LA RADIO DE MÍ INFANCIA
Tito Ortiz.-
Los niños y niñas de los
cincuenta, tenemos una deuda eterna con el cuadro de actores de Radio Madrid.
La televisión no había llegado a casa, y lo que es peor, ni se le esperaba.
Nuestra única distracción y la de toda la familia, era la radio. Aquel mueble
de madera barnizada, que mi padre repasaba y dejaba a punto cada verano, con
una rejilla dorada que ocultaba el altavoz y sus tripas: Unas lámparas que
tardaban una eternidad en dar sonido, desde que la conectabas hasta que oías
algo. Dos frecuencias: Onda Media y Onda Corta, eran todas nuestras
posibilidades, y hasta las doce de la noche, porque a esa hora, sonaba el himno
nacional y se acabó lo que se daba hasta la mañana siguiente. El parte, o sea,
el Diario Hablado de Radio Nacional de España, a las catorce treinta y a las 22
horas, era la única posibilidad de saber que pasaba en el mundo, porque si
querías saber de verdad que pasaba en España, había que utilizar una antena de
gusanillo en el balcón, y tratar de sintonizar, Radio Pirenaica, Radio Andorra,
o Radio París, que eran las únicas que de verdad te decían lo que pasaba aquí,
pero si te pillaban oyéndolas, te encarcelaban por no ser afecto al Régimen.
JUNTOS AL RECEPTOR
Así que oír la radio era una
ceremonia familiar, que sucedía todos los días junto a la mesa de camilla. Mí
Marconi, tenía un torero y una gitana, sobre un tapete de croché que había
hecho con primor mí tía Loli. Por la tarde a eso de la hora de la sobremesa,
escuchábamos sin rechistar, "Ama Rosa", con aquel guion envidiable de
Guillermo Sautier Casaseca, con las voces de Rafael Barón, Juana Ginzo, Joaquín
Peláez, y Matilde Vilariño, Pedro Pablo Ayuso y Matilde Conesa, entre otros.
"Lucecita", marcó una época, en las radionovelas, como “Simplemente
María”, pero que decir de aquel concurso que conducía, Juan de Toro, llamado, “Caja
o Dinero”, que, patrocinado por Avecrem, Gallina Blanca, te permitía llevarte
hasta un seiscientos. Los jueves por la noche todos llorábamos junto a la radio
al escuchar a, Alberto Oliveras, en su programa, “Ustedes son Formidables”, en
el que pedía la colaboración económica para infinidad de casos extremos de
pobreza o desgracias, como el incendio en el asilo de Pola de Siero, que dejó a
los ancianos en la calle sin techo.
TEATRO RADIOFÓNICO
En casa seguimos con pasión,
la eternidad de capítulos en que se contó la vida de "Fray Escoba",
aquel Fray Martín de Porres, al que se le llegó a ver en dos sitios a la vez, a
muchos kilómetros de distancia. Nos desternillábamos con las aventuras de,
Matilde, Perico y Periquín, que siempre terminaban con una trastada del niño. Y
en los últimos tiempos, nos encandilábamos con, La Saga de Los Porretas. Años
atrás habíamos sido devotos de, Cabalgata Fin de Semana, con Bobby Deglané, y
de la voz de José Luis Pécker. La radio era nuestro escape de la realidad
cotidiana, tan triste y llena de carencias de todo tipo. La radio nos evadía
durante unos minutos, nos transportaba a un mundo de ilusión, de fantasía. La
radio, esa que trasmitía el Ángelus a las doce en punto del medio día, el santo
rosario a las seis de la tarde, y la misa de diez los domingos, para los
enfermos que no podían ir a la iglesia, esa radio, nos hacía participar de un
buen teatro, o de crímenes inimaginables como los que se narraban todas las semanas
en, “El Criminal Nunca Gana”, cuyos guiones salían de las mentes de los
hermanos, Baylos. Inspectores de Trabajo durante el día, y espléndidos
guionistas de radio por las noches. Unas noches llenas de crímenes y
sobresaltos, hasta dar con el asesino, que serían motivo de conversación con
los vecinos al día siguiente. Igual que las intervenciones graciosas de, Mary
Sancpere, en Radio Peninsular. Noches de carcajadas, con las 22 voces distintas
que un artista de la radio irrepetible hasta ahora como, Pepe Iglesias, “El
Zorro”, nos hacía pasar, con textos propios que él solo interpretaba. La radio
es el único medio de comunicación, que te permite imaginar, a través solo de
una voz. Luego, con los años, la radio comenzó a padecer una enfermedad, la
"informatitis", y se hizo más seria, con rictus de malafollá
permanente. Para compensar, se inventaron las emisoras musicales, pero no es
suficiente. La radio debe recuperar su faceta de entretenimiento, y culturizar
al oyente. Muchos supimos lo que era el teatro, muchos años antes de pisar un
patio de butacas. Eso se lo debemos a la radio, entre otras muchas cosas.
GRANADA
Ahora que la radio granadina
va camino del centenario, yo recuerdo con extraordinaria pasión, aquella radio
que se hacía en directo con espectadores en el patio de butacas, en el salón de
actos de EAJ16 Radio Granada. Y veo frente a los micrófonos que pendían del
techo a mis estrellas, a los que les debo mi vocación radiofónica. Veo a Pepe
del Real y Mercedes Domenech, haciendo “Alegría en Las Ondas”, con la
publicidad del bar “Jandilla” y Baquero Motor en directo. Veo al maestro Novis
al piano, dando sus primeras oportunidades a los niños y niñas que soñaban con
ser cantantes como May Ríos, Valen, Pepita Ávila, o Li Morante. Quiero escuchar
la voz de Emilio Navarro, de Loli Alba o Elodia Rodríguez, de José Antonio
Lacárcel y Manolo Garrido, de César Valdeolmillos, y Carlos Tomás Romero con
José Luis Codina en los deportes, quiero oír las madrugadas de embrujo con
Francis Dumont y a Pepe Girona con José María Guadalupe, y Juan Antonio Ibáñez.
Sin olvidarme del gran actor Pepe Cantero, un apasionado del medio. Ellos son,
la sonora palabra de mi vida, las voces de mi eternidad.