miércoles, 8 de abril de 2020

“EL SOTA”

Miércoles Santo

“EL SOTA”

Tito Ortiz.-

Inaugurando la década de los ochenta del siglo pasado, José Ocaña Carmona, “El Sota”, a la sazón hermano mayor de la Hermandad del Rosario, con sede en la catedral del realejo, trajo como era tradición, a la Banda de Música de La Armada Española, para acompañar el cortejo del Miércoles Santo, pero el día anterior, bajo las ordenes de su director, Manuel Galduf Verdeguer, los marineros dieron un concierto memorable en el Auditorio Manuel de Falla –antes del incendio – a base de marchas de semana santa y militares, que todavía está en el recuerdo de muchos granadinos. Tuvimos la suerte de que Radio Popular de Granada, lo retransmitiera en directo para todas las Españas, gracias a un montaje técnico, del todavía no superado en su sapiencia, Pepe Campos de España, que para tal menester, estrenó el primer micrófono de cañón que vino a esta tierra, con poderes sobrenaturales, sabiamente instalado en el palquillo de cámaras.
Por entonces, algunos teníamos algunas dificultades para entonar la Salve Marinera, que la Compañía de Honores y la Escuadra de Gastadores, entonaban solo a la salida de la imagen en la Plaza de Santo Domingo, y a su regreso. Pero “El Sota,” hizo imprimir miles de fotografías de La Virgen del Rosario, en cuyo reverso se podía leer con claridad la letra de la oración, que todos los marineros de la armada, rezan al atardecer, debidamente formados, en las cubiertas de nuestros barcos, por muy lejos que estén de la Patria. Aquel año, a las voces habituales de la marinería, nos unimos los cientos de cofrades, que estampa en mano, resolvimos con solvencia y a voz en grito, el rezo de la salve a nuestra señora.. Yo jugaba con ventaja, porque en mi niñez, ya me la había enseñado mí tío, Antonio López Marín, que sirvió en El Minador Marte y en La Fragata Magallanes, durante sus dos años de mili. El mismo que ya en esa época, estaba con el proyecto del tallado y dorado del que sería el nuevo paso de Jesús de Las Tres Caídas. Esa imagen tan especial, que días antes habíamos bajado en solemne vía crucis, desde el albaicinero convento de Santa Isabel La Real, cuyo cortejo, por su sobriedad y seriedad,  al pasar por una antigua bodega a la altura de La Cruz Verde, dio el susto más grande del mundo a dos parroquianos, que con más de media en las agujas, salían de la taberna con destino a sus casas, pero al toparse por sorpresa con la cara del Cristo sobre ellos, exclamaron: ¡Compadre que es esto!, volviendo rápidamente sobre sus pasos a la barra del bar. Asunto este más que comprensible, si tenemos en cuenta que ya caía la noche sobre el barrio moro, las pocas farolas no se habían encendido, y la única luz eran las pocas velas que portábamos los componentes del lúgubre cortejo, que en unas parigüelas hacíamos que la melena natural del Cristo, de la que tanto sabe Barrales, se bamboleara de un lado a otro de su rostro.

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