martes, 2 de enero de 2018
HA MUERTO SIN MI PERMISO
HA MUERTO SIN MI PERMISO
Tito Ortiz.-
Quería yo ajustarle las cuentas a 2017, y no me ha dado tiempo. Se me ha ido sin darme cuenta, como a traición, en un descuido, sin querer dar la cara. Eran tantas cosas las que tenía pendientes con el, que ahora no sé que voy a hacer, porque el pobre 2018, no tiene culpa de nada, la criatura solo cuenta con unas horas, y no es cosa de hacerlo responsable de las fechorías que ha llevado a cabo su predecesor. En dos mil diecisiete me diagnosticaron un cáncer, al que – de momento – he sobrevivido contra todo pronóstico, gracias a los dioses, y a toda la cuarta planta de Ruiz de Alda, con los que estoy en deuda de por vida. Solo por esta circunstancia, ya tenía yo ganas de echarme a la cara, al año que se nos fue y pedirle explicaciones, porque lo primero que pensé cuando me lo dijeron, es que no me comía los mantecados, y aquí estoy, fiel a mi cita con ustedes los lectores de Ideal, que tienen la deferencia de leerme cada martes, y cada agosto en toda su extensión. Vivir para ver, o en mi caso y, mejor dicho, sobrevivir, aunque duela. Y es que duele mucho ver a un año que se va, habiendo subido la trágica estadística de mujeres asesinadas por la violencia machista, asunto éste que ya podemos tildar como el gran fracaso de nuestra sociedad, desde la declaración de la Primera Guerra Mundial. En violencia contra la mujer, estamos en los mismos parámetros que cuando se hundió el Titánic, y lo que es más preocupante: Las mujeres son acosadas, violentadas, violadas y asesinadas, cada vez con menor edad, en su ámbito escolar y familiar. En tantos años de lucha no hemos sido capaces de educar en las escuelas y en las casas a nuestros hijos en igualdad. El maltrato hacia la mujer ya adopta las técnicas sofisticadas de las nuevas tecnologías. En mis tiempos, se hacía una pintada insultante contra una vecina o compañera de colegio o instituto, con un trozo de tiza en la pared de su portal. Ahora como somos tan modernos, le mandamos un WhatsApp a ella y a todo el grupo, para que sea más sangrante y violento. Pero la violencia machista no solo se reduce, sino que aumenta como si el ser humano varón retrocediera a las cavernas. Uno de los últimos asesinos de 2017, llevó a cabo su fechoría al más puro estilo cromañón. La llevó arrastrando del pelo durante unos metros, no hacia la gruta, sino hasta el coche, y en lugar de asesinarla y salir corriendo, como lo único que hemos conseguido en la sociedad civilizada es avergonzarlos, y no reeducarlos, se inmoló con ella para no ser después señalado con el dedo. Son asesinos que prefieren morir antes que ser juzgados. Y yo me pregunto: ¿Por qué no se suicidan ellos primero, y luego intentan matar a su compañera? Sería más divertido que lo hicieran así. Hay que convencerlos de ésta propuesta mía. Es fácil. Levántese la tapa de los sesos con su escopeta de caza, y solo después de esta acción, vaya a matar a su mujer. El que el asesino se suicide después para no aguantar la presión social y mediática, no solo no está solucionando el problema, sino que duplica sus macabras consecuencias. Hace dos noches al dar las doce en el reloj de la Audiencia, me tomé trece uvas. Yo no soy supersticioso, tengo motivos para todo lo contrario, pero lo hice con la sana intención de que, éste 2018, en quién tengo puestas todas mis esperanzas, me deje antes de irse ajustarle las cuentas, que no muera sin mi permiso.
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