sábado, 9 de diciembre de 2017

VICENTE "EL GRANAÍNO"

EL GRANAÍNO Tito Ortiz. - Hasta hace muy poco, era habitual su figura paseando por el centro de la ciudad, enganchado al brazo del cantaor, Javier Montenegro, quién en los últimos años de vida del genial guitarrista, se echó sobre sus espaldas, el trabajo de lazarillo, de uno de los artistas más célebres que ha dado Granada, y que orgulloso ha llevado su nombre por todo el mundo. Hombre de vasta cultura musical, y muy especialmente en el apartado de los clásicos y los flamencos, El Granaino era un ser excepcional como artista y como persona. Dotado por los dioses, con los dones compensatorios que les son propios a los elegidos para el arte, pese a que se les prive injustamente de un sentido como el de la vista, Vicente Fernández Maldonado, Vicente “El Granaíno”, en los afiches, nos dejó este pasado enero, a la edad de 89 años, después de 74 como máximo exponente internacional, en el dominio y ejecución de los instrumentos de plectro, sobre todo la guitarra. El gran estudioso del flamenco, José Delgado Olmos, rescató su figura un tanto olvidada, sobre todo a raíz de que Vicente decidiera dejar de recorrer el mundo hace años, y asentarse en su querida Granada, a la espera de la parca, que aunque no queramos, siempre llega y en el peor momento. Pero permítaseme el sarcasmo: Seamos justos con la muerte, al menos en ésta ocasión ha permitido que un niño ciego, nacido en los infelices años veinte, en una ciudad de provincias como la Granada aislada de hoy, de ayer y de siempre, cuyo destino hubiera sido sin duda, ir por las calles pasando un jarrillo de lata, con un cartel colgado al cuello en el que se pudiera leer; por favor una limosna para un pobre ciego, no solo tuvo la oportunidad de formarse al más alto nivel, sino que su sentido interpretativo de la música, lo hizo codearse con los máximos exponentes contemporáneos, siendo admirado por todos ellos, dado su virtuosismo y gran capacidad artística. Vicente paseó su guitarra por los escenarios más afamados del mundo, acompañó para el cante a los más grandes, y testigos son sus miles de grabaciones con los mejores y las mejores del momento. Viajó por varios continentes del brazo de las estrellas del flamenco, lo mismo que en el principio de su carrera, lo hizo con la flor y nata de la música clásica interpretada para cuerda, fundamentalmente, guitarra, laúd, y bandurria, como componente del legendario, Trio Granada, o como solista, faceta ésta en la que es mucha más reconocida su estancia en el flamenco, pero no hay que olvidar que Vicente, fue un reputado ejecutante de todos los instrumentos de cuerda, y que su formación académica comienza con los clásicos, convirtiéndolo pronto en un concertista de guitarra clásica al uso, aunque en aquella época, el público agradecía más el concurso de varios instrumentos a modo de pequeña formación de pulso y púa, como antes se les llamaba, o de orquestina de plectro. Alumno brillante y aventajado del maestro, Rodríguez Albert, con solo 14 años ya demostró sus extraordinarias capacidades interpretativas ganando un premio en un certamen de música de pulso y púa organizado por la ONCE. Más tarde sería artista solista de la Orquesta de Pulso y Púa de la Dirección General de la ONCE en Madrid, lo que le proporcionó una serie de contactos que serían fundamentales para el futuro de su carrera. Un granadino de Plaza Nueva que nació ciego en aquella época, estaba abocado a vivir de la limosna y la caridad, pero estuvo protegido y bien aconsejado siempre. Ya de zagalón, la ONCE, como en tantas otras ocasiones, lo formó, lo educó y lo hizo músico. Primero llegaron los clásicos, pero un niño criado en la plaza de Santa Ana, donde el tranvía daba la vuelta, escuchando el quejío diario del Dauro y el lamento de las tres campanas, las de la Audiencia, La Vela y la de Santa Ana, tiraba a flamenco seguro, y más teniendo en cuenta que en el barrio había dos o tres tabernas, donde afortunadamente no se prohibía el cante, y él, apostado en la puerta, con el oído que dios concede a quienes priva de la vista, se embelesaba escuchando a los aficionados parroquianos, enfrascados en lo más jondo de una seguiriya, ante una cuartilla de blanco peleón, en botella con corcho y caña. Vicente, el niño ciego de Plaza Nueva, era flamenco hasta en la postura ante la vida. Con redaños, inteligencia y trabajo, alcanzó a tocar con los grandes y para las grandes, dominó todos los instrumentos de púa, y se paseó por el mundo llevando el nombre de granaíno, con orgullo. De las actuaciones especiales, recordaba con satisfacción la que, en 1963, en Granada, le permitió actuar en una fiesta íntima, con Canalejas de Puerto Real, para los entonces príncipes, Juan Carlos y Doña Sofia. Las punteras casas discográficas de entonces, Hispavox y Belter, lo tuvieron durante muchos años, como guitarrista oficial en los estudios de grabación en Madrid y Barcelona, abarcando un amplio repertorio de los mejores autores españoles. En sus actuaciones en conciertos de música clásica, festivales y peñas flamencas siempre destacó como un virtuoso de los instrumentos de cuerda. Durante su larga carrera profesional acompañó a la guitarra a los más afamados artistas flamencos: Pepe Marchena, Antonio Mairena, Juanito Maravillas, Niña de la Puebla, El Culata, Canalejas y Rocío Jurado en su etapa de cantaora. En 1965 Vicente 'El Granaíno' se marcha a América. Permaneció en Estados Unidos y México varios años en donde formó compañía propia. En esa época trabajó junto a los más sobresalientes artistas flamencos de nuestro país como Niño Ricardo, Sabicas y Carmen Amaya. Especialmente destacada fue su actuación en Washington ante el presidente Eisenhower en la Casa Blanca, quién tuvo la gentileza de regalarle un perro-guía que lo acompañó durante años. Tras su experiencia profesional en América regresó a España y residió en Madrid durante 25 años. El día 29 de junio de 1994 presentó en el Centro de Documentación Musical de Andalucía la grabación de Cuatro Instrumentos y un Intérprete. Este trabajo fue un alarde de técnica y virtuosismo en el que Vicente en solitario ejecutó el toque de la guitarra, bandurria, laúd y bajo. El disco cuenta con una cuidada selección de obras de prestigiosos compositores españoles tan internacionales como Albéniz, Granados y Falla, entre otros. Vicente recordaba con afecto, sus trabajos junto a otro granadino enciclopédico, el maestro Alfredo Arrebola, y el trabajo que ambos realizaron sobre los poetas, digno de mejor reconocimiento y divulgación. Uno de sus últimos trabajos discográficos fue un rotundo éxito, con el dúo que hizo junto a José Molina al piano. En esta grabación Vicente descubrió una nueva faceta como gran innovador en el difícil manejo de la bandurria, empleándola como instrumento solista de concierto. Para este dúo de bandurria y piano se escogió un repertorio muy interesante que le permitió a Vicente extraer de tan popular instrumento musical notas propias del violín. Ese característico sonido hace que esta grabación sea hoy en día un documento original y único. La bandurria tradicionalmente, debido a su origen popular, siempre se ha visto relegada a la música de bailes populares o a la rondalla de la tuna estudiantil, sin embargo, con este trabajo se le dio un protagonismo de instrumento de concierto, elevándola a una categoría que le ha sido negada. Claro que pocos como Vicente, conocían el protagonismo de este instrumento en el mundo flamenco, y sobre todo en la Zambra sacromontana, donde desde sus inicios, formó parte al igual que la guitarra, de nuestro género más característico y la aportación más singular al mundo del flamenco universal. De la importancia de su tierra en el corazón, dan muestra algunas de sus obras más célebres como los tanguillos, “Serenata al Sacromonte” y la media granaína, “Añoranza de mi Granada”. El cante comprometido de Manuel Gerena, contó con su guitarra incondicionalmente, como artistas locales de entre los que destaca el inolvidable, Paco de Montefrío, o Manuel Celestino Cobos “Cobitos”. El diario Ideal, con motivo de elegir a los cien granadinos más importantes del siglo XX, no tuvo duda al incluirlo en esa lista de personalidades importantes, cuya trayectoria estaba avalada por su militancia pegada al terruño, que iba mucho más allá, de haber elegido nuestro gentilicio como nombre artístico. Manolo El Faquillas, o Manuel Ávila, insignes voces de ésta tierra, también tuvieron la suerte de ser arropados por Vicente El Granaíno, no solo aquí, sino en numerosas actuaciones y concursos fuera de nuestras fronteras. En no pocas ocasiones, el Padre Rizo, sacerdote y cantaor de fuste, lo requirió para que le acompañara en importantes actuaciones, incluida su famosa misa flamenca. Con Perlita de Huelva mantuvo una colaboración que se prolongó en el tiempo, y con el Niño de San Julián, también con El Loreño. Una de sus últimas actuaciones tuvo lugar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Barcelona con motivo de Día de Andalucía, donde el entonces alcalde de Granada, José Moratalla, pronunció una conferencia para los andaluces residentes en Cataluña. Como bien recuerda mi admirado y experto folclorista, Juan Bedmar, el salón repleto de paisanos visiblemente emocionados aplaudió apasionadamente la magnífica actuación de Vicente 'El Granaíno'. Como uno de los múltiples ejemplos de su buen talante y talento artístico, demostró su extraordinaria generosidad y desinterés al no cobrar ni un solo euro por esta actuación. Por cierto, gestos que le caracterizaban. Hace unos años compuso una partitura para tres instrumentos de cuerda (guitarra, bandurria y laúd) con la melodía de la canción Granada de Agustín Lara, con el fin de adaptarla al reloj del Palacio de Bibataubín donde hoy se encuentra el Consejo Consultivo de Andalucía. Se hicieron los trámites oportunos, pero no obtuvo respuesta. Hace meses que se volvió a presentar nuevamente el proyecto, por lo que sería un bonito homenaje a su figura recibir una respuesta afirmativa a esa propuesta desinteresada, aunque él no peda escucharla. En febrero de 2010 el Ayuntamiento de Granada distinguió a Vicente 'El Granaíno' con la Medalla de Plata al mérito de la ciudad. Curiosamente no hace mucho fue propuesto para ponerle una calle con su nombre, pero se argumentó que "hasta que no falleciera no sería posible. Granada, para sus hijos, suele llegar tarde. Más, siempre fue discreto en su vivir, y jamás reclamó para sí reconocimiento alguno, sino aquel que quisieron concederle. A mí juicio éste fue escaso y de bajo fuste, de acuerdo a todos sus merecimientos, pero a Granada le sale la vena de madrastra con tanta frecuencia, que eso ya no es noticia, como decimos los periodistas. La guitarra clásica y flamenca, han perdido un pilar indispensable de esos ejecutantes que ya no quedan, con las raíces en Sábicas o Niño Ricardo, y que ahora, a base de imitadores de Paco de Lucía, tenemos pocas ocasiones de escuchar. Y era granadino de Plaza Nueva, que en su momento se codeó con las élites artísticas de su época, a los que acompañó, y que, como solista, nos ha dejado páginas inolvidables de la más alta escuela del toque. Con un concepto de la amistad, y una conversación fluida y cordial, Vicente, degustó la vida, sin el menor reproche a la naturaleza, por haberle privado del sentido de la vista. Al contrario, fue generoso con sus semejantes, y jamás antepuso su discapacidad para pretextar algo. Se consideró uno más, y su fino sentido del humor nunca faltó a la cita. Durante los años que tuve responsabilidades editoras en el programa de flamenco de Canal Sur Televisión, vine a Granada a grabarle entrevista y actuación, a cambio de nada, y siempre estuvo dispuesto. Se sentía pagado con que se divulgara la música y no se perdieran las raíces, ni del flamenco, ni de lo clásico y mucho menos de lo popular, el amor a su arte y el conocimiento del mismo estaban por encima de todo. Mientras templaba y afinaba las cuerdas de su guitarra, extraía con la rapidez del rayo, una petaca que contenía elixir de los dioses, portada en el bolsillo de su chaqueta pegado al corazón, daba un pequeño sorbo, y añadía, que no se podía tocar bien la guitarra flamenca, con el gaznate seco. Una noche, íbamos en mi coche a una peña flamenca de la provincia, en compañía de otros cabales, y en un momento del recorrido, les dije: Creo que me he perdido, a ver si encontramos a un parroquiano que nos oriente. Vicente, desde el asiento de atrás sentenció con contundencia: Apéate Tito, que yo conduzco. Peña de La Platería, en el Albayzín de Granada, a nueve de Diciembre de dos mil diecisiete.

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