martes, 7 de abril de 2020

CORONANEGLIGENTE

CORONANEGLIGENTE

Tito Ortiz.-

Si para algo ha servido esta tragedia que estamos viviendo, ha sido para comprobar la falta de inspección de las autoridades incompetentes, sobre las residencias de ancianos, convertidas en el paradigma de lo irracional y negligente, ante el descaro de la humanidad que mira para otro lado, una vez que el anciano está colocado sobre la responsabilidad de otros. No generalizo porque sería injusto. Es cierto que algunas residencias, gozan de los servicios que se les suponen para atender a nuestros mayores, pero el coronavirus nos ha dejado ver a las claras, que otros establecimientos dedicados a cuidar de nuestros abuelos, no contaban con el personal necesario. El covid-19 nos ha permitido descubrir, la existencia de residencias con doscientos internos, que solo contaban con un médico a tiempo parcial, dos enfermeras y seis auxiliares. Algo que raya en el delito, cuando no, lo sobrepasa. El estado del bienestar, en el que al parecer vivimos desde hace tiempo, todavía no ha entrado en algunos de estos establecimientos, que cobran un ojo de la cara por cuidarlos, y esa cuantía no se corresponde, ni con los servicios que se les prestan, y menos aún con los cuidados sanitarios ofrecidos. También deja mucho que desear la cualificación profesional de muchos de los cuidadores, careciendo de la titulación exigida por ley, para estos menesteres. Una vez que pase la tormenta, el torpe gobierno que atolondradamente naufraga en ésta tempestad, debería tomar cartas en el asunto, y pedir responsabilidades penales, para quiénes lucrándose por cuidar ancianos, no han estado a la altura de las circunstancias, bien por falta de capacitación o, por dejación de funciones. El desconocimiento de la norma, no exime de responsabilidad, y lo que se ha hecho en algunas residencias con nuestros ancianos, es de juzgado de guardia.
En el otro extremo, están todos aquellos que, no solo han estado a la altura de las terribles circunstancias, sino que han dado lo mejor de ellos mismos, para sacar adelante a éste país en semanas tan aciagas. Hablo de los camioneros que nos han abastecido de lo necesario, para que nada faltara en las despensas, que en ocasiones, no tenían un sitio en ruta para tomar café o hacer sus necesidades. Del personal de los supermercados que, incluso nos han enseñado a desinfectarnos las manos y usar los guantes. De los vigilantes jurados, convertidos en asesores de higiene y desinfección. De los abnegados farmacéuticos, que pacientemente han contestado a todas nuestras dudas en materia de pandemia, no limitándose a despachar medicamentos sin más, sino haciéndonos comprender la gravedad del momento y aconsejándonos con total solvencia y profesionalidad. Se cuentan por millones las consultas que ellos han resuelto desde la oficina de farmacia. Y qué decir de quienes están pagando con sus vidas, el hecho de curarnos y salvarnos a nosotros. Esos médicos, enfermeras, auxiliares, conductores ambulancias, celadores, junto con los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Un Estado que una vez más no ha sabido estar a la altura.

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