POLICÍA
LOCAL
Tito
Ortiz.-
Mi primer recuerdo de niño de
lo que entonces era un policía local, es un hombre con un largo gabán por
debajo de las rodillas, con un correaje blanco, manguitos y salacot del mismo
color, apostado de día y de noche, en un portal de la Cuesta de Gomérez, donde
residía el alcalde, Manuel Sola. Un compañero regulaba el tráfico al final de
la calle con Plaza Nueva, pues la de Gomérez era de dos direcciones de tráfico,
y había que tener cuidado al incorporarse a la plaza. En la puerta de Correos –
donde hoy se ubica el monumento a Colón y la reina católica – había otro
haciendo lo mismo con Gran Vía.
La chiquillería los llamábamos
“guardias de la porra” porque era la única defensa que portaban, y les temíamos
más que a una vara verde, porque si nos sorprendían jugando a la pelota en la
calle, nos la quitaban y con una navaja la partían en dos, para que
escarmentáramos. Por eso siempre dejábamos a uno vigilando y, en cuanto lo veía
aparecer por la calle, gritaba: ¡El guri, el guri!, para que echáramos a correr
escondiendo la pelota.
El día dos de enero, se
celebraba el “Día del Guardia” y todos los parroquianos les dejaban regalos
junto al taburete de Puerta Real desde donde dirigían los vehículos. Pavos,
gallinas, cajas de mantecados y de sidra se agolpaban como reconocimiento de
los granadinos a su labor, y al sueldo escaso que cobraban. A caballo
encabezaban las procesiones de semana santa, la del corpus y la cabalgata de
reyes magos. No tenían motos, ni coches patrulla. Sólo alguna bicicleta para
entregar las notificaciones, y una moto con sidecar, para su jefe, que era
herido de guerra.
LOS PRINCIPIOS
Así era la policía local de
Granada en aquellos años cincuenta, y la de muchos otros sitios, pero el asunto
es que la cosa venía de siglos antes.
Dicen los que de esto saben, que,
para encontrar sus inicios, tenemos que remontarnos a la Andalucía dominada por
los árabes. Por entonces encontramos la figura de los, “Derrab”, que recorrían
las calles vigilando que no se cometieran delitos. Asistían a la ciudadanía y
protegían a los altos mandos, un legado que ha llegado hasta los agentes
municipales actuales. Más tarde, en el siglo XII, surgieron los Sayones, los
Alguaciles y los Porteros de Vara. Se encargaban de materializar las órdenes
que dictaba la Justicia y nos han dejado algunas curiosidades. Los Sayones, por
ejemplo, se ganaron bastante mala reputación, y no es extraño que hoy la
palabra “sayón” se refiera a un hombre que destaca por su ferocidad. El de los
Porteros también tiene su sentido: llevaban una vara de madera flexible que
utilizan como arma. Su labor era tan reconocida que, de los setenta y siete
artículos de las capitulaciones que los reyes católicos le ofrecieron a Boabdil
para entregar Granada, uno recoge expresamente la figura de los alguaciles,
como precedentes de lo que hoy conocemos como policía local:
“Todos los funcionarios y
empleados de la administración nazarí, desde el sultán hasta los siervos,
pasando por los alcaides, cadís, meftís, caudillos, alguaciles y escuderos
serán bien tratados y recibirán un sueldo justo por su trabajo. Se respetarán
sus libertades y costumbres”.
Avanzando en la historia, se advierte que muchos
de los antepasados de los agentes municipales, coincidieron en algún punto de
la historia. Los Porteros de Vara existieron hasta mediados del siglo XIX,
mientras que, ya en el XVIII, los Salvaguardas del Pueblo habían comenzado con
sus patrullas. Se trataba de un cuerpo creado por el rey Carlos III, formado
por más de 1.000 hombres que se dedicaban a hacer rondas de vigilancia.
Viajando 50 años hacia delante, el panorama era distinto: de lo que más se
hablaba era de los “Mangas Verdes”, -
por el color de sus bocamangas- cuya lentitud a la hora de acudir a las
llamadas de auxilio de la población derivaría en el dicho: “a buenas horas,
mangas verdes”. ¡Nada que ver con la velocidad que hoy permiten los coches
patrulla!
ACADEMIA
Viendo de dónde venimos, no
hay más que felicitarse por los avances que este cuerpo ha experimentado en
cuanto a su formación académica, la diversidad de los servicios a prestar al
ciudadano, su capacitación y adiestramiento para los tiempos que corren. La
Policía Local de Granada, goza de un merecido prestigio por parte de los
ciudadanos, que reconocen su labor y puesta al día, para ofrecer un mejor
servicio y seguridad a la población. Con el paso de los años, los agentes
fueron ganando cada vez más medios para cumplir con sus responsabilidades. En
ciertos servicios y áreas, todavía es posible encontrar a profesionales a
caballo o en bicicleta, aunque ambos han encontrado un fuerte rival en las
motos, sin olvidar alguna experiencia de artilugio eléctrico, parecido al de
las visitas turísticas. Durante varios años y hasta 1955, los conductores a los
que los agentes daban el alto huían antes de que pudieran multarles, ya que
carecían de motocicletas o coches para perseguirlos.
Pero hoy se trata de un cuerpo
con distintas funciones, adaptado a los nuevos tiempos, en el que la mujer
también ha conseguido su inclusión, a pesar de la extrañeza que en algunos ciudadanos
pudo causar su llegada en igualdad con el hombre. Un asunto más que superado
por el grueso de la población, que ve con normalidad el acceso de la mujer al
ejército y demás cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. Los principios no
fueron fáciles. Observen como el caballero de la foto, vuelve la cara con
extrañeza, cuando ve a dos policías locales mujeres, regulando el tráfico en la
Gran Vía. Eran otros años. Feliz Día del Patrón.
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