martes, 29 de septiembre de 2015

TIEMPO DE MECEDORES

TIEMPO DE MECEDORES Tito Ortiz.- Desde ahora y hasta que entre el Invierno, en Granada siempre fue tiempo de mecedores. Desde San Miguel y hasta que agonice el Otoño, junto con las majoletas, almecinas, azofaifas, acerolas y demás frutos “ de la Virgen”, tortas de cabello de ángel, granadas, avellanas y nueces, los granadinos hemos disfrutado de una cuerda echada a un árbol, como tiempo de divertimento, viéndole las piernas a las mocitas casaderas durante el balanceo, junto a la bota de vino y una fiambrera, con su correspondiente tortilla de patatas, sus pimientos fritos, y una hogaza de pan. Es tiempo de, a modo de cerbatana, utilizar un trozo de caña hueca, y escupir por su interior y con fuerza, los huesos de las almencinas, para dejar mal heridos cogotes del enemigo, o pabellones auriculares de los incautos. Es ahora cuando la Granada capitalina, huye atravesando el Albayzín, pasa por el arco de Fajalauza, y se encamina al cerro de San Miguel. La acampada hasta el atardecer, deja en el aire viejos cantares de columpio, cuya tradición castellana, se entremezcla con la flamenca, en aire por bamberas y otros estilos aflamencados, que mejor que yo explicaría, Miguel Burgos Única, “El Cele”. El novio, dobla su chaqueta a modo de almohada, y la pone de asiento, en la parte curva de la cuerda que pende del árbol, para que su novia no sufra rasguño alguno en sus posaderas, mientras la empuja suavemente por la espalda y el sutil balanceo es acompañado por letrillas al uso y costumbre, interpretadas con más voluntad que acierto: La bamba está bien sujeta con una soga en ca lao meciéndote se te aprietan mis manos a tu costao Larga ha sido la caminata desde la baja Granada, por eso buscan todos la Fuente de “La Bolilla”, o del chorrillo, en la cuneta derecha de la carretera de Murcia, antes de llegar al monte del sombrero, llamado así por los parroquianos, dada su forma de esa prenda de tocado de los prelados. Pero antes, nada más cruzar desde Haza Grande a la nacional, hemos pasado por la muy acreditada, “Venta del Loro”, donde al caer la noche y hasta el amanecer, se puede escuchar el mejor cante flamenco de la tierra, abrigado por los brazos ebúrneos, de una dama de la noche, al aroma de un cigarrillo rubio de contrabando. La fuente de “La Bolilla” es famosa por las virtudes de su agua cantarina, por eso los vecinos hacen cola disciplinadamente, para llenar por turno su damajuana, y tener agua saludable en sus casas. Otros más avispados, aguardan también para lavar sus coches, enfilados en la cuneta. Estamos a mitad de camino entre Haza Grande y El Fargue, y junto a ésta fuente, se escuchan las conversaciones más sustanciosas, los rumores más actuales, y la incógnita con la que terminó ayer en la radio, el capítulo de “Ama Rosa”, una tragedia en las ondas que tiene en vilo a la vecindad, en la hora perversa de la sobremesa. No son pocos, los granadinos que han optado por escoger otro paisaje no menos atractivo para llevar a cabo éste día de campo y cante. El cerro del Aceituno, cuenta con bastantes adeptos, que orientan sus pasos a la fuente del mismo nombre, y aunque ahora es coronado por la ermita del arcángel San Miguel, no hay que olvidar que antes la zona fue mezquita y atalaya vigilante. Años más tarde, los amables franceses, tan atentos siempre con Granada, dejaron el sitio como un solar, pero con el tiempo fue reconstruido, y es digo de admirar como en éstos días del otoño cincuentil, el cerro es salpicado por mecedores multicolores, rodeados de familias que descansan sobre una manta, oyendo el cante de sus mayores, mientras los hombres se juegan una ronda a las cartas. Desde el Sacromonte a San Miguel, hay un paseo a la vera de la muralla, que en corta peregrinación se realiza, al son de viejas coplillas, regadas con vino costa de la bota, y agua cristalina de la cantimplora. La abuela salva los obstáculos en la sillita de la reina, que entrelazan sus hijos y nietos. Los niños son portados a cucurumbillo, los novios del brazo, los matrimonios a prudente distancia, todos disfrutan de una jornada de campo y cante en la ciudad de la Alhambra, esa que tienen frente a sí, desde el balcón privilegiado de éstos cerros que rodean la ciudad, que a tan sólo unos minutos andando, permite cambiar el bullicio capitalino, por la paz y la tranquilidad del campo, sin perder el cordón umbilical con Granada. Desde la Fuente de La Bolilla, proseguimos a San Gabriel, y de ahí al Fargue es un paseo. Con un poco de suerte, lo mismo cogemos ensayando al maestro Alonso, con la banda de obreros polvoristas, lleva desde los dieciséis años dirigiéndolos, y es un primor. Mientras suenan de fondo, el crujir de las cuerdas de los “merseores granaínos”, y la voz afillá de algún novio cantando a su amada: La niña qestá en la bamba...

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