domingo, 1 de abril de 2018
EL TERCIO DE LA PARIGÜELA
EL TERCIO DE LA PARIGÜELA
Tito Ortiz.-
Cada vez es más frecuente encontrarte a la salida de alguna hermandad, un número considerable de hermanos/as cofrades, que en su momento pertenecieron a la misma, o que, sin dejar de ser numerarios, escogen el no procesionar como opción voluntaria u obligada por las circunstancias particulares de cada uno/a. Muchos de estos veteranos suelen ser asiduos de casas de hermandad o tabernas cofrades, lugares en los que no se deja de hablar de semana santa durante todo el año, y unos pocos, rozando ya la obsesión semanasantera, tienen a las cofradías como tema de conversación, hasta en el chiringuito de la playa en pleno verano. Incluso algunos se erigen en reuniones secretas, con númerus clausus, que entorno a un buen vino y un chuletón, o se cuentan batallitas al estilo abuelo cebolleta, o se comenta la actualidad, que tanto monta, monta tanto. Tal es el caso de un puñado de fundadores de hermandades y costaleros de la primera cosecha granatensis, que bajo el nombre de, “El Tercio de La Parigüela”, llevan a cabo esta ímproba labor en pro de la semana santa granadina. Sus conocimientos de primera mano, vividos en primera persona, darían para editar una enciclopedia de la semana santa de nuestra tierra, pero valgan algunos ejemplos hilarantes, de lo escuchado con ellos, para comprender el hecho de que si estas personas no existieran habría que inventarlas, pues todo lo que aquí se relata es cierto y yo doy fe.
Después de lo bien despachados que vamos de agua en ésta cuaresma y semana santa, bien haremos en recordar aquella segunda salida de la hermandad del Amor y la Entrega, agonizando la década de los setenta del siglo pasado, en la que la tromba de agua caída nada más asomar el cortejo a la Carrera del Darro, hizo necesario parar el paso del Señor, a la altura del primer puente, pegarlo a una casa noble de la calle, y aprovechando la reja, que trepara por ella Jesús Ortiz, fundador de la Hermandad, y le colocara al Cristo su propio Anorak, a falta de plástico para protegerlo, lo que dio lugar a unas fotos que hoy día siguen cotizándose al alza. No todos los días se tiene la oportunidad de observar un Nazareno de Cruz al Hombro, bajo la Alhambra con su anorak y capucha, protegiéndose de la lluvia. Llegada la hermandad al refugio de la Real Chancillería, donde coincidió con La Aurora, el Gran Poder y el Santo Entierro, aprovechando unos minutos en que dejó de llover, ambos hermanos mayores de riguroso chaqué, salieron al exterior a fumarse un cigarro y meditar sobre la conveniencia de seguir hasta la carrera oficial o retornar a sus respectivas iglesias. Don Antonio Berbel, responsable de la Aurora, no paraba de dar caladas al cigarro y mirar al cielo, hasta que, pisando la pava en el suelo, dijo: Yo me vuelvo a mi iglesia. No puedo arriesgarme a que nos llueva más. Yo llevo joyas en los tronos. -Refiriéndose a las tallas del Cristo del Perdón y La Virgen de la Aurora-. El hermano mayor de la Concha y el Manuel, el modisto granadino, Enrique Megías, al escuchar aquellas palabras y sintiéndose menospreciado por su oponente, le espetó: Berbel, yo voy a seguir hasta la tribuna, porque lo que yo llevo sobre los tronos son dos muñecos de Almacenes el 95. Y cada uno se volvió con los suyos para volver sobre sus pasos. Ya no llovió más en toda la tarde.
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