jueves, 16 de marzo de 2017
MEDIO SIGLO CONTANDO LA SEMANA SANTA
MEDIO SIGLO CONTANDO LA SEMANA SANTA
Tito Ortiz.-
Massiel había ganado ya Eurovisión, Salomé también, y el hombre estaba a punto de llegar a la Luna. En ese ambiente de euforia colectiva, aquella Granada de tan solo tres emisoras de radio en Onda Media, ponía las bases para lo que en un futuro sería contar la semana santa, algo que solo ocurría con un programa dedicado al efecto, en la sintonía de Radio Popular. El cofrade murciano, José Antonio Lacárcel, ponía como sintonía la marcha, Amarguras, de Font de Anta. El cofrade alhambreño, José Luís de Vicente, de voz radiofónica, unía a sus cualidades profesionales, la suerte de ser nieto del fundador de la hermandad, que desde hace tanto tiempo reina en el recinto Nazarí. El tándem era perfecto y de Vicente eligió el nombre del programa sin demasiado esfuerzo. Lo llamó, Cruz de Guía, lo mismo que el boletín informativo que editaba su hermandad querida de La Alhambra.
Aquellas noches de cuaresma fueron inolvidables. Escuchar por la radio a dos hombres hablar de nuestra semana santa, de nuestros pasos, de nuestras imágenes, de nuestro paisaje, de nuestra música sacra, era algo sin precedentes, que después sería copiado por la competencia de forma seriada, pero de ellos fue la primera piedra, de un edificio que hoy afortunadamente sigue en pie.
Pero quiso el destino, que a comienzos de los setenta del siglo pasado, yo apareciera por los estudios para ser entrevistado por José Antonio Lacárcel, con motivo de dirigir el recientemente creado grupo de teatro de Juventudes Musicales en Granada, no desaproveché la ocasión para felicitarlo por aquel programa de semana santa que me enganchaba a la radio todas las noches. Me preguntó si yo era cofrade, le respondí que de La Virgen de La Aurora, desde los siete años, e inmediatamente me invitó a formar parte de su equipo. Pasaron pocos años, José Luís de Vicente marchó a Sevilla a expandir su empresa, José Antonio Lacárcel, asumió otras responsabilidades, y me dejaron solo ante el peligro de contar la semana santa de mi tierra. En agradecimiento a los dos que me precedieron, seguí llamando al programa Cruz de Guía, y la sintonía fue siempre, Amarguras, de Font de Anta. Pero yo quería más, y para eso tuve un aliado, que sin él, no hubiera sido posible llevar a cabo otros logros que hasta entonces no se habían conseguido. Pepe Campos de España, fue siempre mi compañero inseparable, que no dudó en poner toda su sabiduría como operador de sonido y técnico electrónico, al servicio de mis ideas. Hasta entonces, solo con una línea microfónica, se solían trasmitir los desfiles de penitencia, desde la tribuna oficial instalada en la plaza del Carmen. Pero yo quería más, deseaba llevar hasta el oyente, no solo la solemnidad del paso por la carrera oficial, yo quería que el bullicio, la alegría, el calor de los barrios se transmitiera por la radio, y le propuse a Pepe poder radiar las salidas de las hermandades de sus templos, las llegadas, y los puntos del recorrido con mayor interés, y Pepe se puso manos a la obra.
En una lata de carne de membrillo, Pepe Campos de España, en su taller estudio instalado en el campanario de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, comenzó a soldar cables, transistores, placas, y en pocos días, tuvo lista una unidad móvil, que con un alambre por antena, y chupando corriente de su coche particular, un Seat 124 de la época, nos permitió transmitir, momentos que hasta entonces no se habían vivido en directo por la radio. Desde la salida de la Borriquilla por la puerta de San Andrés, a la llegada en solitario del Rescate. Especialmente emocionante fue transmitir por vez primera el paso de mi Aurora, por los Grifos de San José, junto a la casa de Enrique Morente, la llegada del Silencio, y ya para rizar el rizo, algo único, conseguir permiso de la hermandad alhambreña, y de su capataz, Antonio Sánchez Osuna, para narrar en directo el paso de La Alhambra, por el interior de la Puerta de La Justicia. Aquel Jueves Santo, tuve la suerte de que me acompañara en la narración, venido expresamente de Sevilla, José Luís de Vicente. Fue una tarde inolvidable, con la suelta de las palomas y el encendido de las bengalas. Pero la magia de la radio no se quedó en eso. También tuvimos oportunidad de contarles a los oyentes lo que no estaba pasando, y fue uno de los mayores éxitos. Acreditado como estaba ya nuestro programa de cuaresma, y valoradas las transmisiones en directo por todos, la cadena se interesó por nosotros, y nos propusieron transmitir para toda España desde Granada, algo que fuera llamaba mucho la atención: La procesión de los Gitanos. Acordamos una conexión desde la Plaza del Carmen, entre las siete y las ocho de la tarde, para contarle al mundo como era el cortejo del Santísimo Cristo del Consuelo. Pero el hombre propone, y Dios dispone. Quiso la divina providencia que en aquellos años, la hermandad errante de los gitanos, anduviera sin iglesia de salida, hasta el punto de que tenía que echarse a la calle, desde un garaje prestado al afecto en la placeta de Cuchilleros, pero la organización se fue complicando tanto, que a la hora en que la cabeza de procesión debería estar en la esquina de Paños Ramos, para pedir la venia en tribuna, aún no había salido el primer penitente del famoso garaje, así que de esta guisa, nos dieron paso desde nuestra central en Madrid, para transmitir la procesión de los gitanos para toda España, en vivo y en directo, y dicho y hecho. Ante la sorpresa de los pocos ocupantes de los palcos, y en ausencia del cortejo, yo dije: Muy buenas tardes desde la ciudad de La Alhambra, y a partir de ahí, comencé a describir desde la Cruz de Guía escoltada por sus dos faroles, a las distinta secciones de penitentes, el paso del cristo, con sus promesas en los varales externos, y así hasta llegar al último músico que cerraba el cortejo. Pepe Campos, al oírme y comprobar que estaba describiendo en directo un cortejo inexistente, se vino a mi lado, sacó dos destornilladores de su maletín, y recordando sus tiempos de mili, como tambor en la marina, comenzó a redoblar sobre el asiento metálico de una silla de la tribuna marcha a paso lento. Con aquel fondo a mis palabras, a oídos del oyente todo discurría con total normalidad. Terminada la procesión, dí por concluida la conexión y me despedí. Aún no había salido la cruz de los gitanos de la placeta de Cuchilleros, pero los españoles la habían escuchado pasar por la tribuna oficial. Misión cumplida. El Lunes de Pascua a primera hora, había un fax de la dirección general de Madrid, sobre la mesa del director, felicitándonos a Pepe y a mí, por los momentos emocionantes vividos durante el paso del cristo de los gitanos por la tribuna de Granada. Nunca supieron que la hermandad llegó con casi dos horas de retraso, cuando la conexión ya estaba más que terminada, casi olvidada.
Con aquella rudimentaria unidad móvil, transmitimos en directo los primeros ensayos de los costaleros cofrades, figura emergente entonces que vino para quedarse, rescatando así a la semana santa de un abandono que a punto estuvo de hacerla desaparecer. Radiamos el nacimiento de nuevas hermandades, el cambio de día de salida, los nuevos itinerarios, el paso por la plaza de Bibarrambla, pedimos insistentemente el paso de las hermandades por el interior de la Catedral, la total inclusión de la mujer, en fin, que nos pusimos en la vanguardia de un movimiento cofrade, que ha transformado la semana santa, y que en los últimos cincuenta años, ha tenido como protagonista de excepción, abriendo el camino a otros, a Radio Popular de Granada. Lo mejor de éste medio siglo, es sin duda, el equipo humano que lo ha hecho posible, sin cuyo entusiasmo y dedicación no hubiera sido posible, porque la semana santa, no solo hay que contarla, hay que trasmitirla, para que el oyente se emocione con nosotros. Ese es el éxito. Gracias compañeros/as.
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