martes, 18 de septiembre de 2018

NOS EXTINGUIMOS

NOS EXTINGUIMOS Tito Ortiz.- Cada día que pasa lo tengo más claro. Los europeos, tal y como nos vemos hoy, somos una especie a extinguir. Al ritmo que llegan las pateras a nuestras costas, repletas de menores y embarazadas, nos quedan dos telediarios para desaparecer de la faz de la tierra. La natalidad ha descendido entre nosotros, por aquello de la paternidad responsable, de darle a los hijos todo lo que no tuvimos sus progenitores, y claro, eso pasa por olvidarse de las ventajas del carné de familia numerosa, y optar por la parejita ya, cometiendo un exceso que raya en la irresponsabilidad. La incorporación de la mujer al mundo laboral, y la necesidad de realizarse en igualdad con respecto al ahombre, también ha retardado o, anulado, el acceso a la gestación de nuestras mujeres. Frente a este descenso, está la libre procreación, sistemática y programada en origen, de quienes arriban a nuestras costas, con la sola intención de que en veinte años – que ya dice el tango que no es nada – coexistan entre nosotros españoles de pleno derecho, con el aspecto físico de las pinturas que en mis tiempos tenían las huchas petitorias del Día del Domund. Esto no sería nada grave sino, todo lo contrario, si habláramos de plena integración de aquellos que nos vienen para quedarse, pero la realidad nos dice que, la radicalización es algo genético, y que desde el islam y otros lugares, lo único que se pretende, camuflándolo de migración, es una reconquista en toda regla, que acabará convirtiéndonos primero a nosotros en esclavos, y después en una raza testimonial que será estudiada en las escuelas por eso/as nuevos/as europeos/as, como la civilización a la que vinieron a derrotar, en algo tan sencillo como una barca inflable de los chinos. Si estas criaturas que mueren a decenas en el Mediterráneo queriendo llegar aquí, tuvieran un sistema político que les permitiera vivir en paz y libertad, y tomar dos comidas diarias, no arriesgarían sus vidas y sus ahorros para llegar tiritando a Motril con cara de asustados. La emigración, o la resolvemos en origen, o nos comerá a todos. Que nadie piense que, por darle dinero al desgobierno marroquí, para que cierre las fronteras, esto se va a resolver. Con ese dinero pasa como con el de los fondos reservados que, en época de Franco, se utilizaba para untar a la policía francesa, y que nos dieran algunas migajas de información sobre los comandos etarras que se movían por Francia como Pedro por su casa. Al final, algunos comisarios e individualidades de la policía gala, tenían chalets y coches de lujo, que no se los podían permitir ni sus ministros, pero la policía española no hacía más que dar palos de ciego, buscando a los comandos asesinos, que una vez pasada la frontera, desaparecían como por arte de magia, cuando estaban chiquiteando en los bares de San Juan de Luz, o Bayona, a ojos de todo el mundo, en plena calle y con una sonrisa de oreja a oreja, tras haber sembrado la muerte y el terror en España. De 1974 a 1977, esa fue la moneda corriente en la investigación. Bolsas llenas de Galerías Preciados con el dinero de todos, entregadas en el topo, a su paso por el Puente de Santiago, a algunos componentes de la policía francesa, que se reían en nuestra cara, dándonos información vieja e inútil, mientras su nivel de vida subía como la espuma en comparación con el de compañeros de su misma promoción y escala. La emigración hay que frenarla en la calle donde viven los que llegan en patera, lo demás es perder el tiempo, el dinero y la historia. Cada vez somos menos. Y si no, al tiempo.

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