domingo, 5 de abril de 2020

PEPITO DE “LOS DIAMANTES”

Domingo de Ramos

PEPITO DE “LOS DIAMANTES”

Tito Ortiz.-

Eran tiempos en los que, contra todo pronóstico, Antonio Medina, hermano mayor de “La Borriquilla”, lograba cada año el milagro de poner en la calle, la hermandad encargada de abrir la semana santa de Granada. Pepito, mi amigo de entonces y de ahora, que sabe de vestir de hebreo y cargar con una palmera cuatro veces más grande que tú, ya apuntaba maneras para llevar un día el báculo dorado de La Entrada de Jesús en Jerusalén. Cuando en los sesenta y setenta del siglo pasado, la iglesia de San Andrés se hacía grande para sacar por la calle de Elvira, el primer cortejo de la semana santa, con solo un paso, mi amigo Pepe, a quién no me he atrevido a pedir el secreto de, como se fríe el pescado para que sepa a gloria como el suyo, ya profesaba su amor por esta su hermandad. “La Borriquilla” siempre fue escuela de cofrades, es muy raro que siendo niño, no hayas salido en ella, pero son muy pocos los que tienen el valor y el sentimiento de cuando son adultos, seguir en la cofradía, y ese amor desinteresado siempre lo ha tenido mi amigo Pepe, el de “Los Diamantes”.
Años en los que Dubé de Luque, no había concebido aún a la Virgen de La Paz, y en su lugar, la hermandad hacía desfilar a tres niñas del barrio, revestidas a la usanza hebrea, tras el paso del maestro Espinosa, a modo de cortejo humano y con el nombre de, “Las Tres Marías”. Todavía no había llegado con su total entrega a la Señora, mi admirado Joaquín Melgar, hombre que entendía de dulces, y como tal, aderezaba a la nueva Virgen de la calle de Elvira, con el donaire de una manola, de las que suben a la Alhambra. Y fue en esos tiempos cuando la hermandad alhambreña, empuñando llave de plata, comenzó a golpear la puerta de San Andrés, para abrir la semana santa de Granada al mundo, en un gesto que ya es histórico y que esta tarde no veremos, aunque espero que, Antonio Olivares (padre) desde el cielo, nos eche una mano para que cuanto antes, podamos seguir con la tradición. Cómplice de creaciones cofrades de la época, Miguel López Escribano, de certera sentencia en sus argumentos, con posada a los pies de esa maravilla llamada Alhambra, que no dudó nunca en poner sus conocimientos a disposición de, cuantos le necesitaron para llevar adelante proyectos que, hoy jalonan nuestro historial cofrade. Años de escasez y de penurias, pero con dosis de ilusión inquebrantables, como aquella banda de cornetas y tambores que don José Gómez Sánchez Reina, incluía en el desfile de su Santa Cena, y que por todo uniforme vestían el hábito de la hermandad, con capillos y capirotes, con ancha bandolera para los tambores con porta baquetas, y agujero en el antifaz a la altura de la boca para los cornetas. Y todo ello lo viví con mi amigo Pepito “el de Los diamantes”.

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