miércoles, 15 de octubre de 2014
ENFURRUÑADO
ENFURRUÑADO
Tito Ortiz.-
Estaba yo enfurruñado con la clase política, ensimismado en mis pensamientos, harto de corrupción e ineptitud, ya sea por acción o por omisión, y en esto llegó como a zarandearme, el capitán Poldark. Aparecido como fantasma en la noche de difuntos, con el nombre del fundador del pesoe, heredero de los indignados del 15-M, tamizado por Stéphane Hessel, con pinta de no haber cogido un amocafre en la vida, utilizando un lenguaje entendible. De tal guisa que no es extraño, que a las primeras de cambio, Pablo Iglesias haya arrastrado tras de sí, y sin mucho esfuerzo, millón y medio de votos en europeas, que ha metido sin dudar a la remanguillé en la buchaca, y ahora sea seguido por las redes sociales, como el mesías prometido, que expulsará a los mercaderes del templo a golpes de látigo mediático. El coletudo líder, barbilampiño en la arena política al uso, rompe moldes y les canta las cuarenta a sus señorías, desde la legitimidad que nace de tener las manos limpias, y no haberlas metido en el cajón del pan, entre otras cosas, porque nunca lo ha tenido a mano, que así es muy fácil presumir de honestidad. Lo meritorio es tener el cajón abierto al lado, y que pasen los años sin que se te ocurra meter la mano dentro. Ahora, si en toda tu vida no has tenido el cajón cerca, el mérito es mucho menor, porque no has tenido oportunidad de ser tentado, como Cristo en el desierto después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, y esto no es de Sabina, lo digo para los modernos.
Como analista político en el ejercicio de la profesión, observador social, y periodista en activo, juro ante dios y ante los hombres, que ver de la noche a la mañana, millón y medio de indignados tras un solo líder, como su dios único y verdadero, es algo que me preocupa, y me ocupa mentalmente hasta el cansancio, porque no vaya a ser que, como las ratas que siguieron al flautista de Hamelin, acabemos todos ahogados en el limbo político de la progresía fina e inexperta, y ya no nos queden fuerzas ni para nuevas acampadas. Sabed modernas criaturas, que nada me haría más feliz que poder pasarme a vuestro bando, pero la herencia genética de una saga familiar masacrada por votar libremente a la república, que después recibió varios tiros en la tapia del cementerio, me impide salirme de la senda, pese a que en la torre de la pólvora, haya miserables a los que con gusto escupiría en la cara, y les quemaría el carnet de socialista, del que no son dignos, por sus actitudes predemocráticas. Lo bueno es que sólo son dos, pero su cáncer ha creado metástasis. De éste y otros ejemplos, se nutre el ayatolá Iglesias, pues nadie puede pensar que sus votos provienen de la derecha, ni van a provenir, por mucho que el opus quiera castigar con la boca pequeña a Rajoy, por no haber dejado que Gallardón nos devuelva a las cavernas con su proyecto de ley, nacido de una mentira para sumar votos, los mismos que se intenta desde el poder no perder, guardando la dichosa ley hasta que pasen las elecciones.
Enfurruñado sigo, sin saber para donde tirar. Si coger el palustre y echar mas mezcla a los ladrillos, o por el contrario, aventar en la era el trigo trillado para separar la parva. No sé si, como don Quijote, ponerme en vigilia por la noche, al raso en el patio de la posada, a velar las armas, ceñirme luego el Yelmo de Mambrino, a y lomos de mi Triumph, salir veloz hacia los molinos combatiendo a los gigantes. No sé si acercarme al senado, y en su puerta, gritarle a la bestia de Granada, o bajar a la costa, y retorcer la veleta de los vientos, aquella a la que Federico decía:
Aire del Norte,
¡oso blanco del viento!
Llegas sobre mi carne
tembloroso de auroras
boreales,
con tu capa de espectros
capitanes,
y riyéndote a gritos
del Dante.
¡Oh pulidor de estrellas!
Pero vienes
demasiado tarde.
Mi almario está musgoso
y he perdido la llave.
Ya lo dice el cante flamenco, que siempre tiene una letra para cada historia:
Yo voy tirando piedras por la calle, y al que le dé, que perdone. Tengo mi cabecita loca... de tantas cavilaciones.
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