CUESTIÓN DE EQUILIBRIO
Tito Ortiz.-
Atrás quedaron los años en que
yo era capaz de ponerme los calzoncillos estando de pie. Atrás quedaron los
tiempos en que me ponía los pantalones, pernil a pernil sin perder la verticalidad.
Y de los calcetines, ya mejor ni hablar. Eso de ponerte un calcetín sujetando
tu cuerpo erguido con el otro pie, en estos tiempos es solo un buen recuerdo.
Para hacer todas estas tareas, ahora, si no me siento en la cama, puedo jugarme
un ingreso en traumatología. Es una cuestión de vértigo – magnífica obra de
Alfred Hitchcock – aunque yo se lo achaco, a los trienios acumulados, de los
que nadie te recompensa. Es más, las nuevas tecnologías no te ayudan a superar
tu estabilidad. No hay más que pasar por la experiencia de cambiar tu vieja
gafa, por una moderna de lentes progresivas. Hasta que te acostumbras, lo de
bajar una escalera puede convertirse en una situación de riesgo extremo. Lo que
antes era apearse de la acera, ahora puede convertirse en un salto al vacío,
con resultado de costillar maltrecho. Yo era de los que subía la primera
escalera mecánica que se puso en Granada sin sujetarme a la baranda. Estaba en
los Almacenes Vázquez de la placeta del Lino, con la fachada en Párraga.
Después vinieron las de Galerías Preciados en la Carrera de La Virgen, que yo
bajaba suelto de manos, con total estabilidad. Ahora, si no me agarro a la baranda,
estoy poniendo mi vida en peligro y la de los demás usuarios, de lo que se
deduce que, debemos mantener siempre el equilibrio, no ya solo por nosotros,
sino por los demás que nos acompañan en este tránsito de la inseguridad y el
vértigo. De hecho, yo ya no me separo del bastón que, en mi caso, ha pasado de
ser un toque de distinción, a una necesidad de sustentación.
DESEQUILIBRIO DIPLOMÁTICO
La búsqueda del equilibrio en
política hace tiempo que la dimos por perdida. Asistimos a una ceremonia
bochornosa en la última década, donde la corrupción y la ineptitud van de la
mano, ocasionando en la ciudadanía un hartazgo, que conlleva un desapego hacia
quienes nos representan, hasta tal punto que, ya muchos ciudadanos han bajado
los brazos, abandonando a los políticos a su suerte, sin pensar que la nuestra
va aparejada, y que, con su hundimiento, propiciamos también el nuestro. He
dicho en repetidas ocasiones que, la política es algo tan importante que, no
podemos dejarla en manos de los políticos, que debemos estar vigilantes para corregir
el giro de los acontecimientos, que debemos tomar conciencia de nuestro poder,
cada vez que metemos una papeleta en una urna. Que no podemos ir a votar y
abandonarlos a su suerte porque, luego pasa lo que pasa y, nos quejamos
amargamente diciendo que no nos representan, olvidándonos de que hemos sido
nosotros los que los hemos votado. Cuando nos quejamos de lo mal que lo hacen
los políticos, deberíamos preguntarnos, ¿por qué? nosotros hemos votado tan mal.
Son ya decenas de años en democracia, acumulando decepciones en la clase
política y, no aprendemos a votar. Hasta tal punto de que nuestra capacidad de
asombro, va disminuyendo en proporción inversa a sus desmanes.
He escuchado quejas de los
políticos a cerca de, la ausencia de representación española en la
reinauguración de la Catedral de Notre Dame, algunas, incluso de ateos y
agnósticos, que ya es decir, y aquí nadie mueve un dedo para forzar una
rectificación, porque de una dimisión, ya ni hablamos. Consentimos que, el jefe
del estado no pueda viajar sin consentimiento del gobierno, pero es que el
gobierno tampoco viaja, aunque se trate a actos en países con los que tenemos
que convivir eternamente. Pienso que un poquito de equilibrio en nuestra
diplomacia no nos vendría mal, porque a veces, quedamos a nivel internacional,
peor que Cagancho.
DESEQUILIBRIO Y VÉRTIGO
Estamos permitiendo que un huido
de la justicia española en dos ocasiones, le diga al presidente del gobierno
que se someta a una cuestión de confianza, y si no, que se prepare a lo que le
viene encima. Se trata de un chantaje tan vil y rastrero, que en cualquier otro
lugar daría para un levantamiento, pero aquí nos lo tomamos como una actuación
más del circo político, que no va a ningún sitito, pero nos mantiene
entretenidos abriendo telediarios y páginas de periódicos.
La incapacidad y la ineptitud
de algunos políticos se mantiene oculta mientras reina la paz, pero solo basta
una catástrofe con 222 muertos para observar con pavor, la incapacidad
manifiesta de sus señorías para desempeñar los cargos que ostentan, aferrándose
al puesto, porque en buen número, si abandonan la política no tienen donde ir.
Si alguien publicara la fe de vida laboral de muchos de ellos, nos
aterrorizaría comprobar, que en gran número no tienen experiencia laboral
alguna, que se han cogido a la política como lapas, para tener un sustento, careciendo
en multitud de ocasiones de la formación educativa y cultural necesarias para
representar a los ciudadanos. De ahí su nulo equilibrio en el discurso
político, debido a su falta de formación, no manejan un lenguaje apropiado para
contrarrestar al adversario, y tienen que recurrir al insulto y la descalificación
para abochornarnos a todos con semejante espectáculo, nada edificante para una
juventud que va tomando como patrón de comportamiento normal, la anormalidad
existente en la vida de algunos políticos que no se representan ni así mismos.
Un ejemplo lo tenemos en su actuación durante la Dana, que ha dejado a las
claras la incapacidad para responder a una emergencia, debido a su pobreza
formativa y odio, al contrario. La pena es que su actitud ha costado vidas
humanas. Los ciudadanos tenemos que replantearnos muchos equilibrios ante casos
así.
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