miércoles, 26 de diciembre de 2018

FAGOCITÁNDONOS

FAGOCITÁNDONOS Tito Ortiz.- Dios omnipotente y sumo hacedor creó Granada, a su imagen y semejanza, como una extensión más del paraíso, pero después, para compensar, nos colocó a los granadinos en ella, y por si faltaba algo, nos salpicó de malafollá, porque la felicidad completa no existe, o no debe existir. Con Europa ha pasado lo mismo. Tras la segunda guerra mundial, hubo un puñado de valientes que quisieron hacer posible el sueño milenario de una Europa unida, sin fronteras ni pasaporte. Una Europa en la que los españoles soñábamos con estar, y que por fin pudimos disfrutar, de ella y de su moneda única. Pero la felicidad era tan grande, que este invento de la unión había que boicotearlo, y para ello no ha hecho falta una agresión externa de Corea del Norte, Estados Unidos o Rusia. Nosotros, los europeos, sin ayuda de nadie, nos estamos encargando de destruir el mayor sueño de la historia, la utopía conseguida, el gran ejemplo de democracia y libertad envidiado por el resto del mundo. Pues eso nos lo estamos cargando nosotros, los europeos, sin necesidad de entrar en conflictos con nadie, hasta el punto, de que Reino Unido ha sido el primero en levantar la mano y ha dicho: Hasta aquí hemos llegado. Ahí os quedáis con vuestro euro, con vuestra libertad y democracia, con vuestra economía y desidia. Los británicos se van de Europa antes de que el castillo se derrumbe del todo, y los coja debajo, como nos va a ocurrir a nosotros. Y todo por la ineptitud de nuestros eurodiputados, que lejos de agarrar el toro por los cuernos del presente y el futuro, se dedican a mirar para otro lado, sin atajar los problemas actuales, como la inmigración y la crisis económica, que está empobreciendo a los europeos, obligándolos a la protesta en las calles, al viejo estilo de las barricadas. Nuestros representantes en Bruselas, consienten desde hace treinta años, que el Mediterráneo se haya convertido en una fosa común, y los centros de acogida en tierra, insuficientes para soportar el trasvase humano de África a Europa. Y lejos de abordar esto en origen, miran para otro lado, permitiendo un caldo de cultivo excelente para el renacer de la extrema derecha, que pronto nos pasará a cuchillo. Solo es cuestión de tiempo. Mientras, nuestros eurodiputados están a lo “importante”. O sea, nos suben la gasolina, los impuestos, mantienen sueldos y pensiones de indigencia social, nos asustan con prohibir la circulación de los coches diésel, que tanto se ocuparon de promocionar y de que compráramos, y pretenden solucionar el problema de los vertidos al mar poniendo fecha de caducidad a las cucharillas de plástico y las pajitas, algo a todas luces irrisorio para el daño que estamos haciendo a nuestros mares, pero que por lo visto es el producto de una mala siesta en el parlamento europeo, y al despertar, a su señoría se le encendió la bombilla, y ¡Zas! Eureka, ya lo tiene. Un Nobel de ecología para el, y todos los lerdos que lo siguen. El mundo se desmorona bajo nuestros pies, y los sesudos eurodiputados, arriesgan su vida prometiendo que, en 2021 ya no tendremos pajitas y cucharillas de plástico. ¿Se puede ser más necio? Bueno pues ahí están todos cobrando sueldos millonarios, con dietas escalofriantes, escoltas y secretarias, coches blindados, viajes en business class, pensiones insultantes. Todavía no saben qué hacer con los plásticos de los invernaderos de nuestras costas, que sospechosamente salen ardiendo cada cierto tiempo donde los almacenan, pero lo de las cucharillas y pajitas, eso… eso ya está hecho. Y nosotros sin tener con que calentarnos.

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