domingo, 16 de junio de 2024

 


EL BALLET EN EL GENERALIFE

 

Tito Ortiz.-

 

Cronista Oficial de Granada

 

El otoño de 1953, está marcado por la presentación al público de la primera Compañía de Ballet de Antonio y el consiguiente estreno de las nuevas obras que lo componen. Quizá sea para él, el año que más valore dentro de su carrera artística. Se presenta el 20 de julio de 1953, en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, con estreno también de escenario: los Jardines del Generalife. Nombre de la compañía: Antonio Ballet Español. Lo componen treinta y cinco bailarines, con Rosita Segovia como primera figura femenina. Es un ballet bien presentado, disciplinado y sin fallos técnicos que obtiene un éxito rotundo. Como consecuencia, ya desde ahora este Festival incluirá habitualmente una parte de baile español, que en la mayoría de los años estará representado por la compañía de Antonio. Bien es verdad que él responderá a esta distinción creando nuevos ballets para tal acontecimiento, dado su enamoramiento de ese inigualable escenario con fondo de cipreses.

 

Las obras que estrena son: Llanto por Manuel de Falla, de Vicente Asensio. Es un montaje en atención a Granada y su músico más genuino. Presenta también Allegro de conciertos de Granados, y piezas flamencas como las alegrías y fandangos por verdiales en versión nueva. También agrupa otra serie de piezas del mismo estilo en Serranas de Vejer de García Soler. Pero las dos obras más destacadas del estreno son la Suite de sonatas de P. Antonio Soler, de las que ya tenía un antecedente en el repertorio de sus bailes con Rosario, donde las bailaba él solo. Ahora son ocho sonatas realizadas por toda la compañía en distintos cuadros. Tiene escenografía de gran espectáculo de la que incluso forman parte alabarderos, infantas y otros personajes palaciegos que no bailan, son figuras decorativas. Otro estreno es la Suite de danzas vascas, con música tradicional y danzas tan populares como el Aurresku, Espatadanza y Arín Arín. Por último el ballet, El segoviano esquivo, de Matilde Salvador, con un argumento que da forma a bailes castellanos. A partir del estreno en Granada, Antonio va al Teatro Español de Madrid y desde allí ya es una gira constante e imparable por ciudades españolas, otras de Europa, América e incluso África, como El Cairo y Johannesburgo. Salta continuamente de un lugar a otro con un sinnúmero de actuaciones. De ellas tiene en común el éxito obtenido, por ejemplo, cuando debuta su compañía en el Teatro Empire de París, le sacan a hombros. En el Teatro Stoll de Londres se gana a un público que mira con reserva al nuevo coreógrafo. Son estas dos capitales europeas, los puntos más visitados por él y donde más estrena, lo mismo que en América el punto de referencia artística siempre es Buenos Aires. Allí, en 1954, estrena una serie de danzas: Almería de Albéniz, Andaluza de Falla. Danzas fantásticas de Turina y renueva la famosa jota Viva Navarra. De todo lo expuesto antes, podemos asegurar que el idilio artístico de Antonio con Granada y su festival, no solo abrió las puertas a la danza en nuestro acontecimiento más internacional, sino que le catapultó a otras conquistas, asunto que él siempre reconoció.

 

Margot Fonteyn y Rudolf Nureyev

 

Esa experiencia abrió las puertas del generalife a la inclusión del ballet blanco, con noches tan memorables como la que relató entonces para las páginas de Ideal el compañero y maestro, Juan José Ruiz Molinero, que se expresaba así:

“En mi álbum de críticas que redacté encuentro, nada más y nada menos, nombres protagonistas como los de Margot Fonteyn y Rudolf Nureyev, un 24 de junio de 1968, en la inauguración del XVII Festival -inauguración a la que asistieron los príncipes de España don Juan Carlos y doña Sofía-, donde la Fonteyn dejó refrendada su "calidad de primera figura -escribí al día siguiente-, expresiva, alada, ágil, con esa gran elocuencia de su alta escuela y sus soberbias condiciones artísticas. Nureyev, ciertamente, ha sido un compañero dúctil, pero que tal vez ayer quedó relegado en una cierta frialdad, aunque ha tenido espléndidos destellos, especialmente en el segundo acto". Fue el mismo Festival donde Zubin Mehta dirigió dos conciertos a la Orquesta Nacional, con Joaquín Achúcarro y Alfred Brendel como solistas al piano, entre otros momentos reseñados cumplidamente. Antes, en 1961, el Ballet de la Ópera de París nos ofreció la versión de Serge Lifar, donde destaqué la "expresividad y el ardor rítmico" de Marjorie Tallchief, la belleza de Jacqueline Rayet, "apasionada y sensible", y "la briosidad de George Skibine". Entre otras muchas versiones que distintas compañías han programad en el Festival, recordaré, la Giselle del London Festival Ballet, que una jovencísima española, Trinidad Sevillano, junto a Meter Schaufuss, interpretaron en 1986. De Trinidad dije que era una "bailarina de condiciones excepcionales, dotada de una técnica impecable, pero también de una personalidad, delicadeza y expresividad sólo al alcance de las primeras figuras".

 

Víctor Ullate

 

Nunca la suspensión de un ballet por la lluvia en el Generalife, dio paso a tanto disfrute y conocimiento.  Hace 46 años que, Maurice Béjart nos trajo a Granada lo más moderno de la época, y nos dejó su arte, y hasta a su primer bailarín, Víctor Ullate, que se enamoró de ésta tierra de embrujo. El Ballet Siglo XX de Maurice Béjart se presentó en el Festival Internacional de Música y Danza, para traernos un repertorio muy acorde con los tiempos que vendrían después. Su innovador concepto de la danza clásica hacía de su ballet un precursor vanguardista de una plasticidad inigualable para la época. Como primer bailarín venía presidiendo el elenco, Víctor Ullate, sin duda, una de las aportaciones hispanas más preclaras de todos los tiempos, junto a su esposa la gran bailarina, Carmen Roche. Quiso el destino, que aquella noche lloviera más que cuando enterraron a Zafra, y la sesión tuvo que ser suspendida. Pero la generosidad de Béjart fue tan grande, que, al día siguiente, nos permitió a los periodistas acreditados asistir a una clase magistral y ensayo de lo que veríamos por la noche en el escenario de los cipreses. Ver a Carmen Roche, como primera maestra del Ballet Siglo XX, hacer ejercitar en el escenario a los componentes de la compañía, fue algo impagable, grabado en mi mente hasta el día de hoy como si hubiera sido ayer. Observar las instrucciones de Béjart a los suyos, algo inenarrable, como ver calentar a Víctor Ullate, antes de dar rienda suelta a su interpretación. Se necesitan tres vidas para aprender lo que yo aprendí, y de los más grandes del momento, sobre la danza y sus expresiones.

Víctor Ullate empezó sus estudios en la escuela de María de Ávila y debutó en 1961 en el Ballet de Antonio. En 1964 entró a formar parte del Ballet del Siglo XX dirigido por Maurice Béjart, en el que permaneció durante 14 años. Desde 1979 a febrero de 1983, se hizo cargo del Ballet Nacional Clásico. En 1983 fundó su propia escuela en Madrid, de cuya cantera surgirá en 1988 el Víctor Ullate Ballet - Comunidad de Madrid. Se le han otorgado, entre muchos otros, los siguientes galardones: Premio Nacional de Danza (1989), Medalla de Oro de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura de España (1996), Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en la modalidad de danza (2003), Premio Autor-Autor (2007) y Premio Max de honor (2008). Y, además, durante muchos años, se compró casa en la calle San Juan de Los Reyes, frente a La Alhambra. Los genios son así.

 

Y, además

 

Imposible resumir aquí, la importancia del escenario del Generalife como marco incomparable de nuestro festival internacional, y menos aún, la influencia que ha tenido tanto, en las grandes compañías que lo han visitado, como en sus directores y primeras figuras de la danza, que han salido de aquí magnetizados con el embrujo de esa noche de luna que solo tiene Granada, en su escenario más internacional, y en el que han desarrollado su arte todos los que son y han sido algo en este arte. Han sido noches memorables con Antonio Gades, El Güito, Mario Maya, Manolete, Mariquilla, Beatriz Martín, Manuela Carrasco, o nuestra Zambra. El Generalife y nuestro Festival Internacional son patrimonio de todos los humanos, con cierta sensibilidad.

 

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