martes, 16 de enero de 2018

QUE ALGUIEN ME LO EXPLIQUE

QUE ALGUIEN ME LO EXPLIQUE Tito Ortiz.- Vamos camino de la treintena de años siendo un ejemplo para el mundo, en algo tan difícil como la donación de órganos y su posterior trasplante. Nuestro sistema sanitario no hace más que recibir felicitaciones, por la gran solidaridad de los ciudadanos españoles que no dudan en regalar vida, a personas a punto de perderla, mientras que ese mismo sistema, las deja morir en los pasillos de las urgencias. Es imposible aceptar, que una organización profesional que es capaz de ser pionera y ejemplo internacional, por su donación de sangre, de médula y órganos, caiga una y otra vez al abismo de la incompetencia por una simple Gripe. Nuestro trabajo en trasplantes nos encumbra a lo más alto, la lucha contra el cáncer también, pero llega la Gripe y toda una organización modélica, salta por los aires, convirtiendo los pasillos de los hospitales en claros ejemplos tercermundistas, que nos retrotraen a tiempos de siglos atrás, o a países subdesarrollados, donde la calamidad es plato diario, suficiente para pedir ayuda inmediata al mundo civilizado. Una mujer muere en una camilla, después de que durante un día la estén llamando por los altavoces, y es que es muy difícil contestar cuando ya no se está en éste mundo, gracias a la negligencia de ese sistema que tantas medallas se cuelga en otros aspectos. Una bebé muere atragantada con una pieza de su sonajero, porque su centro de salud no tiene consulta por la tarde. Un sistema de fusión hospitalaria, es “desfusionado” por la movilización ciudadana, y la organización profesional necesita un año, para que una capital como Granada, vuelva a la “normalidad” sanitaria. ¿Cómo es posible que estemos tan avanzados en unas cosas, y tan atrasados en otras? Cuando hablamos de nuestra salud. Contamos con una alta tecnología para predecir el tiempo, y unos sistemas de comunicación universales para advertir a los ciudadanos de la que se nos viene encima, pero varios miles de familias tienen que pasar un día atrapados en la nieve caída, en una autopista de peaje que se preocupa de cobrar de inmediato, para que luego tenga que llegar el ejército a rescatar a las criaturas. ¿Cómo es posible que estemos tan abandonados a nuestra suerte, por aquellos que tienen la obligación de protegernos? El responsable de tráfico nos abronca por inconscientes, y nos recomienda llevar un kit de supervivencia como si fuéramos a escalar un ocho mil, cuando lo que pretendemos es simplemente llegar a casa. Si año tras año – y más el último – seguimos batiendo récords de visitantes, ¿por qué los empleados de la hostelería siguen siendo maltratados con contratos irrisorios, sueldos de miseria, y hasta sin convenio como es el caso de Granada? Los empresarios están haciendo su agosto durante todo el año, mientras que los trabajadores siguen en temporada baja desde antes de la tan cacareada crisis. Somos capaces de dar lo mejor y lo peor de nosotros mismos, sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza, sin que se asuman responsabilidades. Los que nos desgobiernan no conocen la palabra dimisión, y algún sector empresarial, campa a sus anchas mientras la inspección de trabajo en el sector hostelero no actúa de oficio o mira hacia otro lado. Estamos tan descompensados, que no sé como nos atrevemos a dar lecciones o jactarnos de éxitos, cuando hacemos aguas en tantas cosas. Tenemos tanto en que mejorar, que los logros obtenidos en algunos campos eclipsan la realidad cotidiana. Somos un país de sainete, con todos mis respetos a los hermanos, Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, cuya agrupación teatral en Granada, dio días de gloria que todavía perviven en el recuerdo.

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