lunes, 13 de junio de 2016

MEDIANOCHE

MEDIANOCHE Tito Ortiz.- Lo bueno que tiene estar muerto, es que ya te ríes hasta de los certificados de correos. Cuando vivía, abría el buzón antes de entrar en casa y se me ponía el vello de punta al ver el papelito amarillo de correos, avisando que tenía un certificado esperándome de ocho a catorce horas, y que venía de la Dirección General de Tráfico. Ahora cuando quiero me paso por allí, y les hago pedorretas en las orejas, aunque como no me ven, ni se enteran, pero que yo ir, desde luego voy, otra cosa es que éste cuerpo serrano, que ya se comió el crematorio, ya no es chicha ni limoná. Ahora sé perfectamente donde están instalados los radares de velocidad. A buenas horas mangas verdes. El caso es que, con esto de ser del otro mundo, aparento menos que el camisón de dormir de Lola Gaos, con la que por cierto, me veo con frecuencia, para charlar de la falta de buenos guiones en el cine español. Ella, con su voz aterciopelada y sensual, se lamenta de no haber durado lo suficiente como para llegar a los Goya, y de la gestión en autores de Teddy Bautista y Caco Senante, mientras me pide fuego para su celtas corto sin emboquillar. Cada calada que da al cigarrillo, me impide ver donde está, porque con éste cuerpo de ahora que no sabes si eres nube, o polvo, o transparente, pues no lo tenemos claro. Yo creo que ahora soy de plexiglás. Que ya podía haberme muerto antes, y evitado el derroche de ropa y zapatos en el que he caído en los últimos años. Que hasta por las alpargatas de esparto caro me dio, y los sombreros de paja. Un disloque vamos. El otro día, visité a Ismael Merlo, y nos reímos mucho recordando, cuando vino al Isabel La Católica protagonizando “Calígula”, y le entrevisté en la cafetería del hotel Nevada Palace, de la calle Ganivet, para el diario Patria. Después quiso probar la mejor ensaladilla rusa de Granada, y lo llevé al suizo, en la esquina de Puerta Real con Mesones. Como estaría la ensaladilla, que no conservo una carta que me envió días después con el membrete del hotel donde se hospedaba en Murcia, donde había recalado con su “Caligula”, y todavía recordaba el regusto en su boca. Como ese que le deja la media tostada de abajo con mantequilla, que en estos momentos se está tomando, mi querido amigo y admirado actor, Pepe Cantero, leyendo éstos recuerdos desde el otro mundo, junto a un café con leche ardiendo. Querido Pepe, cuando te cita un muerto no hay que hacerle caso, pero que si por mano del diablo, ocurriera... espero no verte ésta tarde a las dos y media en la taberna de “El Elefante”. No faltes. Yo no podré, ya sabes, cosas de lo incorpóreo, y de no vivir más que en otra dimensión. Estoy más perdido que un programa de Antonio José Alés, llamado Medianoche. Por cierto, Pepe, que suelo hablar con él de vez en cuando y nos echamos unas pipas humeantes a más no poder, y unas risas porque se nos confunde y no se distingue el humo del cuerpo. Somos uno, como Pablo Iglesias, cuya lengua Alá confunda, y Monedero, con el halo de la social democracia proveniente de Venezuela. Que país de fantasmas, dios mío. Pepe te dejo, el otro mundo me llama, es que esto es un sín vivir.

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