domingo, 17 de agosto de 2025

 


CON EL CODO EN LA BARRA DE UN BAR

 

Tito Ortiz.-

 

Desde hace decenios, vengo cursando estudios superiores en la universidad de la vida, con el codo apoyado en la barra de un bar. Parece mentira que nuestros proyectos de vida y, futuro de la sociedad, se lleven a cabo en tan singular punto de encuentro.

Es como si el hombre, antes de tomar una decisión, en lugar de encomendarse a sus dioses, hubiera optado por consultar su discurrir vital con el codo reposando sobre la madera, sosteniendo en la mano el vaso con la bebida que le hace llegar a la mejor de las conclusiones, para su devenir histórico. Y de esta manera y postura, se abordan los mayores proyectos de vida o, se ahogan las penas con el codo en la barra y la mano en el hombro de un amigo.

Mis ojos de niño recuerdan haber escuchado los mejores cantes flamencos, en tabernas acreditadas por sus buenos caldos y, por el grosor de la madera de su mostrador, a pesar de que en la pared luciera un mosaico con la inscripción de: “Se prohíbe el cante” y bajo ella, pintado con tiza a mano por un chusco la palabra: “Malo”. Junto a la barra de un bar, mis oídos de niño escucharon los mejores chistes sobre Franco, a “soto bocce”, cuando esto te podía costar la cárcel, también los primeros chascarrillos “verdes” que los niños no podíamos escuchar y, las primeras picardías que no podías decir en público.

SERVILLETAS DE PAPEL

Todavía no se le ha hecho el homenaje que se merece la servilleta de papel, ese utensilio humilde donde los haya, al alcance de todos de manera gratuita en la barra de un bar y, en el que se han iniciado los proyectos más importantes que, después han trascendido en la historia, sin que nadie recuerde que todo empezó escribiendo en una servilleta de papel sobre la barra de un bar.

Sin ir más lejos, el resurgir de la semana santa de Granada a mediados de los años setenta del siglo pasado, se fraguó sobre la barra del bar, “El Sota” en el corazón del Realejo donde, Curro Andrés y sus amigos, decidieron levantar la semana santa con la fundación de, Jesús del Amor y La Entrega y María Santísima de La Concepción. Sobre una servilleta de papel cogida de la barra del bar que, Antonio Sánchez Ramírez, “El Compadre” regentaba en una cueva del Sacromonte, pusieron sus firmas los fundadores de la Hermandad de Gloria del Rocío de Granada. Junto a la barra del bar restaurante, “El Mesón “de la placeta de Gamboa, se gestó la creación de la cofradía de Jesús Nazareno y María Santísima de La Merced.

En una simple servilleta de papel sobre la barra de un bar, los corredores de fincas han hecho grandes negocios, comprando o vendiendo cortijos, marjales o fanegas, fincas o haciendas y, todas esas transacciones tuvieron su origen sobre la barra de un bar, escritas en una humilde servilleta.

Sobre la barra del bar restaurante, “El León” de la calle del Pan, se le toma el pulso a la semana santa de Granada, todos los días del año, desde la década de los cincuenta del siglo pasado. Sobre esa barra se editan y presentan carteles, se ensayan pregones, se proyectan nuevos enseres, se cantan saetas y se anuncia en pocas horas la llegada de la semana santa, con un concierto de la Banda de cornetas y tambores de Jesús Despojado.

A CONTRAMANO

Con el codo en la barra de un bar, reflexiono sobre la actualidad y, me da miedo. Observo con pavor como se ha abierto la veda contra el inmigrante, cuando se le golpea con una barra de hierro y se le azuzan los perros, o se le retiene hasta la llegada de la autoridad. Asisto acojonado a las noticias que dicen que unos adolescentes han prendido fuego a una persona que dormía en la calle, que han apaleado a otro hasta la muerte o, le han prendido fuego a la casa donde vivían unos pobres.

¿Qué está pasando con el ser humano para que llegue a tal degradación?, hasta el punto de, acribillar a balazos a quienes piden un plato de comida. La guerra moderna no es bombardear al enemigo, ahora se trata de ir contra la población civil, masacrarla y, además, dejarla morir de hambre, mientras se impide la llegada de la ayuda humanitaria.

Y ya para rematarla, asistimos a la aberración más palpable, jamás contada. En nuestro país, hoy en día, hay más mascotas en casa que bebés. Nacen menos niños, pero se adoptan más perros y gatos, hasta tal punto de que, antes era normal ver a cualquiera por la calle ir tirando de la correa con un perro, pero ahora, es cada vez más frecuente verlos con dos y hasta tres perros, y todos son suyos. Pero es peor aún lo de los gatos, a los que controlamos menos porque estos no salen a la calle con un collar al cuello, de la mano de sus dueños. Permanecen ocultos en casa y hay -yo los he visto- familias monoparentales con siete y ocho gatos. Hemos cambiado de tener niños a optar por perros y gatos. Es una manera de acabar con la humanidad sin que nadie se dé cuenta.

Hubo un tiempo en que la escuela de la vida tenía sus instalaciones junto a la barra de un bar, donde los desahuciados vomitaban sus penas, los optimistas hacían planes de futuro, los tímidos socializaban y, los alegres cantaban a la vida como si no hubiera un mañana. Un tiempo en el que los psicólogos y psiquiatras no se comían una rosca. Después… Todo ha ido a peor.

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