martes, 26 de diciembre de 2017

ANDRÉS SEGOVIA

ANDRÉS SEGOVIA Tito Ortiz.- Pocas estaciones de metro en Granada con un nombre tan merecido como éste. Si analizamos la historia, poquitos son los granadinos que han hecho tanto por Granada como éste jiennense. Nació en Linares sí, pero desde zagalón eligió nuestra tierra para vivir, formarse, entablar amistades eternas como las de Federico o Falla, y vivir en nuestra costa hasta el final de sus días. El metro de Granada, que en cuanto llueve le salen goteras y que, se para por falta de electricidad, se parece bastante a aquel tren que don Andrés cogía en la estación de Linares Baeza y lo traía hasta la ciudad de la Alhambra, con su carbonilla, su traqueteo y sus bancos de madera para la tercera clase. Aquí dio su primer concierto con tan solo catorce años, aquí comenzó a aconsejar a los luthiers, para mejorar la construcción de la guitarra y diferenciarla de la flamenca, ideó la posición correcta de la mano izquierda para mejorar la interpretación y se hizo grande, en todos los sentidos. El Marqués de Salobreña, que se exilió a Montevideo, a raíz de los tristes sucesos de 1936, que para él se iniciaron con el asesinato de García Lorca, no regresó a España hasta la década de los cincuenta, fijando residencia en Madrid y en nuestra costa. Antes de irse, había tenido una importante presencia entre los organizadores entusiastas del Primer Concurso de Cante Flamenco de toda la historia en1922, o de los conciertos con motivo de las fiestas del Corpus, que servirían de semillero para organizar el Primer Festival Internacional de Música y Danza, en el que con el tiempo llegó a participar como concertista, y jurado del desaparecido Concurso de Interpretación de Guitarra, nacido a la sombra del festival, en compañía de Narciso Yepes y Regino Sainz de La Maza, entre otros. Una iniciativa que después sería extraordinariamente bien recogida en La Herradura, a poca distancia de la casa donde veraneaba el maestro. El que fuera, entre otros títulos y honores, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada, tiene una parada del metropolitano en tierra de todos, frente al Centro Cívico del Zaidín, la sede provincial de los populares, y por si nos pasara algo – dios no lo quiera – junto al Colegio de Médicos, donde fácil es suponer que, en caso de tragedia, alguno estará por allí, aunque sea llevando a cabo algún trámite. Se trata de una parada intermedia, no muy concurrida, cercana al imperial Carlos V, que eso da siempre cierta prestancia. El metro de Granada, en su corta existencia, ya se ha granjeado la simpatía de todos los usuarios, que reconocen el esfuerzo por la regularidad en sus llegadas, con la intención de que no esperemos más de diez minutos entre un tren y otro. Esa frecuencia a ritmo de un exacto metrónomo, no la había conseguido en Granada, ni “Saleri” con su reata de burros turísticos, que no debieron perderse nunca. Lo que no sé, es si el maestro Segovia vería con buenos ojos, que los viajeros de este transporte vayan escuchando en sus auriculares, Reggaeton, Camela, y raperos sin graduación. Porque en realidad somos muy pocos los que vamos escuchando, Radio dos clásica, es más, yo cuando viajo degusto con la frialdad de un asesino en serie, la discografía completa de, Luís Aguilé, y en gran parte la de, Georgie Dann, que es por la que yo muero. Lo sé…nadie es perfecto.

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