domingo, 9 de octubre de 2022

LA FUNDACIÓN

 LA FUNDACIÓN



Tito Ortiz.-


A caballo entre tres siglos, sin contamos desde el nacimiento de su fundador, La Fundación Rodríguez Acosta, forma parte de la historia y el paisaje de Granada, involucrada en mayor o menor medida con todas las bellas artes, aunque predominen entre todas, las plásticas y la música. Su labor de mecenazgo y colaboración con instituciones públicas y privadas, así lo acredita.

En su génesis está la visión moderna y de futuro del pintor, José María Rodríguez Acosta, cuya obra está más que acreditada y reconocida a nivel internacional, que a principios del siglo pasado, se encargó personalmente, no solo de su construcción física, sino de poner los cimientos para la trascendencia en el tiempo, como templo de la cultura y su divulgación, de ahí que sea larga y prestigiosa, la lista de personalidades y estamentos, reconocidos por su medalla, que alcanza la más alta valoración y prestigio internacionales.

Desde sus becados intramuros para la creatividad libre de su arte, a la organización de magnas exposiciones, pasando por la atención a la poesía y sus creadores, el acreditado y trascendente taller de grabado, o su relación con la música, entre la que destaca su legendaria colaboración con el Festival Internacional de Música y Danza, “La Fundación”,  como así se le llama en Granada de manera cariñosa, se aproxima a su centenario con la satisfacción del deber cumplido, y la certeza de haber continuado el camino marcado por su fundador, constatado por hechos trascendentales, como albergar el, Instituto Gómez Moreno, que de no haber sido por su iniciativa, hubiera tenido un futuro incierto, asunto este resuelto en su día por La Fundación, de manera brillante y acertada.

El pintor, Miguel Rodríguez Acosta y Carlström, ha sabido en todo momento manejar el timón de esta nave varada en La Alhambra, y desde la que se proyecta al mundo, lo mejor de las artes y las ciencias.

JOSÉ MARÍA

“Nacido en el seno de una familia dedicada a los negocios bancarios, el pintor José María Rodríguez-Acosta (Granada, 1878-1941) gozó toda su vida de una desahogada posición económica, lo que le permitió dedicarse a la pintura con autonomía, produciendo en los primeros años del siglo XX unas obras que, a caballo entre el modernismo y el simbolismo, obtuvieron importantes premios en exposiciones nacionales e internacionales. Entre 1915 y 1930 abandonó prácticamente los pinceles para dedicarse a la planificación, construcción y decoración de su carmen granadino, que concibió como plasmación de unos ideales estéticos plenos de modernidad. En él albergó su biblioteca y diversas colecciones de objetos artísticos. En la década de los treinta retomó lentamente la pintura a través de géneros considerados académicos, transidos no obstante de un refinado simbolismo que evoluciona en los últimos años sobre el oscuro telón de fondo de la Guerra Civil española. A los dos años de finalizada la contienda, el Carmen se convirtió en sede de su Fundación.”

La valoración artística y académica de su obra, está reconocida a nivel internacional, así como su aportación a una dicción plástica consecuente con el momento de su creación, en la que sin existir rompimiento con lo académico, se proyecta un halo de modernidad y futuro imperecedero.

RAFAEL ALBERTI


En tiempos aún comprometidos, entre 1974 y 75, por iniciativa del Presidente de la Fundación Rodríguez-Acosta, y por su amistad con Rafael Alberti, se realizó en Roma una carpeta de serigrafías, con poemas de conocidos poetas como Antonio Machado, Jorge Guillén,  y Luis Cernuda, entre otros, en homenaje a Federico García Lorca. Todavía no corrían buenos tiempos para la lírica, pero el proyecto, no solo se llevó a cabo, sino que aún hoy, guardado en los archivos de La Fundación, constituye una joya valiente e histórica, de un momento en el que alzar la voz pronunciando a Lorca, podía traer consecuencias no deseadas.

En las seis “liricografías”, el texto de los poemas forma parte del propio dibujo, entremezclándose con las letras y con los trazos de las siluetas como un criptograma. Esta carpeta fue la protagonista de una exposición con el mismo título en el año 1975, en la sede de la Fundación, y prácticamente desde entonces no han vuelto a salir al público.

De esta manera y gracias a La Fundación, Rafael Alberti, el que llamaba “primo” a Federico, se iba aproximando a Granada - aunque “Nunca Fui a Granada” – visita que cumpliría en los años ochenta. Alberti había prometido a García Lorca que vendría a Granada. Tras la muerte del amigo, la promesa quedó en el aire. El 25 de febrero de 1980, al pie de la Puerta de Elvira, el alcalde de la ciudad, Antonio Jara, recibía al ‘primo’ de Federico con una bandera blanca y verde. El gaditano, con la emoción de la promesa cumplida, recibió las llaves de la ciudad. Luego subió a la Alhambra donde se sintió como un niño jugando en el país de las maravillas. «¡Qué cosa loca, qué maravilla!» decía mientras acariciaba, con un amor entrañable, los arabescos de la Alhambra. Bajó a Bibarrambla, y el mitin del PCE comenzó con un beso en la mejilla a la niña, que en nombre de la ciudad, le entregó un ramo de claveles rojos. Allí recordó, con voz grave y mirada al infinito, su amistad con García Lorca y recitó la ‘Balada del que nunca fue a Granada’ ante el silencio expectante de los más de diez mil asistentes. Y volvió a Granada en varias ocasiones. En aquellas visitas se encontró con un grupo de jóvenes poetas, de la llamada Otra Sentimentalidad (Benjamín Prado, Luis García Montero, Álvaro Salvador, Joaquín Sabina, Javier Egea o Luis Muñoz) que leyeron poemas con Rafael en La Tertulia.




PIE DE FOTO

Rafael Alberti, en la terraza del hotel Alhambra Palace, junto a su director, Gervasio Elorza. (Foto ORFER)



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