martes, 8 de noviembre de 2016
MATILDE, PERICO Y PERIQUÍN
MATILDE, PERICO Y PERIQUÍN
Tito Ortiz.-
Aquella radio de cretona – que dice Juan de Loxa – con su fundica para que no le cayera el polvo, con su gitana y su torero encima, tenía el magnetismo de reunir a la familia en su derredor. Años más tarde, cuando llegó la televisión a casa, la pobre fue desposeída de la pareja inseparable fabricada en Chiclana, y el torero y la gitana, resplandecieron sobre el nuevo electrodoméstico, que nadie sospechaba nos iba a cambiar la vida a todos. Porque deben saber los que todavía están vivos, que existe un antes y un después en el comportamiento humano, desde que un aparato de televisión, aunque fuera en blanco y negro, con un solo canal y que tardaba en encenderse una eternidad, apareció en el salón de casa, no solo para quedarse como si fuera de la familia, sino para modificar nuestros usos y costumbres, nuestra educación, comportamiento humano y proyección astral, pues no hay que olvidar, que algunos muertos nos aparecemos a través de la televisión. Para vernos no hay más que estar atentos, y dejar la mente en blanco, como la llevan de serie algunos políticos. Sobre todo, aquellos que no quieren ver la corrupción en su partido, o a los que la corrupción les incomoda su tren de vida. Hay un senador del nuevo partido que da lecciones de honestidad y honradez, que accedió a dedo a un piso de protección oficial, cuando la mayoría se sorteaban, que lo vendió por más dinero, y todo bajo el manto de la legalidad. Me parece estupendo, pero esa no es la ética que pregona éste senador, que ya dio lecciones sobre éste tema en sede parlamentaria. Pero a los muertos nadie nos oye, estamos acostumbrados a pregonar en el desierto, aún así, no cejamos en nuestro empeño. La corrupción política, es como aquel viejo serial de la radio española: Matilde, Perico y Periquín, que con las voces del inolvidable, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa y Matilde Vilariño, episodio tras episodio, el argumento terminaba con una trastada de Periquín, cuyo padre ya resignado, lo buscaba por toda la casa a la voz de... Periquín, guapo, ven aquí... con el fin de darle una buena tunda, pero el niño no aparecía, y la sintonía del final, ahogaba las voces de su progenitor, que una vez más, no daba caza al pequeño gamberro, y el asunto quedaba encapsulado hasta el siguiente programa, en que la trastada no se haría esperar. Pues de ésta forma, al más puro estilo del serial famoso, la corrupción ya forma parte de nosotros, de nuestra vida cotidiana, hasta el punto de que nuestra capacidad de asombro ya agotada, nos adormece en la frustración, quedando a la espera de una justicia lenta y politizada. El día que la Agencia Estatal de Administración Tributaria, entre a saco en algunas notarías españolas, y levante un puñado de alfombras, lo mismo algo empieza a cambiar. Aquí en el más allá, algunos días charlo con magistrados y jueces que lo fueron, y todos coinciden en advertir, que de todas las instancias, la menos investigada hasta ahora es la notarial, un asunto curioso éste, si tenemos en cuenta el ámbito amplio de sus acciones. Los notarios dan fe de un montón de cosas, y como en cualquier actividad, es imposible que todas se ajusten a derecho. De hecho, algunas cosas firmadas en notarias, terminan luego en los juzgados de instrucción, sin que nadie pida responsabilidades. Es posible que estemos ante el gremio profesional más honrado y honesto del mundo, y que por eso no sea habitual ver a un notario en el banquillo. Si esto es así, y conste que lo dice un muerto, ya estamos tardando en darles un homenaje nacional, tal proeza, bien lo merece... y yo doy fe.
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