lunes, 2 de mayo de 2016
CUANDO TODO ESTÁ EN EL SUELO
… CUANDO TODO ESTÁ EN EL SUELO.
Tito Ortiz.-
En éste estado de desesperanza política en el que los ineptos a los que hemos votado nos han sumergido, cada vez más recurro a la lectura del testamento ideológico de mi director espiritual, Groucho Marx, que entre otras cosas argumentaba que: Partiendo de la nada, hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria. Con éstos espartos, ¿Dónde vamos a ir que no nos echen? Somos el hazmerreir de Europa y el resto del mundo civilizado. Claro que una vez llegados a éste punto, como diría el Nano del Poble Sec, Bienaventurados los que están en el fondo del pozo,
porque de ahí en adelante
sólo cabe ir mejorando. Hemos caído tan bajo, que después de esto sólo queda la ilusión de un tiempo nuevo. Pues a pesar del suspenso general que hace ya tiempo otorgué a toda la clase política, al aumento de las depresiones en personas hasta ahora inteligentes, al de los suicidios, divorcios, excarcelaciones porque sí, y excomulgados por la Iglesia de El Palmar de Troya, cuyo santoral encabezan San Francisco Franco Bahamonde, y San José Antonio Primo de Rivera, a pesar del tanga de leopardo de Rappel, y del pollo de Andreita, de la barba franciscana de Mocito Feliz y de la faz de cemento armado de Kiko Matamoros, a pesar de todo, la patria no se merece a éste paisanaje. Ya me lo dijo el pintor Enrique Padial, mucho antes de colgar la paleta, y está escrito en éste mismo periódico: Tito, Granada es una ciudad maravillosa, con un paisanaje deleznable. Estábamos comiendo en la placeta de san Miguel El Bajo, en el bar de “El Lara”, junto al crucificado pétreo, antes de que lo cambiaran de sitio, porque en éste Albayzín de mis entretelas, ni Dios tiene el sitio asegurado.
Así que con éste panorama de tinieblas, es hermoso que salgas a por el pan y el periódico una mañana de domingo, y te encuentres a gente como Agustín, el de Los Ángeles, que henchido de ilusión y con la madurez de la creatividad en sus canas, tire de smartphone 6, y con la calidad de todo un equipo para sonorizar Los Cármenes, te ofrezca al oído lo último de su autoría, realizado en su moderno estudio, enclavado en la Vega de Granada, ya que él como yo, también nos hemos exiliado de la capital, que gracias a sus munícipes, continúa maltratando a los capitalinos, obligándonos a la huida, gracias a una ciudad incómoda, cara de impuestos, con un transporte urbano pensado para unos pocos, las plazas de aparcamiento por horas, más caras de Europa, y el gobierno provisional más duradero de la historia. Pues en éste panorama desolador, Agustín, el hombre afortunado que sobrevivió – junto con Carlos - al accidente en el que Los Ángeles se nos quedaron en la mitad, se mete en su estudio, gira la guitarra a lo Peret, golpea con los nudillos la noble tapa de pino a ritmo de soleá, echa la voz a la calle y dice: Siempre hay una esperanza, cuando todo está en el suelo. Y a uno, se le caen los palos del sombrajo, escuchando ese cantar pleno de armonía y calidez, en la esquina cualquiera de una calle sin nombre. Agustín, el Pepe de mis recuerdos, de una pescaderia en el barrio del Realejo setenta años más tarde, tiene las agallas suficientes como para componer pleno de madurez y sabiduría, en medio de éste cisma de mediocridad y desamparo social: Siempre hay una Esperanza, cuando todo está en el suelo. Que grande eres, Agustín.
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