martes, 30 de junio de 2020

UN CAFÉ YEYÉ

UN CAFÉ YEYÉ

Tito Ortiz.-

Aunque ya hay alguna generación granatensis a la que, hay que explicarle que era aquello del, Café Suizo, sobre todo si en la puerta había un letrero en el que rezaba: Café Granada, lo cierto es que aún perdura en la memoria de muchos, aquel salón de  estética y costumbres, a la belle époque, que en la Granada de los años sesenta y setenta, marcó el latir de una ciudad provinciana, con el travestismo de acoger por las mañanas a tratantes de ganado, maestros de obras, corredores y rentistas, mientras que por la tarde se convertía en un ateneo donde cultivar las bellas artes en todo su esplendor. Lugar obligado de cita para todo aquel que tuviera una mínima inquietud cultural o artística, al traspasar su puerta giratoria, te atrevías a entrar en un mundo, donde se exigía un mínimo de inteligencia y un mucho de audacia creativa. Tardes y noches en los que, saboreando un blanco y negro, se pergeñaba un nuevo estreno de teatro, un concierto, la edición de un poemario o la irrupción de una novela en mayor o menor medida, comprometida con la España de entonces, aunque en el Suizo, la clandestinidad fue siempre muy sutil y a veces hasta consentida.
Fue el gran maestro y académico, Manuel López Vázquez, quién en un alarde de gestación primorosa, dejó para la posteridad pintada una obra en la que, se reconstruye una tarde cualquiera con muchos de los que allí éramos habituales, en amena charla cafetera, sobre mesas de mármol blanco y jarras de agua transparente. Pero ahora hay sido el poeta, escritor y académico de Buenas Letras, Arcadio Ortega Muñoz, quién ha plasmado en sabios renglones, la imagen escrita de esos personajes pintados por López Vázquez en el histórico café. Y, además, Arcadio la ha complementado con otros que, por razones de espacio, no cupieron en el original pintado, pero que los folios han absorbido con total naturalidad. La obra de Ortega Muñoz es el, complemento perfecto para el famoso cuadro, que le da razón de ser y existir. La enorme capacidad descriptiva que Arcadio, tiene para descifrar al lector una situación, un paisaje o un personaje, enriquece el cuadro, reflejando fielmente una época de una Granada, que se abría a otros mundos por venir, sin dejar a un lado un ligero perfume decadente del que nunca pudo huir, de ahí su belleza y su verdad. Entre párrafos y entrecomillados, aporta el autor a modo de desahogo, de interludio o entre acto, una redacción a veces acorde con lo que antecede y a veces no, más propia del poeta que Arcadio lleva siempre dentro, y del que no logra desembarazarse en su prosa y mucho menos en su narrativa. El lector lo agradece, en principio por descanso de la nómina aportada en algunas ocasiones, y en otras, porque advertimos con claridad meridiana las dos facetas de este poeta escritor, o del escritor poeta, porque me cuesta – a veces – mucho trabajo, desligar esas dos personalidades en muchas de las obras arcadianas.  

martes, 23 de junio de 2020

REVISIONISMO

REVISIONISMO

Tito Ortiz.-

Quiero pensar que esto de la pandemia, la crisis económica, el paro y el aburrimiento, ha dado como resultado, que un par de iluminados analfabetos,  se estén dedicando a aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, para ajustar cuentas con la historia, desde el punto de vista más cerril y acabestrado. La muerte de un afroamericano a manos de un policía blanco, ha convulsionado el mundo como era de esperar, y además de las justas manifestaciones de repulsa a las que me uní en su día, alguien ha aprovechado el río revuelto para saquear establecimientos y prender fuego a los edificios, algo por cierto nada edificante. Pero  deberían  explicarme, por qué el asunto deriva en, revisar la historia y acabar con las estatuas de Cristóbal Colón, como símbolo repulsivo de las desgracias humanas. Estos que ignorando la verdad de la historia de manera flagrante, arremeten contra el descubridor, son los descendientes de aquellos aguerridos valientes que,  - revolver en mano - llevaron a cabo la conquista del Oeste en Estados Unidos, masacrando a las diversas tribus de indios que llevaban allí desde el Big Bang, protagonizando con ello el mayor genocidio que se conoce en América del Norte, desde que ingleses e Irlandeses, años antes, también hicieron de las suyas en aquellos terrenos, sin que nadie les haya  puesto un pero a su acción. Todo lo contrario, se han hecho centenares de películas, sacando pecho de aquella masacre, pero de eso no dicen nada.
Y hablando de películas, sacar del catálogo una obra de arte como “Lo que el viento se llevó”, porque se humilla a los negros, es la soplapollez más grande que he presenciado en años. Solo una mente enferma puede llegar a esa degradación mental. Eso nos obligaría a descatalogar todas las películas en las que Jesús es crucificado, porque eso no debe hacerse con un ser humano. Por esa regla de tres, deberíamos borrar las pinturas de Altamira, porque aparecen desnudos y cazando animales, y eso es un atropello a la dignidad de los animalistas. Si nos da por revisarlo todo, tendremos que prescindir de la mayor parte de la creación humorística de España en todos los tiempos porque, ¿quién no se ha desternillado con un chiste oral o gráfico, de una señora gorda, un mariquita o un tartamudo?
Esta pandemia de idiotez supina, que se ha dado a revisar lo irrevisable, con pretensiones de reescribir la historia, que se erigen en jueces del bien y del mal, pretendiendo modificar las actas inviolables de nuestro pasado, no son más que un ramillete de analfabetos mal intencionados, que se aprovechan de lo convulso del momento, cuando las autoridades están más pendientes de la sanidad que de la delincuencia, para tocar arrebato y manejar las turbas a su antojo, desestabilizando un sistema, que ya está bastante inestable. Revisar la historia, es un absoluto fracaso desde su inicio. Mientras, la gentre del toro se muere de hambre, y aquí, nadie mueve un dedo, porque defender la fiesta no es políticamente correcto. Ya dije yo en su día que, “El Ministerio del Tiempo” iba a hacer mucho daño. 

martes, 16 de junio de 2020

LA TIZA

LA TIZA

Tito Ortiz.-

La semana pasada, vi en éstas mismas páginas, como mi amigo – y casi hermano – Pepe Torres, Marqués de Castañeda y de La Mancha, más Vizconde de “Las Titas”, como con una tiza marcaba sobre la bicentenaria barra de su establecimiento emblemático, la distancia social a la que deben situarse los clientes de su tabernáculo. Y en ese momento, comprendí la importancia que ha tenido a lo largo de la historia, ese trocito de yeso blanco que ha marcado momentos históricos de centenarias generaciones, pues el producto en cuestión dicen los historiadores que ya se usaba en el antiguo Egipto.
Mi primer contacto con la tiza fue en mi más tierna infancia. Cuando llegué a párvulos, por toda libreta, llevaba una pizarra de tamaño casi folio, en la que aprendí las primeras letras usando un pizarrín, que al poco tiempo me cambiaron por una tiza y con ella vino mi conocimiento de la escritura. Sobre la gran pizarra de la clase, a la que otros llamaban  “Encerado”, el maestro nos sacaba a que dibujáramos el mapa de España y sus cincuenta y tres provincias. La tiza era nuestra herramienta de trabajo y conocimiento, que tenía su complemento en lo que veíamos al salir de clase. En los colmados, carnicerías y pastelerías, los precios de los productos eran visibles gracias a la tiza. A la puerta de los mesones y restaurantes, con tiza se hacía constar el plato del día y la especialidad de la casa. En las tabernas, los toneles denunciaban su contenido escrito con tiza, y no había un camarero bien vestido, si tras de la barra, no lucía un mandil atado a la cintura y una tiza sujeta en la oreja, para llevar la cuenta de la consumición, frente a los clientes  sobre la misma barra de madera. En los  toneles con solera firmaban los famosos con una tiza, la misma con la que las niñas pintaban en el suelo de nuestras calles y plazas, para jugar a La Rayuela, sin olvidarse atrás el tejo. Con una tiza, en esa edad en la que estamos a punto de traspasar de la infancia a la pubertad, dibujé mi primer corazón traspasado por una flecha, y las iniciales de la niña que me volvía loco en el colegio.
Con una tiza, los zapateros pintaban un círculo alrededor del agujero en la suela de nuestros zapatos, para calcular el tamaño de la pieza con que taparla y evitar así  echar medias suelas. Con una tiza se escribían las iniciales en la tablilla de una cruz, sobre la tumba de los pobres al final de su vida, la misma con la que al principio de sus años, los habían medido sobre el marco de la puerta de su casa, para comprobar con alegría como iban creciendo. Con una tiza, mi añorado profesor de Anatomía, don Miguel Guirao, pintaba en la pizarra con perfección “velazquiana”, cualquier hueso de nuestro cuerpo humano, y yo como delegado de clase, pasaba un mal rato al tener que borrarla después de su magistral lección. Y es que la tiza… Con pasarle un dedo se borra.

martes, 9 de junio de 2020

HIJOS DE LA IRA Y LA IGNORANCIA

HIJOS DE LA IRA Y LA IGNORANCIA

Tito Ortiz.-

Las grandes crisis son las que dejan ver a las claras, la talla política de quienes nos gobiernan, o de los que cumplen con su papel de leal oposición. Perdón. ¿He dicho leal? Borren esa palabra del diccionario y de sus mentes. Aquí la oposición es muchas cosas, pero leal, lo que se dice leal, ni por el forro de los escrotos. Aquí la oposición es carroñera, mercenaria al mejor postor, siempre que éste sea sus propios intereses. En tiempos difíciles para todos – aunque lo peor está por venir – los políticos dan lo mejor y lo peor de sí. Y en la pandemia, parte de sus señorías han demostrado tal grado de vileza, arrogancia, capacidad de insulto y odio al adversario, que han convertido los parlamentos autonómicos, Congreso y Senado, en auténticos patios de casas de mala reputación, donde no se confrontan ideas políticas, sino se insulta, calumnia y ofende con la normalidad que la incultura hace emerger a un cabestro de un pantano. 
Cuando la falta de formación no permite desarrollar argumentos sólidos, para el intercambio dialéctico, el insulto aparece como única moneda de cambio entre adversarios, y cuanto más soez… mejor. Estos analfabetos lo único que buscan es el titular para abrir los telediarios. Sus mentes corrompidas por el fenómeno televisivo de Gran Hermano, o Supervivientes, les hace disfrutar hasta el orgasmo, si para ello lo único que han tenido que hacer es mentir, masacrando el árbol genealógico de su contrario. Siendo así, sus señorías están en su salsa, rosa, claro. Con honrosísimas excepciones, hoy día están ocupando los escaños con sueldos millonarios, los descendientes de las generaciones representadas por  “La Veneno” -que en paz descanse - el pequeño Nicolás y José Antonio Avilés. No quieren hacer política para solucionar los problemas de los ciudadanos, lo único que pretenden es ser populares en los medios para rentabilizarlo en votos. Los que votamos les importamos un pito.
Los ciudadanos nos hemos reciclado antes que nuestros políticos, y abominamos de gente con la bajeza moral de un gato en una matanza. Es palpable, que mientras en la transición política, profesionales de todas las ramas de las artes, las humanidades y las ciencias, abandonaban sus puestos laborales y más que acreditados, para dedicarse unos años a la política con vocación de servicio público, hoy día lo que nos encontramos en la mayoría de nuestros representantes, es gente sin vocación que jamás ha trabajado en nada, y que si les quitan el escaño, no saben qué hacer con su vida, por eso se perpetúan en el puesto, aunque sea a costa de la más alta traición. Para desenmascararlos no hay más que obligarles, no solo a presentar la declaración de la renta y sus bienes cuando ingresan en política. Lo que hay que exigir por encima de todas las cosas es, una declaración jurada ante notario, a la que se acompañe una Fe de Vida Laboral y otra de la Seguridad Social para comprobar los años cotizados y en que oficio. El resultado sería de infarto. No tienen experiencia laboral. No me representan.

martes, 2 de junio de 2020

CORONATORPES

CORONATORPES

Tito Ortiz.-

Es torpecico, el niño de la Virgen es torpecico, porque hace las cuentas con los dedicos. Así rezan aquellas famosas sevillanas, que José Carranza “El Guily”, cantaba a partir de las tres de la madrugada, en aquellas cuaresmas interminables de “El Sota”, cuando los ensayos de los costaleros de “La Santa Cruz”, daban paso a madrugadas interminables en ambiente cofradiero. Y como cualquier tiempo pasado fue anterior, como la historia, vuelven las torpezas humanas a demostrar que el hombre es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, o dos mil si es preciso. El asunto es que, todos pensábamos que lo único que diferenciaba a Cataluña del resto de España, era su idioma, pero no es así. Aunque parece que nuestro sistema matemático numérico, tiene una fuente común para todos, la realidad nos deja al descubierto que los catalanes cuentan de forma distinta aunque lo hagan con los mismos números. De tal forma que, las cifras de la pandemia se utilizan con criterios tan dispares, y con un carácter tan retroactivo, que hay días que las cifras de contagiados y muertos, bailan al ritmo de una macabra sardana, jugando al despiste de tal guisa, que aparecen y desaparecen los afectados, por arte de “birlobirloque”, a la usanza de: Ahora los ves, y ahora no los ves.
Claro que, nada es comparable con las cifras oficiales que se nos ofrecen durante dos meses, por la autoridad “competente”, y de la que de la noche a la mañana, desaparecen dos mil muertos, como si eso fuera tan fácil. Digo yo que dos mil cadáveres, no pueden traspapelarse, así como así. A no ser que se trate de una estratagema, para evitar dos mil reclamaciones menos, de esas que ya se anuncian en los juzgados a bombo y platillo, contra un gobierno que ha gestionado muy desafortunadamente esta crisis vírica y económica, de la que algunos expertos dicen que no saldremos ni en diez años. Una situación que ha dejado ver a las claras, las más que tensiones, dentro del propio equipo de gobierno de la nación, con rectificaciones de unos a otros, y enmiendas a la normativa cada dos horas, para ir adecuando los discursos de los ministros/as, más acostumbrados a hacer de su capa un sayo, que a consensuar lo que se comunica en tan prescindibles ruedas de prensa, rectificadas en el BOE.
La crisis en la cúpula de La Guardia Civil, ya sea por ceses o dimisiones, deja ver claro como el caldo de un asilo, que a más de uno/a le tiemblan las canillas por la que se avecina, sin que nadie después de tres meses de tragedia, haya salido a los medios a pedir perdón y poner su cargo a disposición de la ciudadanía, porque en esa mesa del Consejo de Gobierno nacional, nadie está autorizado para recoger dimisiones, sino para encomendarse a dios, si es creyente. Con la vuelta del fútbol y el turismo, se echa una cortina de humo, que oculta una desescalada en estampida, de la que no saldremos indemnes, y si no, al tiempo.