SALVADOR VILA
Tito Ortiz.-
Dije hace ya muchos años que,
la política es tan importante, que no podemos dejarla en manos de los políticos,
pero al parecer, esto no ha calado en una sociedad que, va a votar cada cuatro
años, y se olvida hasta la siguiente convocatoria electoral. La ciudadanía
tiene que estar vigilante de manera activa, para supervisar lo que hacen los
políticos, reconduciendo conductas egocentristas que, solo nos llevan a la
polarización extrema, en el ejercicio de una política que olvida al ciudadano y
sus problemas, procurando solo la supervivencia del elegido, que no sabe
gestionar el mandato de las urnas, por incapacidad o inconsciencia.
En los últimos meses asistimos
sin mover un dedo, a la alarmante polarización de sus señorías, mientras se
acumulan los problemas de los ciudadanos, y pasa la legislatura sin legislar y
sin presupuestos. Y ya para remate de la desfachatez, observamos como los
muertos de una Dana, se arrojan a la cara del contrario, en una ceremonia de la
confusión digna del mejor esperpento, donde las responsabilidades van de un
bando a otro, tardando en solucionar el asunto que se me antoja de los más
graves planteados a una nación en los últimos tiempos.
La sociedad no puede seguir
por más tiempo, permitiendo que el enfrentamiento político entre partidos, nos
abandone a nuestra suerte ante una catástrofe de tal magnitud, nos hunda en la
miseria empobreciéndonos cada vez más, con problemas sin solucionar como la
carestía de la vida, la vivienda, la sanidad, la educación o las
infraestructuras. Los ciudadanos tenemos que movilizarnos y decir ¡Basta ya ¡
EN OTROS TIEMPOS
Un pueblo que olvida su
historia, está obligado a repetirla y, no son pocas las voces que vienen
diciendo que, la crispación política actual, se parece mucho a la vivida
durante los últimos meses de la República, y que nos llevó al descalabro de una
guerra civil entre hermanos, la más fratricida que se puede vivir y de la que -
al parecer– todavía no estamos curados de espanto. Vivimos momentos en los que,
el que no está conmigo, está contra mí, y eso me parece extremadamente peligroso.
La vida no es blanco o negro, la vida es un cúmulo de grises, al que todos
debemos aportar desde la generosidad, buenos matices, varios tonos de la gama,
que nos hagan volver a la sensatez y la solidaridad. De no ser así, el caos se
está apoderando de una sociedad, aburrida de sus políticos, que, si los dejamos
solos, nos llevarán al desastre antes que tarde.
De aquellos tiempos de
revueltas que acabaron en las trincheras fratricidas, traigo aquí el ejemplo de
un inocente que pagó con su vida, el no apostar por ningún bando. Salvador Vila
Hernández, estudió simultáneamente Filosofía y Letras y Derecho en la
Universidad de Salamanca entre 1920 y 1924. Allí tomó contacto con el arabismo
y fue alumno de Miguel de Unamuno, entonces decano de la Facultad de Filosofía
y Letras, al que le uniría desde entonces una gran amistad y del que siempre se
consideraría discípulo. Durante el curso 1928/29 amplió sus estudios en la
Universidad de Berlín. Allí conoció a la que luego sería su mujer, Gerda
Leimdörfer, hija del redactor-jefe del principal periódico judío de Berlín, el
Berliner Zeitung am Mittag, Emil Leimdörfer, profundamente asociado a nivel
personal como corresponsal parlamentario y comentarista político con el
gabinete económico del Canciller Alemán desde 1923 Gustav Stresemann, Premio
Nobel de la Paz 1926, luego ministro alemán de Asuntos Exteriores, muerto el 3
de octubre de 1929.
GRANADA
De vuelta a España, comenzó su
carrera docente, como catedrático de Literatura Española en Baeza, lo mismo que
el famoso poeta sevillano Antonio Machado. En octubre de 1930 obtuvo mediante
un concurso-oposición la plaza de profesor auxiliar temporal en la Facultad de
Letras de la Universidad de Madrid, puesto que desempeñó hasta 1933, año en el
que obtuvo la cátedra de Cultura Árabe e Instituciones Musulmanas de la
Universidad de Granada.
La familia Leimdörfer sufrió
la persecución Nazi en los años treinta, a partir de 1933, por lo que en 1935
se trasladaron a Granada, donde ya residía Vila con su mujer, Gerda Leimdörfer,
en régimen de alquiler en el Carril de San Cecilio, número 12, a los pies del
famoso Hotel Alhambra Palace. En la universidad granadina desarrolló Salvador
Vila el resto de su breve carrera académica. En 1934 pasó a ser profesor de la
Escuela de Estudios Árabes de Granada, dependiente de la Facultad de Filosofía
y Letras, y creada en 1932 y encargado de la sección de Derecho e Instituciones
Islámicas. En diciembre de 1935, tras la marcha del anterior director, Emilio
García Gómez a la Escuela de Estudios Árabes de Madrid, Salvador Vila fue
nombrado director.
En 1936 fue nombrado
representante de la Facultad de Filosofía y Letras en la Junta de Gobierno de
la Universidad de Granada. El 22 de abril de 1936 fue nombrado rector
interino. Sin embargo, las circunstancias de su mandato fueron tormentosas,
puesto que, por orden del Ministerio de Instrucción Pública, se anuló la
convocatoria de los exámenes de junio, como sanción por las algaradas
estudiantiles. Este hecho predispuso a los alumnos universitarios en contra del
rector. Al terminar el curso académico de 1935-1936, Salvador Vila se fue de
vacaciones con su familia a Salamanca. Allí le sorprendió la sublevación
militar del 18 de julio de 1936. El 24 de julio fue cesado en su cargo de
rector. Posteriormente fue detenido, trasladado a Granada y fusilado el 22 de
octubre de 1936 junto a otras 28 personas y arrojado a una fosa común en el
Barranco de Víznar. Su mujer Gerda Leimdörfer, alemana y judía, fue detenida
junto con su marido en Salamanca, traída también a Granada y salvada por la
intercesión de Manuel de Falla, tras ser obligada a bautizarse.
Son cosas que pasan, cuando
los políticos nos arrojan al fango.
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