domingo, 26 de noviembre de 2023

 


… SU SAN MARTÍN

 

Tito Ortiz.-

 

Que a todo cerdo le llega su San Martín, es una sentencia popular de nuestro sabio refranero español, que más o menos viene a decir que, si obras mal, tarde o temprano la vida te pasará factura por ello, teniendo en cuenta que los cerdos suelen ser sacrificados, más o menos, por la fecha que la iglesia católica celebra la festividad de éste santo. San Martín de Tours, fue un obispo católico elevado a santo y patrono de numerosas localidades. Nacido en Panonia, se convirtió al cristianismo a una temprana edad. Se hizo soldado en la caballería romana en la Galia, pero abandonó el servicio militar en algún momento antes del año 361, cuando se convirtió en discípulo de Hilario de Poitiers, estableciendo el monasterio en Ligugé. Fue consagrado como Obispo de Caesarodunum (antiguo nombre de Tours) en el año 371. Como obispo, fue importante en la supresión de los restos de la religión galorromana, si bien se opuso a la persecución violenta contra la secta ascética priscilianista.

Se le recuerda particularmente por el relato, según el cual, usó la espada para cortar su capa en dos, y darle la mitad a un mendigo que vestía solo trapos en medio del invierno. De ahí que sea el patrón de todos/as aquellos/as – que como yo – vestimos habitualmente la capa española.  Su santuario en la ciudad de Tours se convirtió en un punto de parada famoso para los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela. El culto a Martín de Tours fue revivido en el nacionalismo francés durante la Guerra francoprusiana de 1870 y 1871, y en consecuencia se le consideró un santo patrono de Francia durante la Tercera República francesa.

EL TESTAMENTO

Aclarado el refrán por todo lo antes expuesto, y añadiendo que incluso, está recogido por el mismísimo Cervantes, en la segunda parte del Quijote, conviene aquí recordar que, en el desaparecido Callejón de Los Franceses, hoy inicio de la plaza de la Romanilla entrando por San Jerónimo, no ha mucho que existía la famosa “Casa de Las Matanzas”, de extraordinaria reputación en toda la provincia, por expender todos y cada uno de los productos necesarios para realizar la matanza del cerdo. Desde las tripas secas para embutir los chorizos, salchichones y morcillas, a todas las especias imprescindibles para el aliño y conservación natural de todos los productos del cerdo. Desde la pimienta al comino, del pimentón a los piñones.  Y a todo ese conjunto de ingredientes, eufemísticamente, la historia le ha llamado de siempre, “El testamento”, como si eso fueran las últimas voluntades del cerdo a sacrificar. Del cochino ya se sabe que se aprovechan hasta los andares, por eso durante las tareas propias del sacrificio animal, se consumen por los presentes los inigualables “chicharrones”, se preparan los jamones para salar, y –cosa importante- se remueve continuamente la sangre, mientras se aliña, para hacer exquisitas morcillas en todas sus variedades: la de cebolla, la que se consume posteriormente seca, o la llamada de “lustre”, que frita con tomate es un manjar exquisito, solo al alcance de los escogidos con paladar fino.

MANOLO CARRILLO

Pues a principios de la década de los años ochenta del siglo pasado, se hizo presente en Granada, la figura de un hombre emprendedor en materia gastronómica, con nuevas ideas, basadas en nuestra propia historia y tradiciones. Manolo Carrillo irrumpió en un mundo hasta entonces acomodado, y vino a dinamizar un panorama que abarcaba desde la tapa tradicional a la moderna, de la cultura de la cerveza, a potenciar nuestros propios vinos. Carrillo recuperó nuestra cocina más tradicional, la de nuestras abuelas, y la puso a la altura de los modernos platos y menús que venían de fuera a colonizarnos.

Una vez teniendo claro que lo que debíamos promocionar era lo nuestro, había que ponerlo a la misma altura de las novedades que nos venían impuestas. Había que cambiar la presentación y sin ningún tipo de complejo, poner lo nuestro en el mismo nivel de lo exportado. Manolo Carrillo comenzó a hablar de mejorar nuestra Escuela de Hostelería, de crear la Academia Gastronómica granadina, de formar a los cocineros en la riqueza de nuestros productos autóctonos naturales, de recuperar sitios emblemáticos para el disfrute de la comida, y ahí fue como nos dio a conocer el hoy famoso “Molino de Dúrcal”, edificio histórico recuperado y rehabilitado para ofrecer al comensal, una carta personalizada con lo mejor de nuestra tierra, sin que echara de menos otras alternativas gastronómicas, en un lugar encantador con un paraje irrepetible.

Convirtió el viejo molino en, lugar de encuentro de periodistas e intelectuales, con representantes de toda la sociedad granadina, donde además de unos platos únicos, con un servicio esmerado, se ofrecía a los presentes, la oportunidad de una sobremesa en ambiente cálido, donde el centro de la conversación era el disfrute gastronómico y la recuperación de nuestra cocina de toda la vida, presentada de cara a un nuevo siglo lleno de exigencias para la hostelería en general, como así ha sido.

En el Molino se dieron cursos para profesionales y aspirantes, charlas y conferencias en torno a nuestros manjares y vinos, o demostraciones prácticas de nuestro arte culinario, como recoge Juan Ortiz en la foto que ilustra ésta crónica, donde unas lugareñas proceden a la matanza del cerdo, con la posterior elaboración de todos sus productos, mientras los invitados disfrutan de una amena e interesante conversación. Manolo Carrillo refresca el gaznate, que diría un castizo, bebiendo de un no menos tradicional porrón, junto a él, Ángel Díaz Sol, ríe solemnemente, en una mañana de matanza, en la que todos aprendimos mucho más de lo nuestro, que es de lo que se trataba.

 

domingo, 19 de noviembre de 2023

 


SETENTA AÑOS SON NADA

 

Tito Ortiz.-

 

Era aquella Granada de los años cincuenta, una ciudad subsidiada por las ayudas de los Estados Unidos, donde la leche en polvo y el queso americano en los colegios, apartaban del raquitismo a los infantes de la época. Una ciudad que se afanaba por conseguir vacunas contra la Poliomielitis, en la que el sarampión y las payuelas, campaban a sus anchas, donde la temida Tuberculosis arrastraba a la tumba a jóvenes en edad de merecer, por muchas pastillas de Hidracida que se tomaran. Urbe en la que la caridad cristiana trataba de salvar la vida de los más pequeños en, “La Gota de Leche”, y en la que los accidentes se atendían gratis en “La Casa de Socorro” situada en los bajos del Ayuntamiento, lugar en el que también te podían vacunar contra el Tétanos, La Tosferina o La Viruela, una enfermedad que por sus secuelas en el rostro podía dejarte estigmatizado de por vida. Una sociedad en la que la asistencia sanitaria no era gratuita, ni para todo el mundo, en la que La Beneficencia suplía carencias de primera necesidad alimentarias y sanitarias, avaladas años antes por las cartillas de racionamiento y El Cartón de Pobre. No eran los años de las hambres, pero costaba la misma vida salir adelante, aunque pudieras comprar lo básico en un economato, pasar la enfermedad en San Juan de Dios, o si ocurría lo peor, te adjudicaran “La Caja de Las Ánimas”.

Pero esa Granada deprimida de los años cincuenta, tenía un alcalde extraordinariamente preocupado por su ciudad y sus gentes, que no paró durante mucho tiempo en promover los contactos necesarios para conseguir un gran hospital para su ciudad. Antonio Gallego Burín, meses antes de que finalizara su mandato, tuvo la satisfacción de ver como en 1950, dentro del Plan de Instalaciones del Instituto Nacional de Previsión, con proyecto del arquitecto, Aurelio Botella Enríquez, para su integración en la red del entonces Seguro Obligatorio de Enfermedad, donde se identificaba como Residencia Sanitaria de Granada, se compraron los terrenos.

 

RUIZ DE ALDA

El 14 de junio de ese año se colocó la primera piedra, y desde aquel día, esa zona de expansión de la ciudad, al final de la avenida de Calvo Sotelo, que todos conocíamos como “La Caleta”, se fue llenando de andamios, albañiles y curiosos desocupados, que vigilaron pacientemente como se levantaba el gran edificio, de los más grandes de entonces en Granada.

Las obras se prolongaron durante tres años, y la inauguración oficial se realizó el 26 de septiembre de 1953, por el yerno de Franco, Cristóbal Martínez-Bordiú, que para eso era médico. En sus inicios fue denominada como "Residencia Sanitaria de la Seguridad Social Ruiz de Alda", en homenaje al aviador y militar Julio Ruiz de Alda. En 1986, pasó a denominarse "Hospital General de Espacialidades Virgen de las Nieves", posteriormente en 1996, "Complejo Hospitalario Virgen de las Nieves" y a finales de 1996 "Hospital Universitario Virgen de las Nieves". Hoy para nosotros es el, Virgen de Las Nieves y ha cumplido setenta años, un asunto éste que no ocurre todos los días, y menos, arrastrando el prestigio de sus profesionales, pioneros en tantas ramas de la medicina. El Virgen de Las Nieves, a lo largo de su historia es hospital de referencia, no solo de Granada y su provincia, sino de las hermanas de Jaén y Almería. La formación continuada de sus profesionales en todas las ramas de la medicina, le han granjeado un prestigio más que merecido, con estudios avanzados y técnicas actuales, que les hacen merecedores del mayor de los reconocimientos.

VOCACIÓN DE SERVICIO

La inquietud profesional de los hombres y mujeres que componen su plantilla, -nunca la deseada en número y dotación-, dejan ver a las claras que, la medicina es una vocación de servicio a los demás sin límites, que, desde el primer componente al último, se entregan al más difícil de los oficios…El de salvar vidas, y eso no está pagado con nada.

Han pasado setenta años desde que, los buenos auspicios de Antonio Gallego Burín dieron su fruto. Juan Ossorio Morales, que le sucedió en el cargo de Alcalde, tuvo el honor de inaugurarlo, y Manuel Sola, comenzó a proyectarlo al desarrollismo. El Virgen de Las Nieves es algo tan nuestro, tan incrustado en el paisaje, que se eleva como La Fundación Rodríguez Acosta, o el Hotel Alhambra Palace. Es un edificio más que, forma parte de nuestro recuerdo y referencia urbanos, y lo que es mejor, de la asistencia sanitaria de tantas criaturas, a lo largo de siete décadas, que hemos pasado por sus instalaciones, y gracias a la asistencia recibida, estamos aquí contándolo.

Necesitaría el periódico entero para, hacer justicia a tantos excelentes profesionales que, a lo largo de estos años, han desempeñado su labor en el Virgen de Las Nieves, de las especialidades abordadas con éxito, de los estudios publicados y galardonados, del trato recibido por los pacientes, de las vidas que se han salvado, y de las que tanto han mejorado, tras recibir las atenciones de estos profesionales de la medicina, que un día decidieron por vocación dedicarse a los demás, y lo han hecho en este edificio emblemático de Granada, donde el prestigio de su pericia y acierto, les ha otorgado la admiración de una sociedad, que los quiere y reconoce en toda su valía. Setenta años son nada. Si ellos y ellas me siguen cuidando, dentro de otros setenta años, volveré a escribirles mi agradecimiento, en nombre de todos los granadinos. Me voy que llego tarde a la consulta.

domingo, 12 de noviembre de 2023

 


DE OTROS TIEMPOS

 

Tito Ortiz.-

 

Pues eso, que soy de otros tiempos. Que me cuesta coger el paso y ponerme a la par con todo lo que está ocurriendo. Si hablo de las nuevas tecnologías, no soy un zote, pero voy con la lengua fuera. He perdido la cuenta de las contraseñas que tengo que memorizar para ponerme al día, desde la del ordenador, el correo electrónico, la cuenta del banco, el fabricante de mi coche, el seguro de la casa. Y ya que hablo de contraseñas, héteme aquí, la tragedia en que vivo desde hace tres días. Me han cambiado el rúter de casa y, debo meter su contraseña en todos los aparatos que tenemos, así que llevo para cuatro lunas que no doy con la tecla. Resulta que la nueva contraseña es más larga que un día sin pan y, además, para torpes como yo viene aderezada de una especie de yincana mental, encaminada a la locura, o la rendición. El dichoso código de barras para tener wifi trae letras mayúsculas, minúsculas, números, guiones bajos, medios y altos, todos mezclados por una mente superior e inhumana que te aboca al fracaso, sobre todo cuando llegas a la o, letra vocal cuarta de nuestro diccionario, que yo no consigo descifrar si es la dichosa letra, o un cero. Tres días desconectado del mundo, desesperado hasta el punto de que mi familia me ha sujetado, cuando me han sorprendido en la baranda del balcón, rúter en mano, dispuesto a estrellarlo contra el asfalto. Soy un niño de los cincuenta, señores de las nuevas tecnologías, tengan piedad de esta generación, a la que estas cosas nos han cogido con el pie cambiado, que ya no nos atienden personalmente ni el banco donde tenemos domiciliada la pensión y nuestros ahorros, exigiéndonos una cita previa telefónica, en la que te atiende un ordenador que no para de hacerte preguntas que debes contestar pulsando un número del teclado telefónico, que en ese preciso instante no aparece en la pantalla. Esta sociedad nos ha dado de lado.

TODO SE ADELANTA

Y no solo nos han dejado al margen, sino que pretenden llevarnos a la locura cuanto antes, adelantándonos las fiestas sin que todavía lo anuncie el calendario. Iba yo en el metro en agosto, con 46 grados, cuando los ojos se me salían de las órbitas al comprobar atónito, como empezaban a montar el árbol de navidad luminoso que reina en el parkyng del Centro Nevada. Tuve la sensación de que no habían desmontado el del año pasado. Menudo repullo. Pero ahora comienzo a leer, que el alcalde Vigo, quiere iluminar la ciudad cuanto antes y con más bombillas que el año pasado, porque teme que otra ciudad se le adelante ¿más?.  En Estepa comenzaron a hacer mantecados en agosto y, los han vendido, están haciendo más. Los escaparates de las grandes superficies y otros establecimientos, han quitado los disfraces de Halloween, reemplazándolos por los adornos de navidad, en algunas estanterías ya he visto panderetas y pastores. Cada año la navidad se nos adelanta más en el tiempo, para convencernos de que tenemos que comprar cuanto antes los regalos, que, de lo contrario, si vamos en las fechas adecuadas de toda la vida, ya no habrá lo que queremos. Mis padres nunca nos compraron los reyes en mangas de camisa, iban con los abrigos y las bufandas, ¿quién nos empuja a éste desatino? Y si es por el cambio climático, vale, lo compro, pero en su fecha, porque como el juguete lleve las pilas puestas, cuando el niño lo ponga en funcionamiento el seis de enero, ya no funciona.

GENERACIÓN PERDIDA

Pertenezco a una generación que, no comenzaba a hablar de la navidad hasta pasado el ocho de diciembre. Entre otras cosas, porque ese era entonces el día de la madre, y no el primer domingo de mayo como nos han impuesto, lo mismo que San Rafael se celebraba el 24 de octubre, y no el 29 de septiembre. Desde que los del cincuenta nacimos, no han pretendido otra cosa que volvernos locos, desde cualquier instancia o institución, sin hablar del cambio de la hora, que eso ya es un choteo aparte. En mis tiempos, días antes del sorteo de la lotería de navidad, se ponían los puestos en la plaza de Bibarrambla para ir comprando las figuras del belén que te faltaban. En los soportales de correos podías ir comprando una buena zambomba y unas “carrañacas”, y en la plaza de La Trinidad, en un corral improvisado con tela metálica, ya podías observar una manada de pavos, con su peculiar glugluteo, que los niños imitábamos para que ellos nos respondieran. Los Hermanos Obreros de María, sacaban a la calle su coro revestido de pastorcillos, con unas cuantas ovejas, y cantaban por las calles para ir recogiendo donativos, con los que luego representarían su belén viviente en la sede de San Juan de Los Reyes. Eso sí, solo los días de la navidad hasta reyes. Todo se ajustaba al calendario. Ahora no. En los tiempos que corren empezamos a vivir la navidad en Julio, porque te vayas de vacaciones donde te vayas, ya te ofrecen la lotería de la navidad, no vaya a ser que el 22 de diciembre toque, y tú lo habías tenido a huevo, ya que pasaste allí las vacaciones de verano. Y ojo que, ya nadie hace participaciones, desde la peña del fútbol al tendero de la esquina te endiñan un décimo como mínimo a 23 pavos. Por cierto, ya que hablo de pavos, quiero que vuelan los pavos a la plaza del Carmen, como en la foto que ilustra esta crónica. Que nadie nos robe la infancia a los del 50.

domingo, 5 de noviembre de 2023

 

UN FESTIVAL MUY FLAMENCO

 

Tito Ortiz.-

Cronista Oficial de Granada.

 

 

Setenta y dos ediciones de nuestro Festival Internacional de Música y Danza, son un número suficiente como para albergar una historia extraordinaria de éxitos y aciertos que, pocos eventos pueden atribuirse, dentro y fuera de la piel de toro. No olvidemos que, de alguna manera, nuestro festival recoge el testigo de una sucesión de conciertos que ya se venían celebrando, con motivo de las fiestas del Corpus, y otras celebraciones, desde 1883, aunque el festival internacional, como tal, naciera en 1952, bajo la dirección de Antonio Gallego Burín, gran conocedor de nuestra música y folklore. Precisamente por eso, ya en aquella primera edición, el festival acoge al flamenco con dos de los máximos representantes del momento, el gran bailarín, Antonio, y su compañera inseparable en el escenario por aquellos años, Rosario. De esta manera el flamenco entra por la puerta grande del festival, con insuperable representación del más alto nivel artístico.

Gallego Burín tiene 27 años y asiste como espectador de privilegio a un acontecimiento que marcará su interés por el flamenco, la celebración del Concurso de Cante Jondo, convocado en 1922 por Federico García Lorca, Manuel de Falla y otros intelectuales y artistas de la época como Andrés Segovia, Fernando de los Ríos, Zuloaga, Manuel Ángeles Ortiz, Joaquín Turina o Santiago Rusiñol. Apoyó los actos preparatorios del Concurso del Cante Jondo, en el Hotel Alhambra, y fue él quien leyó el folleto anónimo sobre cante jondo (escrito por Falla), antes de las actuaciones y de la lectura de poemas de Lorca. A él se dirigió Federico cuando estaba escribiendo Mariana Pineda para reunir datos históricos.

Años más tarde, su hijo, Gallego Morell, me confesará la amistad que unía a la familia con Federico, visitante asiduo de su casa, recordando como éste le cogía en brazos y lo aupaba sobre su cabeza cuando era un bebé de meses. Me consta que su padre, también era un admirador de nuestra Zambra del Sacromonte, de sus cantes y bailes únicos e incomparables, dentro de la rama del flamenco.

Con estos espartos, no es difícil adivinar por qué desde la primera edición, el flamenco forma parte del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, en mayor o menor medida, dependiendo del comisario o director de turno, pero su presencia siempre se aseguró. Uno de los responsables del mayor peso específico de nuestro arte andaluz en su programación es, precisamente, Antonio Gallego Morell, que impulsó la presencia del flamenco en la programación de manera notoria. Recuerdo cuando siendo comisario del festival, fui a entrevistarlo a la sede que este tenía en la Carrera del Darro, para el programa, “Festival Internacional al Día” que en radio Popular de Granada, dirigió y presentó con acierto durante muchos años, José Antonio Lacárcel, ahora crítico musical del Diario Ideal. Me argumentó con entusiasmo que, en todos los festivales internacionales de Europa, de especial relevancia como el nuestro, siempre se incluía en su programación, un apartado en el que estuviera presente el folklore de la tierra, por eso él quería que el flamenco no desapareciera nunca de nuestro festival, sino todo lo contrario, potenciar su presencia con las máximas figuras del momento.

Es cierto que el flamenco en el festival, entra por la puerta que le abre su epígrafe de “Danza”, pero no lo es menos que, con el transcurrir de las ediciones, esa presencia abarcó al cante y al toque en solitario de las primerísimas figuras del momento. Cualquier artista importante del arte gitano andaluz que ustedes tenga en el recuerdo, ha pasado por los distintos escenarios de nuestro festival, llegando incluso a ocupar el recinto joya de la corona, el Palacio de Carlos V reservado a las grandes orquestas sinfónica del mundo. Pues ahí han actuado los más grandes del flamenco también.

Antonio Gades, “El Güito”, Mario Maya o Manolete. Manuela Vargas, Mariquilla, Eva La Yerbagüena, Morente, Camarón, Fosforito, Menese, Mairena, Habichuela o Manuel Cano, por nombrar a unos pocos, han marcado la historia del Flamenco y de nuestro Festival, sin olvidarnos de Curro Albayzín y la Zambra del Sacromonte, única en el mundo del flamenco, que conserva la esencia de nuestro arte más genuino y enraizado.

Tanto el Ballet Nacional como el Andaluz, han estado en el festival con lo mejor de su flamenco, junto a otros creadores de primer orden, haciendo honor al enunciado de “Música y Danza” en toda su dimensión, ahondando siempre en esa parcela tan extraordinaria de los músicos nacionalistas como, Falla, Granados, Turina, Albéniz y otros, que inspiraron su creación en el mundo del flamenco, engrandeciendo este arte al honor del pentagrama.

Para programación flamenca de insuperable categoría, el festival buscó la colaboración de la peña flamenca “La Platería”, decana de cuantas existen en el mundo dedicadas a nuestro arte andaluz, y esto propició unos carteles cuajados con las máximas figuras, especialmente durante los años que José Delgado Olmos, fue presidente de los plateros, formando triunvirato con, Pepe Manzano y Victoriano del Cerro. Este trío de ases dio un brillo especial a la colaboración y asesoramiento de los flamencos al festival, y aunque esa relación en el tiempo, siempre dependió de la más o menos sensibilidad flamenca del director o directora de turno, creo que se alcanzaron cotas de interés con la dirección de, Antonio Martín Moreno en el festival, sin menospreciar en absoluto, otras épocas y a otros responsables. Lo importante es que el flamenco está en nuestro festival desde su primera edición, como lo demuestra la de este año, con veteranía y juventud en sus intérpretes.

 

ANECDOTARIO COFRADE GRANATENSIS

 

Tito Ortiz.-

Cronista Oficial de la Ciudad de Granada

 

La década de los setenta del siglo pasado, la semana santa de Granada, vivió lo peor y lo mejor de su historia. Primero fue la decadencia total, con hermandades que no salían para hacer su estación de penitencia, cortejos ridículos en otras, con hábitos rabicortos, manchados y zapatillas de deporte de lona azul marino, sin guantes y el capirote  doblado. A lo que se añadía la espalda de la autoridad eclesiástica, que no permitía entrar en la Catedral a las Hermandades, obligándolas a quebrantar sus estatutos, donde reza que, la salida de penitencia solo se justifica si se hace, hasta el interior de la santa iglesia catedral metropolitana. Actitud de la iglesia instituida tan incomprensible, dio lugar a uno de los hechos anecdóticos, más singulares de las cofradías granadinas. La realización de un mazo de madera, bien ornamentado, que la hermandad de Las Penas, hacía portar en el cortejo sobre un cojín de terciopelo, bellamente engalanado, y que cuando el desfile penitencial llegaba a las puertas catedralicias, el hermano mayor asía el martillo con fuerza, y golpeaba tres veces la cancela de la seo que impedía el paso a un templo con las luces apagadas y las puertas cerradas, como si con ellos no fuera la semana santa. Protesta tan sutil jamás imaginada, o petición clemente de que la iglesia se diera por enterada de que la semana santa existía en Granada, desde el siglo XV, y que el respaldo eclesiástico en otras provincias era muy distinto, a favor de las hermandades.

La situación llegó a ser tan alarmante que, el propio Consejo de Hermandades sevillano, abrió una cuenta corriente en una entidad bancaria de la calle Sierpes, para salvar la semana santa de Granada. La cosa pintaba mal, a lo que se unía el chantaje continuo de los costaleros profesionales, cuyas exigencias económicas dieron más de un disgusto a las juntas de gobierno, que se vieron con los pasos a tierra en mitad del recorrido, si no se accedía a sus exigencias, que nada tenían que ver con lo pactado por el recorrido. Pero el milagro para levantar la semana santa de Granada, surgió de una juventud que de pronto tomó conciencia de que hacía falta su colaboración para solucionar el conflicto. Esa juventud se puso una camiseta, una faja, calzó alpargatas de esparto, se metió debajo se los tronos para desplazar a los profesionales, con la mejor de las acreditaciones: Se convirtieron en cofrades costaleros, llegando incluso a fundar nuevas hermandades que sirvieron de revulsivo para recuperar las que ya no salían, y desde entonces, la semana santa de Granada es otra muy distinta.

EL SOTA

Aquella era una noche más de verano, en la taberna de “El Sota” en el barrio del realejo, donde se daba cita la emergente costalería de Granada, principalmente de La Santa Cruz y La Concha, con marchas cofrades a toda pastilla en el radio-casete, y las copas finas posadas sobre la barra. Al dar las doce, José Ocaña, bajó la persiana del local para cumplir con la normativa de los ruidos, se salió de la barra, dejando a cargo de escanciar a Jesús Ortiz, cofrade número uno de La Concepción, uniéndose a la reunión de una treintena costalera de primer orden, aunque lo que reinaba en el local, eran los efluvios y proyectos ilusionantes de la nueva semana santa de Granada.

El volumen de la charla iba en aumento y el de la música cofrade también, así que a eso de las tres de la madrugada, ignorando que el vecino del tercer piso había llamado a la policía para que acabara con el tumulto, los allí convocados, subieron a la mesa de billar a, José Carranza, “El Willy”, cofrade y capataz de reconocido prestigio, descolgaron la cortina alpujarreña que daba acceso al patio interior del local, se la echaron por encima a modo de clámide, le juntaron las manos a la cintura haciéndole sostener la caña de la escoba, y a la voz de, “vámonos abriendo calle”,  alguien levantó la persiana, la mesa de billar salió en volandas hacia la calle, con el Willy encima, y a los sones de “Nuestro Padre Jesús” aquel trono improvisado, a hombros de nuevos costaleros, se hizo a las calles del realejo, con euforia y regocijo. Lo que no esperaban los protagonistas de tan inusual procesión es que, al llegar a la plaza de Fortuny, un coche de policía con dos agentes y las señales luminosas activadas, iba a parar el cortejo en seco, deteniendo el tráfico rodado para permitir que los componentes de la procesión, dieran la vuelta al paso y regresaran a “su templo”, ante el regocijo del vecino del tercero, que observaba la escena desde el balcón, relamiéndose de la tremenda sanción que nos caería encima.

Puesto que dos policías y un solo coche patrulla no eran suficientes para detener a más de tres decenas de criaturas, El Willy y yo decidimos hacernos responsables, siendo detenidos e introducidos en el coche patrulla, mientras el vecino aplaudía desde el balcón. Lo que nunca supo el denunciante, es que los policías, lejos de trasladarnos a comisaria y ponernos a disposición judicial, nos llevaron a nuestra casa, sin mayor repercusión sancionadora. Ambos eran, costaleros de los nuestros.

SAETAS

Ha de antigua la costumbre, de que, al paso de alguna imagen sobre trono, el mundo del flamenco rinda pleitesía a lo representado, y aborde la ejecución de un cante por saetas. Durante mucho tiempo, en Granada hubo un cantaor especializado en saetas, que se prodigaba mucho en su interpretación, haciendo muy popular una letra en la que se le daba una patada en los riñones a la historia sagrada. El asunto venía de antiguo e incluso hay grabaciones de este error. La saeta decía que, Moisés y su hermano Aarón, fueron a pedir clemencia a Pilatos, para que perdonara a Jesús. Lo que nadie advirtió durante muchos años es que el asunto era del todo imposible, si tenemos en cuenta que tanto, Moisés como su hermano, nacieron catorce siglos antes que Jesús.

Al final de la década de los setenta del siglo pasado, en plena transición democrática, hubo un cantaor, que con cierta frecuencia y solo a las imágenes de su devoción, se prodigaba en la interpretación de valientes saetas. En aquellos tiempos reivindicativos políticamente, las letras también se impregnaron del aire de libertad reinante en la sociedad. Este cantaor solía interpretar una saeta en la que, en su tercio final, decía: …” A los ciegos dales vista, y a los presos libertad”. El caso fue que, en lugar muy concurrido y ante una imagen muy venerada, el cantaor, afligido por la responsabilidad de la ejecución ante el público y, ante el silencio sepulcral que se hizo nada más escuchar su voz cantaora, atenazado por los nervios, alteró el orden de la letra inconscientemente, para finalizar diciendo: … A los presos dales vista, y a los ciegos libertad.

FIGURAS VIVIENTES

Granada también tiene en su semana santa, una larga tradición de que formen parte de algunos cortejos, figuras representativas de los años treinta de nuestra era. Un ejemplo clásico son las escuadras de romanos que, con algunos años alternos de ausencias han formado parte del cortejo de la hermandad oficial de la semana santa de Granada. A ellos se refirió en su día, el mismísimo Federico García Lorca, en lo que podríamos considerar como el primer pregón radiofónico de la semana santa de nuestra ciudad, pronunciado en una emisora madrileña. En su discurso, Federico advierte de como ensayan la marcialidad requerida para la ocasión, días antes de la semana santa, en la calle de La Colcha, un puñado de mozos de cuerda, de la tercena y la pescadería, que, en la tarde del Viernes Santo, acompañarán al paso del Entierro, revestidos de soldados romanos, y como acompasan el desfile, golpeando en el suelo con la contera de las lanzas. Pues en los albores de esta nueva semana santa, se desplazaron desde un pueblo del cinturón, una veintena de voluntariosos vecinos, que, ataviados con unos leotardos marrones y zapatillas deportivas de lona blanca, más petos de plástico, ya de por sí, resultaban grotescos para acompañar el paso más serio y solemne de nuestra semana santa. Pero el asunto no quedó ahí, porque ya se sabe que todo es susceptible de empeorar.

Cuando la citada escuadra de romanos, daba sus primeros pasos en Plaza Nueva, acompañando al Señor en la Urna, el que hacía las veces de centurión, advirtió que uno de los componentes, no desfilaba con la seriedad y marcialidad requeridas, para dar visos de realidad a lo representado. Así que se aproximó a él, y le requirió para que desfilara con mejor talante. Al aludido no le debió sentar bien aquella advertencia porque, inmediatamente se comenzaron a escuchar voces altisonantes plagadas de insultos, ante la sorpresa del gentío que hasta entonces solo escuchaba la marcha fúnebre que interpretaba la banda municipal. Pero la cosa no quedó ahí, porque de los insultos pasaron a las manos, utilizando las propias lanzas que portaban y de los dos protagonistas, la trifulca se convirtió en casi la totalidad de los componentes de la escuadra, hasta el punto de que tuvo que intervenir la policía, dando como resultado del incidente, varios heridos atendidos en el Clínico, y otros tantos detenidos en comisaría.

ABRAN PASO

En 1928 se fundó la Hermandad de Santa María de La Alhambra, en el seno del monumento nazarí, pero pronto surgieron ciertas desavenencias entre sus fundadores, lo que originó que una escisión de los mismos, bajara la cuesta de La Cremallera, para fundar otra hermandad en la parroquia “realejeña” de San Cecilio, Patrón de Granada. Así surgió la Cofradía del Santísimo Cristo de Los Favores y María Santísima de La Misericordia. La rivalidad y las tiranteces entre los miembros de ambas corporaciones no desaparecieron hasta años más tarde, como lo demuestra el hecho de que, en una ocasión, bajando la hermandad alhambreña por Reyes Católicos, camino de la tribuna oficial, se encontró con el cortejo de Los Favores, accediendo al mismo lugar, para girar en la calle de La Colcha, camino de su barrio. Los responsables de los dos cortejos, se negaban a ceder el paso al otro, y dado que el asunto se estaba enquistando en plena calle, en un momento, uno de los mayordomos de la hermandad de Los Favores, se metió la mano bajo el capillo, desabrochó su hábito y sacó una pistola marca Star del nueve largo, que no dudó en montar, cuyo cerrojazo sonó en toda la calle, ante el asombro de penitentes y transeúntes. De pronto, la voz del capirote armado retumbó amenazante: ¡Abran paso! Y al instante, el cortejo penitencial de La Alhambra se hizo a un lado, y la hermandad de Los Favores prosiguió su recorrido. La cosa no pasó a mayores.

UNA PALOMA BLANCA

Una vez que el trono de Santa María de la Alhambra, había traspasado la Puerta de La Justicia, en su descendimiento a Granada, fue costumbre durante muchos años, el encendido de bengalas y la suelta de palomas blancas frente al paso, en un ceremonial de luz y color únicos. Dado que el exorno floral era de color blanco, a veces los chiquillos, jugábamos a encontrar esa paloma blanca que jugueteaba a la altura de la peana de la imagen de Torcuato Ruiz del Peral, y que “milagrosamente” nunca se despegaba del conjunto escultórico, a pesar del largo recorrido. Ya de mayor, descubrí que la hermandad tenía un mayordomo encargado de este menester, delicado y asombroso. Con un hilo de algodón blanco, y previo vendaje de una pata del animal, para no lastimarla, se le sujetaba de esta forma cerca de la talla, pero sin la posibilidad de ir más lejos. Al final del recorrido, la paloma era liberada sana y salva.

TINTORERÍA MUY CARA

 

Aquel año, la cera salpicada de los brazos de cola y la de las marías, se habían cebado sobre el manto de la Virgen de La Misericordia, lo que hizo que su hermano mayor, pidiera presupuestos en varias tintorerías de Granada, para su limpieza y reparación, pero los que le dieron, eran desorbitados para las arcas de la hermandad.

Pasó la primavera, llegó el verano y, una tarde calurosa de domingo, me despertaron de la siesta, las voces de mi amigo José Carranza, bajo el balcón de mi dormitorio en la calle San Matías. Cuando me asomé ante tan alarmante urgencia, me dijo: ¡Vístete, coge las llaves de tu coche, que nos vamos a reparar una tragedia!

Siguiendo sus instrucciones, conduje hasta un pueblo del cinturón y, pare a las puertas de un chalet familiar. Nos abrió el hermano mayor aludido, con la cara descompuesta, y rogándonos por todos los santos de la corte celestial, que aquello queda entre nosotros como secreto de confesión. Nos dirigió hasta la piscina y la imagen era dantesca. Para solucionar de una manera barata la limpieza del manto, había comprado un tambor de cinco kilos de detergente “colón”, lo había vertido sobre el agua, y cuando la espuma estuvo a punto de nieve, echó extendido el manto en cuestión, para limpiarlo de una manera económica y “eficaz”, con un cepillo de raíces.

Armados con palos de escoba, cepillos de barrer y de fregona, nos lanzamos al agua para el rescate del manto. De lo que ocurrió a continuación, solo los tres y una comunidad de religiosas del Realejo sabe lo que pasó. Al año siguiente, el manto lució impoluto. Creo que, de todos los intervinientes, el único que vive soy yo.

LOS GITANOS

 

Ansioso por dar a conocer a nivel nacional nuestra semana santa, cuando los directores de Madrid, me dieron la posibilidad de transmitir en directo para todo el país una sola procesión, aquella semana santa les propuse, narrar desde la tribuna oficial de la plaza del Carmen, la de Los Gitanos. Una Hermandad que tenía atractivos suficientes, como para ser entendida en toda la piel de toro.

Acordamos que la conexión en directo la llevaríamos a cabo el miércoles santo a las siete de la tarde, que era la hora en la que la hermandad sacromontana, -según el programa oficial- debería entrar en tribuna.

Aquel año, la cofradía salía de un garaje en la placeta de Cuchilleros, pero la organización tuvo grandes problemas para poner el cortejo en marcha, de tal manera que cuando el reloj del ayuntamiento daba las siete de la tarde, desde Madrid me dieron paso para iniciar la trasmisión, contando el discurrir de la comitiva que debería estar pasando ante mis ojos. Tras los saludos protocolarios, para hacer tiempo fui contando la historia de la hermandad del Cristo del Consuelo, mientras mi compañero operador de sonido, Pepe Campos de España, me hacía gestos de que la hermandad ni siquiera estaba entrando en calle Navas. Agotados todos los recursos posibles, Pepe cogió dos destornilladores de su caja de herramientas y, aprovechando que las sillas de la tribuna eran metálicas, y, además, él había hecho la mili en la banda de cornetas y tambores en San Fernando, comenzó a redoblar el paso del tambor procesional, como si el cortejo estuviera pasando ante nosotros.

Mi condición de cofrade desde la niñez, me permitió sacar de mi cabeza, hurgando en mi memoria, la composición del mismo, desde la Cruz de guía hasta la banda que cerraba la procesión. Fui narrando despacio para dar tiempo a que llegaran los penitentes, pero el caso fue que relaté el desfile completo y la hermandad no había llegado, dando por concluida la transmisión sin que hubieran aparecido en la plaza. Recogimos los cables, nos fuimos al cercano Club Taurino a tomarnos una cerveza para pasar el mal trago, y cuando nos íbamos, comenzaron a llegar los primeros componentes del cortejo cofrade.

A la mañana siguiente, nada más llegar a la emisora, la secretaria Encarnita, con gesto serio nos dijo: Pasad al despacho del director que os está esperando. Los dos entramos con las piernas temblando y pensando que sobre la mesa estarían las cartas de despido, pero había otro papel. Era un fax del director general, Jesús Gago, felicitándonos efusivamente por la magnífica transmisión en directo para toda España de la procesión de Los Gitanos.

 

 

 

 

 

 

CAFÉ SUIZO

 


CAFÉ SUIZO

 

Tito Ortiz.-

 

Cada mañana, ante media tostada de pan integral con aceite y un café con leche, comenzaba nuestra primera conversación del día, cuando ambos trabajábamos en el edifico de La Pirámide en la avenida de la Constitución. Tras la jornada laboral, nos organizábamos de tal forma que la tarde nos diera lo suficiente, a él para escribir, a mí para hacer lo propio en el diario Patria o la Hoja del Lunes, y después, dirigir nuestros pasos a la exposición de turno, la conferencia, o el acto cultural que tocara, para recalar más tarde en amena tertulia con otros amigos en el desaparecido Café Suizo de Puerta Real. Aquella gran familia de la Granada cultural y artística que Manuel López Vázquez inmortalizara en un óleo sobre tabla de incalculable valor al día de hoy.

Arcadio Ortega Muñoz, poeta, escritor y académico, es hombre de extraordinaria conversación enciclopédica, como corresponde a una persona de formación renacentista, al que la historia y las artes no le son ajenas, pero menos aún la política o la sociedad que lo alberga, de la que les aseguro es un observador atinadísimo en sus conclusiones. Para ser un hombre de letras, no le son ajenos otros campos como el de la economía- por ejemplo – y así lo dejó patente en su obra, “Evasión de capital” de 1979, o en aquella otra tan atinada, “Los Juguetes del Yuppi” del año dos mil uno, en la que le ajusta las cuentas a un personaje que, en su momento, anduvo por aquí con gran influencia bancaria. Su novela, “Candidato Independiente” de 1993, transcurre en una noche decisiva para el protagonista que, entre sorbo y sorbo, se desnuda ante el lector valorando los pros y contras de una decisión que puede cambiar su vida y la de toda su familia. Y esa realidad y la capacidad de transmitirla en toda plenitud al lector, no se consigue aislándose en una cámara acoraza para la creación literaria, muy al contrario, es el resultado de ser un hombre de su tiempo que vive permanentemente informado de lo que sucede a su alrededor, y sabe transmitirlo con brillantez en la voz de sus personajes.

CLAUSTRO APÓCRIFO

No es la primera vez que dejo constancia escrita de aquellas reuniones de los viernes a mediodía, en la “Trastienda” de Fernando Miranda, en la placeta de Cuchilleros, donde personas como Pepe Heredia, Aurelio López Azaústre, Castro Llamas, Emilio Puche, Juan y Jesús Conde Ayala, Pepe Cañas, Ataulfo Granada, “El Parrón”, Francisco Manuel Díaz,  Miguel José Hagerty, y tantos otros que harían la lista excesiva en este espacio, tomábamos el pulso a la Granada cultural de los setenta. Desde la hora del ángelus hasta la puesta del sol, en aquel ateneo libertario, sin ataduras ni censuras, las genialidades se aportaban como moneda corriente de amena conversación. Por sus obligaciones profesionales, Arcadio no se incorporaba hasta pasadas las tres de la tarde a tan insigne asamblea, pero su entrada era triunfal cada semana. Después de tres horas debatiendo sobre lo divino y lo humano, los presentes ya caldeados, estaban en plena ebullición, cuando Arcadio se presentaba en la puerta, levantaba el índice izquierdo, y sin tener ni idea de lo que allí se estaba debatiendo, gritaba: ¡Pues no estoy de acuerdo! Y las carcajadas se oían en Puerta Real.

Gran conocedor de nuestras tradiciones, su devoción también lo llevó en su momento a, recuperar con buen tino la hermandad de Nuestra Señora de La Esperanza, representándola en la Federación de Cofradías, teniendo el honor de haber sido también, Pregonero de nuestra semana santa. Las cruces de mayo, el corpus, los belenes, o las hermandades de gloria, tampoco le son ajenas. En definitiva, todo lo que sea nuestra historia y tradiciones, está en su cabeza con un excelente juicio crítico, además de, acertados consejos, en caso de ser consultado.

RECONOCIMIENTOS

No me gusta hacer una retahíla de premios y reconocimientos, pero, no me resisto a dejar constancia escrita de algunos: Cofundador de la colección literaria, “Aldebarán”, primer Presidente de la Academia de Buenas Letras de Granada. Obtuvo los premios “Virgen del Carmen” de poesía en 1975 por su libro, “Cuando la mar se vuelve fría”, otorgado por la Presidencia del Gobierno, el "García Lorca" de la Universidad de Granada en 1981 por su libro, “A nuestros poetas muertos” y el de la Caja de Ahorros de Almería en 1978 por la novela Viento del Sur. Es Presidente de Honor de la citada Academia y Medalla de Oro al Mérito por la ciudad de Granada en 2009 concedida por el Ayuntamiento.

De todas formas, pienso que, el mejor reconocimiento para un autor es el respeto de sus colegas, y la admiración de sus lectores, dos asuntos que él tiene aprobados con nota más que alta. Para aquellos que no hayan tenido la oportunidad de leer algo suyo, yo les recomiendo el disfrute de tener entre las manos, “Café Suizo” de 1979, o la última: “Tardes en el Café Suizo”. En cualquiera de estas dos obras lejanas en el tiempo, tendrá la oportunidad de disfrutar de un escaparate granadino, consecuente con la sociedad de nuestro tiempo, donde los personajes descritos por el autor, se muestran como dignos nativos de esta tierra, bella y misteriosa que es Granada, en la que la creación artística y literaria jamás se ha tomado un descanso y, desde la noche de los tiempos sigue en plena actividad creadora en todas las ramas de las artes. Una de ellas y, muy cualificada es la del poeta, escritor y académico, Arcadio Ortega Muñoz.