones, sino las multinacionales y los laboratorios. Si algún inocente sigue creyendo lo contrario, morir en la ignorancia será su felicidad eterna. Por eso escribo este artículo a la luz de un candil apagado, aprovechando que puse el despertador a las tres de la mañana, para poner una lavadora y encender el horno para hacerme el pan del desayuno, porque yo otra cosa no tendré, pero ¿limpio y de dieta a sana? A eso no hay quién me gane.
Para contrarrestar tamañana felonía, el Gobierno de incompetentes que dirige los destinos del país, ha prometido un par de leyes, con carácter de urgencia, que rebajarán hasta en un tres por ciento el recibo de la luz a los mortales, pero, héteme aquí, ¡Por todos los dioses! Que como muy pronto entrarán en vigor dentro de un año – tiempo suficiente para que las empresas de energía se hagan ricas a nuestra costa – si es que mientras, no termina la legislatura y todo se queda en agua de borrajas, hasta la próxima subida, amén.
Que nadie se llame a engaño. He comenzado diciendo que este ha sido un Corpus de cenizo y aflicción, pero ha tenido dos cosas buenas. La primera es que, desde que el mundo es mundo, la Tarasca ha salido a la calle sorprendentemente bien vestida, bien peinada y bien maquillada. La otra es que por fin se le ha rendido homenaje a mi primo, Enrique Cabrera, más conocido como el novio de la Tarasca, que lleva toda su vida en el estudio de Gran Capitán, dando lo mejor de su arte para que élla, los gigantes y los cabezudos, salgan dos veces al año a las calles de Granada, haciendo pública ostentación de alegría, risas y fanfarrias, que es lo menos que se reparte como felicidad de un pueblo resignado a su mala suerte. Esa mala suerte que ha tenido mi querido compañero, y sin embargo, amigo, Luís Javier López Marín, que teniendo el inmenso honor de pregonar este Corpus de pandemia y sin casetas, ha visto mancillada su obra, oculta tras el anonimato. Un asunto éste que, ha dejado bien a las claras, la terrible crisis que se cierne sobre la casa consistorial capitalina, cuya ineptitud e incapacidad, ya no son exclusivas de los políticos del equipo de gobierno – que también – si no de algún distinguido funcionario, con trienios, pluses y dedicación exclusiva, que teniendo por obligación revisar todo lo que se manda a la imprenta, y recepcionarlo, solo si está correcto, el muy taimado, ha permitido que la edición escrita del pregón de mi amigo, no lleve el nombre del autor por ningún lado. Claro, que, estando el ayuntamiento como está, como para fijarse en esto. Así quedará para la historia que, el pregón del Corpus del año sin gracia de 2021, fue anónimo, pese a ser escrito y pronunciado públicamente, por un periodista granadino, amante de las tradiciones de su tierra, de su liturgia y rituales. Enhorabuena, "Luija".
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