martes, 12 de diciembre de 2017
PALACIO DEPORTES
PALACIO DEPORTES
Tito Ortiz. -
A ésta parada del metro tampoco le encaja el nombre. Le han puesto “Palacio Deportes”, porque se ve el edificio, pero en realidad le tendrían que llamar: “Palacio de La Tapa y El Pastel”, ese si es un nombre acertado para una estación de metro consecuente con sus alrededores y cercanías. En quinientos metros a la redonda, tomando como eje el apeadero, se dan cita las muestras culinarias y gastronómicas más diversas de nuestra provincia, incluida la comida rápida, que a los niños tanto les encanta. En ésta parada se puede uno quedar a vivir de por vida, sin echar de menos nada del sustento. Desde una salchicha granaína, desconocida fuera de nuestras provincianas fronteras, a un postre internacional como el pionono, pasando por una carne de nuestras dehesas y un pescado de nuestras costas, a lo que habría que añadir, un buen muestrario de pasta y pizzas, junto a la renombrada hamburguesa de la internacional más internacional. Uno puede degustar las maravillas de nuestra gastronomía y mejores vinos, sin perder de vista el metro, sus vías y la estación más “cool-linaria”. Es en ésta parada donde se advierte que el metro nos hace a todos iguales, seamos de la condición social que seamos, y tengamos la nómina que a cada cual le ingresan. Si observamos la vestimenta de las criaturas que aquí toman el metro, se advierte cierta diferencia con los que suben en Armilla, o se bajan en Albolote. No en vano, la avenida de Carlos V y sus aledaños, significan cierto nivelito, superior a la media, pero que aún así, unos por conciencia social, otros por ecologistas convencidos, y los que más, por economía, desde que el metro funciona, no han vuelto a coger el coche para ir al estanco o, al supermercado, y ahí quería yo llegar, porque lo de subir al metro para ir al super, que en principio parece algo inofensivo, en realidad contiene latente, un alto riesgo para los usuarios del metropolitano. Y a las pruebas me remito.
Existe una especie humana, llamada: “Señora de la compra”, que es una criatura al uso, solo que se hace acompañar de un carrito, que sin conciencia de su maldad, utiliza para agredir al prójimo. Me explico. La dama en cuestión tiene una horquilla de edad, que va entre los cuarenta y cinco y setenta años. Se mueve como un autómata, sin fijarse en la gente, con la mirada perdida al infinito, como caballero legionario en formación de firmes. Viene del super de hacer la compra, y en lugar de obedecer a su médico y no cargarse demasiado, lleva el carro hasta los topes. Y en lugar de portarlo al frente de su cuerpo y empujarlo con las dos manos por delante para evitar lesiones – como le ha vuelto a decir el médico – la señora en cuestión, avanza por el vagón al ritmo del paso de la oca, pero arrastrando el carro tras de sí, a su espalda, con una sola mano, sin ver si el vehículo pasa o no entre las personas, si tropieza con un asiento o con el tobillo de mi prima, como es el caso, que fue casi seccionado por las ruedecitas del carrito cargado de lechugas y yogures, con el que la dama recorrió los tres vagones buscando asiento, mientras que en el recorrido, aplastó, siete falanges, dos metatarsos, cuatro calcáneos y cinco juanetes. Menos mal que estábamos cerca del Parque Necrológico, y entramos en dos zancadas a las urgencias del hospital, Alejandro Otero, único nombre con el que la Junta ha acertado en Granada, aunque ahora pretenda enterrarlo de nuevo. Los golpistas lo exiliaron, la Junta lo recuperó de la memoria, y ahora lo enterrará otra vez. Algo muy propio de gente formada y con las ideas claras. Luego querrán que los vote.
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