martes, 31 de octubre de 2017
¡QUE PESADO ES EL AMOR!
¡QUE PESADO ES EL AMOR!
Tito Ortiz.-
Soy de los que piensan, que el amor es una enfermedad que se cura con el tiempo, como la juventud, y de la que como de las drogas, también se sale. Pero echando la vista atrás, hay que ver la cantidad de tonterías que hace uno cuando está enamorado, sin tener para nada en cuenta las terribles consecuencias. Siempre me llamó poderosamente la atención, que irrefrenable impulso desquiciante, lleva a un tonto del haba, a coger una navaja y agredir a un inocente árbol, grabándole en sus entrañas, un corazón, una flecha, dos nombres y hasta una fecha. ¿Se puede ser más cretino? No podemos admitir como un acto de amor, la agresión gratuita y con riesgo de muerte o podredumbre a un ser vivo, que está ahí en el campo sin hacerle daño a nadie. Pero es que hay cosas más estúpidas aún, cuya repetición internacional, se ha hecho ya un hueco en la historia de los rituales inútiles carentes de cualquier sentido común o incomún. Tenían que haberle cortado la mano por el hombro, al primer chalado que poniéndose de espaldas a la Fontana de Trevi, echó una moneda al agua, y haber continuado sin descanso, con todos los que le han seguido en semejante majadería, que aparte de ser un sin sentido, es un acto vandálico, que pone en riesgo un monumento sacrosanto que hay que preservar de toda agresión, porque sabido es que el metal del que están compuestas las monedas, en contacto con el agua de la fuente, no solo contamina el líquido elemento, sino que los óxidos corroen la piedra de la que está hecha la pieza mundialmente conocida y venerada.
Estoy hasta las entretelas del conocimiento cívico, de ver como chalados al uso, entra en el Corral del Carbón, y como en ese pilarillo del centro del patio, que debería estar protegido día y noche por los GEO, lanzan una moneda a la taza, invocando no sé qué deseo. Desde luego si es el de volver, hay que estar esperándolos en la puerta con un bate, y en cuanto hagan amago de entrar, dejarlos comiendo maimones de por vida.
El colmo es ya cuando, la moneda se convierte en un candado que se engancha a la baranda de un puente, a perpetuidad, como los nichos en el cementerio. Los mal llamados candados del amor han estado a punto de causar más de una desgracia por su peso y detritus, al punto de que las autoridades han tenido que ponerse manos a la obra, y retirar por su inutilidad pública los candados de los puentes, con el ferviente deseo de que los enamorados, en señal del más alto fervor a su pareja, se los cuelguen de los pezones y el escroto. Porque ahí ya no cabe mayor prueba de amor y entrega al otro. Vuelvo y termino con las monedas al fondo de lo que sea, porque la tontería humana no conoce límites. La otra mañana entré en el Palacio de La Madraza a ver una exposición, en la que destacan unos juegos de cuchillos para asistir a Máster Chef, y unas morcillas rojas colgadas del techo en filas de a dos. En esa sala, que es la mayor para exponer, entrando a la derecha, en el suelo, se ha dejado con gran acierto al descubierto, parte de la madraza del siglo XIV y anteriores. Unos restos que deberíamos venerar y preservar, e impedir a toda costa, que, chalados y similares sin graduación, sigan tirando monedas al interior. Por favor ya está bien. Nada de calderilla, lo mínimo que debe arrojarse son duros amadeos.
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