LA TORTAJADA
Esta santaferina de fama internacional en su época, coincidió con La Bella Otero en el París del cancán, que inmortalizó Toulouse-Lautrec
Tito Ortiz.-
Lo mismo que un siglo antes, la motrileña, María Antonia “La Caramba”, había conquistado Madrid, Consuelo Tamayo Hernández, “La Tortajada”, sentó plaza y cátedra en un París que a finales del XIX, disfrutaba de unas noches históricas en acreditados locales de variedades arrevistadas. Cantaba con gracia y donaire, bailaba con movimientos personales en acompasadas coreografías, y su desparpajo a la hora de hablar y desenvolverse en todos los ambientes, causaron sensación en aquella Francia de la Belle Époque. En 1864, nace en un castillo francés el gran pintor y cartelista, Toulouse Lautrec, quién mejor retrató aquella época parisina de juerga y diversión. Pese a que no sería descartable, lo cierto es que, no hay evidencia que nos haga sospechar relación alguna entre ambos, pero no sería descartable que la granadina, apareciera en algún cuadro, o sobre todo, cartel del genial artista, porque coincidir en el tiempo, coincidieron. Lo mismo que podemos asegurar que, por los años y locales de sus actuaciones, también estuvo cerca de otra leyenda de aquel tiempo como, La Bella Otero. Claro que al coincidir en actividad artística y mismos teatros, no sería descabellado sospechar cierta tirantez en el trato, o distanciamiento prudente, porque no hay constancia de amistad entre ellas, o de riñas y escándalos por asuntos de competencia, muy al uso entonces.
RAMÓN TORTAJADA
Encarnación recoge el nombre artístico de, “La Tortajada”, del apellido de su marido, que la desposó cuando ella apenas tenía quince años. La granadina se encontraba educándose en un colegio de Barcelona, cuando el director del coro en el que cantaba, vislumbró en la niña actitudes y aptitudes dignas de promoción y deleite. Se casó con ella, la amoldó artísticamente a los gustos de la época, y erigiéndose en su marido y representante, no dudó en presentarla en los mejores teatros de Madrid y Barcelona. Viendo el éxito obtenido, lo tuvo claro y dio el salto a París, donde La Tortajada se convirtió en la reina de teatros y salas del momento. Agoniza el siglo XIX, comienza el XX, y la artista santaferina recorre Europa, América y África. Cosechando los triunfos más importantes de su carrera. Con el paso de los años, regresan a la capital instalándose en una casa de la Plaza de Mariana Pineda, lo que hace que Ramón frecuente la tertulia “El Rinconcillo” del café Alameda, donde coincide con los intelectuales capitaneados por Lorca, y donde alguna tarde se le vio sentado al piano. Pero Ramón protagonizaría un hecho del que la prensa se hizo eco en toda España. Aprovechando una salida a misa en Las Angustias de su esposa, huye con la cocinera y todo el dinero que puede arramblar, pero es detenido en una casa de huéspedes de Barcelona, donde se comprueba que había vaciado las cuentas de La Tortajada en Berlín, y se le encuentran ciento cincuenta mil pesetas de la época, producto de haber dejado a cero, otra en una entidad mercantil.
GLORIA Y DECLIVE
En 1906, cuando La Tortajada está en pleno apogeo, viene al Teatro Cervantes de la capital, y actúa desinteresadamente con la condición de que la mitad de lo recaudado sea para los necesitados de Santa Fe, y la otra para los granadinos. Fue siempre una mujer muy religiosa y generosa, como lo demuestra que fuera recibida en audiencia privada por el Papa, Pío X, un asunto que entonces no estaba al alcance de cualquiera, y menos de una artista de fama mundial, especializada en tan peculiar y moderna actividad. Cuentan sus muchos biógrafos que, también fue condecorada por el Zar Nicolás II, y por el Káiser alemán, Guillermo II, que sobre ella se publicaron noticias falsas como que había sido raptada, asesinada o comida por caníbales, asuntos estos que denotaban la celebridad de nuestra paisana, y su fama internacional. Cuando en 1911 viene al lecho de muerte de su madre para despedirse, esta le pide que abandone los escenarios, y Encarnación la satisface dos años más tarde, al cumplir con los compromisos contraídos con anterioridad. Consuelo vivió en Granada hasta 1955, frecuentando la basílica de La Patrona, con una vida social constreñida, y la asistencia a los festejos taurinos, que eran muy de su agrado. Decide entonces volver a la casa paterna de Santa Fe, donde están sus raíces, frecuentando la Iglesia de La Encarnación. Allí, donde los reyes católicos instalaron su campamento, durante el asedio a La Alhambra, falleció La Tortajada en 1957. Una mujer que lo fue todo en el music-hall, cuya vida es digna de ser llevada a la pantalla.
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