EL SARGENTO PATRICIO
Con la corneta de llave, no hubo quién le superara. La semana santa de los años sesenta y setenta en Granada, tras su Cristo del Perdón, gozó del mejor sonido procesional.
Tito Ortiz.-
La Banda de Cornetas y Tambores del Batallón Mixto de Ingenieros, a las órdenes del Sargento Patricio, sonó siempre mucho mejor que la del Córdoba 10. Eso me lo reconoció hasta el propio, Julio Marabotto Brocco, por entonces Capitán Director de la Banda de La Novena región Militar de Granada, y Julio era un músico de carrera, que llegó a dirigir el Real Conservatorio de esta tierra. La banda de ingenieros era otra cosa, con respecto a las demás, distribuidas en cada acuartelamiento de entonces. Entre otras cosas, porque el Sargento Patricio nos ponía a ensayar todos los días, varias horas, en aquel segundo patio, que nosotros llamábamos el de las antenas, porque allí estaban las de las emisoras de los compañeros de Transmisiones, ingenieros como nosotros, y si no, que se lo pregunten a Jerónimo González del Pino, mi entrañable y admirado amigo, que ha entregado su vida profesional a este menester, y con el que de vez en cuando bebo, porque los amigos que no beben juntos, no son de fiar, pero no es nuestro caso. Pero volvamos a las cornetas y tambores de Patricio. Como jefe de la banda era incansable, y además perfeccionista, con lo cual, si la marcha que estábamos ensayando no salía perfecta, la repetíamos hasta conseguirlo, sin mirar el reloj. No importaba si era la hora de la salida a paseo, o sonábamos como los ángeles, o de allí no se movía nadie.
LLORAN LOS LEGIONARIOS
Aquella semana santa de 1972, a los componentes de la banda nos llamaba la atención, porque llevábamos desde enero ensayando el himno de La Legión, una marcha que no habíamos tocado nunca, pero que el sargento Patricio había incluido en el repertorio de las procesionales, sin decirnos por qué, como era su costumbre. Le gustaba sorprendernos y ya lo creo que lo hizo. Como cada año, la banda desfilaba en Alcaudete, (Jaén) en una procesión mañanera, alrededor de un monte, y que posteriormente representaba en la plaza del pueblo, una escena de la pasión en la que Judas es perseguido por haber delatado a Cristo, un asunto de mucha tradición y atractivo por las máscaras que usaban. Pero también desfilábamos un día en Archidona y otro en Antequera, donde coincidíamos con la Legión. Allí era la costumbre antes de salir en el cortejo, que los mayordomos reunieran a las dos bandas en el patio trasero de un bar, donde se nos ofrecían unas viandas para acometer las horas siguientes con buen ánimo, y donde a los postres, en una especie de pique o competición, los legionarios tocaban una marcha de semana santa, nosotros le contestábamos con otra, y así se establecía una especie de reto sonoro-cofradiero, para ver cuál de las dos bandas tocaba mejor. El jurado era popular, o sea todos los vecinos que entraban en aquel patio y los que escuchaban desde la calle. Comenzó la Legión con una marcha saetera de brío, y cuando era nuestro turno, el sargento Patricio nos hizo una señal pactada, y rápidos como centellas iniciamos el toque de himno legionario. Como accionados por un resorte, los caballeros legionarios como mandan sus ordenanzas, adoptaron la posición de firmes con la mirada al infinito, y a nuestros sones cantaron con la voz entrecortada por la sorpresa, el novio de la muerte. Muchos de ellos llorando de emoción ante la sorpresa. Una vez más, el sargento Patricio había triunfado.
VIRGEN DE LA AURORA
Como cada martes santo, la banda de Ingenieros acompañábamos a la hermandad de la Aurora, no sin antes cumplimentar nuestro trabajo por la mañana, que consistía en instalar unas rampas para que los costaleros salvaran los escalones de la iglesia de san Miguel y los de la placeta de san Gregorio. Las mismas rampas que instalábamos en el viejo Los Cármenes, para cuando venían el Madrid o el Barcelona, y se abría la tapia para que pudiera entra la gente con mayor holgura. Marchábamos dentro del cortejo y estando a punto de entrar en la tribuna de la plaza del Carmen, Patricio mando tocar una marcha que entre el principio y el final, permitía un solo de corneta a elegir por el solista que era él, y que habitualmente no ensayaba con nosotros para causar mayor sorpresa, y ya lo creo que nos la dio. Cuando desfilábamos por mitad de la plaza del Carmen, las cornetas terminamos la introducción y los tambores redujeron el volumen del redoble esperando el solo del sargento, este se despachó a gusto con la mejor interpretación, por primera vez en la semana santa de Granada, ya que después sería muy imitado, del Himno a La Alegría, que por entonces promocionaba Miguel Ríos. Cuando Patricio terminó el solo, la plaza se vino abajo, y para rematarlo, cuando giramos a Reyes Católicos, abordó el, Silencio de Roy Etzel, que en la época estaba de moda. Cada vez que hablo con él, escucho aquella Granada cofrade sorprendida y entusiasmada. Que grande eres Patricio, esta ciudad te debe un homenaje.
Buenos días Sr. Ortiz:
ResponderEliminarSoy el hijo del Sargento Patricio (actualmente retirado como Subteniente).
Ante todo, quiero darle las gracias, por este pequeño homenaje para muchos, pero para mi familia, ha sido un “gran y sentido homenaje “hacia mi padre.
No se puede hacer una idea, de como se ha sentido mi padre al leer estos párrafos escritos por ud., rememorando su “sencilla vida”, de la cual nos sentimos muy orgullosos toda su familia.
A sus 85 años, todavía cuenta algunas “batallitas” de su vida militar (desde los 14 años) y personal, pues afortunadamente, tiene muy buena memoria.
Sin más, quiero hacerle saber que le estoy muy agradecido. Un saludo y un fuerte abrazo.
Patricio