martes, 5 de diciembre de 2017
NUEVO LOS CÁRMENES
NUEVO LOS CÁRMENES
Tito Ortiz.-
No se puede poner, “Nuevo Los Cármenes” a una parada del metropolitano, por el solo hecho de que esté enfrente del estadio. Lo primero, porque el ”nuevo” Los Cármenes ya se está cayendo a trozos, así que no estará tan nuevo. Y lo segundo, porque no tiene ningún sentido llamarle “nuevo” Los Cármenes, a un estadio de fútbol, si no convive con el viejo. O sea, si el antiguo ya no existe y sus terrenos están edificados, ¿por qué a éste se le va a llamar “nuevo”? sería suficiente con llamarle, “Los Cármenes Dos”, o simplemente, “Los Cármenes” y vaya usted con dios. ¿Por qué complicarnos la vida tanto? No sé, a veces creo que estoy muy susceptible con esto del metro, creo que voy a tener que dejar de subirme a él, cuatro veces al día o estoy viendo que mis niveles de estrés se disparan, sobre todo con la gente que se cree que va sola por el mundo, y se comporta sin ningún miramiento, como elefante en cacharrería. El ser usuario del metro granadino, me está suponiendo unos sentimientos violentos que yo no tenía antes, porque no comprendo algunos comportamientos incívicos, que ya se han adueñado de algunos viajeros y, son moneda de cambio corriente. Baste decir que tengo a mi nieto Víctor, de tan solo cuatro años, con la cara llena de arañazos, gracias a que su altura, se corresponde con la misma a la que llevan algunas mujeres el bolso colgado del hombro, y que, sin miramiento, se remueven en el metro como si tuvieran azogue, golpeando en la carita al infante, con los remaches de las esquinas que tienen estos artefactos, o con las hebillas de cierre y las cremalleras. El caso es que la criatura, tenía ganas de ver la iluminación de navidad y me lo llevé en el metro a verla. Y al apearnos, tuve que entrar en una farmacia y comprar unas tiritas para algunos arañazos que los bolsos de algunas damas le habían dejado en la cara, aparte de consolarlo porque no comprende que ir en el vagón se corresponda con ser agredido a traición y sin esperarlo. La señora con pedir disculpas lo arregla todo, con decir que no lo ha visto ya está solucionado. No tiene en cuenta que no viaja sola, y que por debajo de su bolso hay criaturas humanas que viajan junto a ella y, que pagan su billete como todos. Porque esa es otra. Estoy harto de tener que soportar miradas mal intencionadas y comentarios de mal gusto, cuando ven a mi nieto ocupando uno de los pocos asientos libres. Dan por sentado que lo he colado sin pagar porque es niño pequeño. El otro día ya tuve que dirigirme a un descarado cuarentón, y cantarle las cuarenta, porque el niño paga siempre su billete, y, por lo tanto, a no ser que se trate de un discapacitado, o mujer mayor, no lo levanto del asiento porque no me da la gana. Además, si se hace con gracia y amabilidad, yo soy el primero que lo levanta, pero con malafollá y malas caras – amparándome la ley – el niño no se levanta porque no quiero, y se acabó. Vamos que esto de ir en el metro con tu nieto se ha convertido en un deporte de alto riesgo, hasta el punto de que he tenido que ir a una ortopedia y que le tomen medidas. Ya le he encargado una careta a lo, Hannibal Lecter para cuando vayamos al metropolitano. En principio para borrarle esa carita de ángel que tiene, y que de susto, a ver si así lo tienen en cuenta las señoras de los bolsos al hombro, y además, para protegerle el rostro y que no me lo dejen como un ecce homo, cada vez que subimos al transporte de más éxito, de los últimos quinientos años.
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