martes, 27 de diciembre de 2016
VIENEN A POR TÍ
VIENEN A POR TÍ
Tito Ortiz.-
Nadie sabe lo aburrido que es, estar muerto, hasta que no se muere. Eso de levantarte por la mañana y no saber que hacer, porque no tienes nada de lo que preocuparte... bueno levantarte por la mañana es un decir. Aquí no existe ni el día ni la noche. De hecho, es bien sabido en el mundo de los vivos, que los muertos, de aparecernos, lo solemos hacer más bien por la noche, y eso es producto de que aquí no existe el tiempo, ni las estaciones, vamos aquí no llegan ni las de Vivaldi. En un momento estás pensando en los pelos de pascua, y ¡zas!, se te ocurre aparecerte a los tuyos, aunque les des un susto de muerte, que no son pocos los que han muerto, tras haber tenido la experiencia de ver junto a su cama, a su difunto padre, sonriendo como si tal cosa. Claro son muertes comprensibles, pero a ver como las explica el forense en su informe, porque es muy difícil que un juez admita, que el ahora yacente, dormía como un bendito a las tres de la madrugada – las tres de la madrugada es cuando nosotros tenemos recreo – y en esto que sin saber por qué, se despertó viendo un resplandor blanquecino a los pies del edredón, y en levantando la mirada, vio como flotando en el aire a su difunto padre, cuyo cuerpo dejó embutido en un nicho a perpetuidad, hace diez años. El caso es que en principio aquella aparición le gustó por ver a su progenitor después de tanto tiempo, luego estuvo a punto de preguntarle, pero el fantasma de su padre se le adelantó, y con media sonrisa en la cara blanquecina, mirándole fijo a los ojos le espetó: No se te ocurra dejar de pagarle a Emucesa el canon anual de mi nicho, si no quieres que venga otra noche y te arrastre de los pelos. En ese instante, un dolor intenso que salía del corazón y se irradió por su brazo izquierdo, comenzó a dejarlo sin respiración, hasta el punto de que cuando ya se le nublaba la vista, en el último aliento de vida, vio como el fantasma de su progenitor, le alargaba el brazo para tirar de él, al tiempo que le decía: Perdóname hijo, pero es que aquí me sentía muy solo, ahora con tu compañía, esto será más llevadero.
Y es que, ese es el peligro de estar muerto. Que en un momento determinado te aburres, y te da por hacer una excursión al mundo de los vivos y traerte a alguien para que te haga compañía. Sé que no es comprarte una mascota porque te sientes solo. Sé que ahí abajo, en el mundo de los vivos, cuando menos se arma la marimorena, por estos caprichitos que a veces nos dan a los muertos, pero eso es lo que tenemos los palmados. Que nos aburrimos, que no tenemos nada que hacer, que la eternidad se nos cae encima como una losa, y no sabemos en que emplear nuestro tiempo libre, que es todo. Manda castañas. Que no es que tengamos un ratito libre, que es que tenemos todo el tiempo del mundo, vamos que la eternidad es nuestra, y en ese plan, a ver quien es el guapo que aguanta solo. Que la muerte es muy mala, pero que una vez superado el trauma, lo que de verdad es malo es la soledad. Una soledad que comienza cuando los “emucesos” encorbatos y enlutados, te dejan dentro del nicho, en el interior del panteón familiar, o te sacan de la sala del adiós, para arrearte un fogonazo y dejarte mas frito que los pajarillos de, Los Altramuces. ¿Alguien puede decirme para qué me he muerto yo?. Ay... que me tenéis más frito que un chicharrón.
martes, 20 de diciembre de 2016
EL EMBOVEDADO
EL EMBOVEDADO
Tito Ortiz.-
Que hay vida después de la vida, es algo que ya nadie debe poner en duda: Aquí estoy yo, hace meses muerto, y sin embargo, atento a la actualidad como un curtido gacetillero. El no tener cuerpo, pero sí espíritu, o alma ó lo que ustedes quieran, me permite comunicarme con el mundo de los vivos, pero al mismo tiempo, el privilegio de entrar en conversación con cualquier muerto, pues donde me encuentro, no tengo más que desear entrar en contacto con el, y al instante, ya estamos de cháchara como si no hubiera un mañana. Bueno, para nosotros los maullados, la verdad es que no lo hay, pero es una forma de hablar. La otra tarde me encontré con mí admirado, Manuel López Vázquez, pintor de la calle del Carnero, junto a La Concha y El Manuel, y hablábamos de uno de sus referentes, el también paisano, José María López Mezquita, de su obra costumbrista y moderna, para su época. Recordamos aquella mañana de frío invierno, en el museo de Bellas Artes en Carlos V, cuando nos referíamos al genial pintor granadino, en compañía de Enrique Pareja, y Francisco González de La Oliva. Los cuatro analizamos con detenimiento, la aportación de López Mezquita, a la pintura nacional del momento, y en concreto, López Vázquez, me insistía en que echara un vistazo a un cuadro, pintado por José María, allá por 1904, que él había visto cuando estaba de aprendiz en el taller de Navas Parejo, y al que le había perdido la pista. Aquellas conversaciones nuestras, tenían lugar en el taller de restauración del museo alhambreño, mientras López Vázquez realizaba su trabajo, y Pareja, de La Oliva, y yo, lo admirábamos en su procedimiento y enjundia. Todavía no había ingresado, en la Real Academia de Bellas Artes Nuestra Señora de Las Angustias, tampoco Enrique Pareja había marchado a Sevilla, para dirigir el Bellas Artes hispalense. Ni de La Oliva, regentaba aún La Casa de Los Tiros. Yo era el crítico de arte de Patria, y Marino Antequera, el de Ideal. Franco estaba con una pierna aquí y otra allá – lo digo por la flebitis – y su yerno, el Marqués de Villaverde, intentaba lo imposible por obtener credibilidad como médico, asunto éste del que llegó desposeído a la tumba, con no pocas responsabilidades médicas a su espalda. Pero volvamos al arte.
El maestro López Vázquez, me insistió una y otra vez en que tenía que conocer, “El Embovedado”. Un cuadro de pequeño formato de López Mézquita, en el que se apreciaba una imagen de Puerta Real, casi aérea, cuando todavía no habían llegado las vías del tranvía a rodear la fuente, y en ese lugar, aparecía un viejo quiosco de madera, que al inicio de la carrera de La Virgen, ofertaba agua de cebada a los viandantes. Al fondo, una de las torres de la Basílica coronada por Sierra Nevada, y una Acera del Darro, por la que circulan algunos coches de la época, - los del punto - con sus cocheros de mantas a los pies, tabaco de chasca entre los labios y su látigo en la mano. López Vázquez, me insistía para que no me equivocara cuando lo viera por primera vez: Acuérdate Tito, que éste cuadro lo firmó, José María López Mezquita, no abajo en una esquina, ni por detrás. La firma está bien visible, a media altura de la obra, en el margen izquierdo, aunque algo centrada. No siempre nuestro paisano firmó así sus obras. Esa es la clave. Dicho y hecho. Desde entonces me dediqué a buscar éste cuadro, aunque en vida no tuve éxito. Ha sido después de muerto, cuando he tenido que ir al museo de la Varonesa Thyssen en Málaga a verlo, y a descubrirlo rodeado de la mejor colección de pintura costumbrista de los siglos XIX y XX. Nuestro paisano reina allí, al abrigo de los mejores compañeros de su época. Honor y gloria a López Mezquita, y a Manuel López Vázquez, que me lo enseñó e inculcó. Gracias maestro.
martes, 13 de diciembre de 2016
EMPEDRAILLO ALABAYCINERO
EMPEDRAILLO ALBAYCINERO
Tito Ortiz.-
Aquella perola hirviendo desde la mañana, en la vieja cocina de carbón, iba desprendiendo su aroma, através de la apertura que dejaba al haber colocado la tapadera, ligeramente ladeada, tal y como se ajustaba el sombrero andaluz, Juanito Valderrama. Aquellas judías riñoneras de la vega de Granada, junto a una hermosa cabeza de ajos, un puñado generoso de arroz, un pimiento cornicabra, y un sabroso chorizo de guisar, sometidos al fuego lento, con su carterilla de colorante, “El Aeroplano” y una hebra de Azafrán, expelían desde el fogón escaleras abajo de la casa de vecinos, el perfume de todo un manjar que iba a ser degustado, por los Ortiz López, en el viejo caserón de vecinos. Cuando llegabas del colegio a medio día, y aquel olor inundaba el zaguán, hasta los vecinos más despistados, anunciaban el plato que te esperaba: ¡ Anda Juanito, que hoy tenéis Empedraillo Albaycinero! Como te vas a poner. Y tenían razón. De todas las comidas, ese era uno de mis platos preferidos.
Tal y como ha llegado hasta nosotros, se trata de un potaje clásico del siglo XX, cocinado en los fogones albaycineros de un barrio humilde, cuyas casas de vecinos estaban pobladas por la clase obrera, contrastando junto a los cármenes de grandes fortunas y blasonados apellidos. Aunque su origen es muy anterior, pues se sabe que los romanos granadinos ya consumían arroz, aunque lo importaban de China. En honor a la verdad, fueron los árabes, quienes introdujeron su cultivo en la península, y lo cocinaron, junto a otras legumbres. Ya en la Granada conquistada por los Reyes Católicos, y tras el descubrimiento de América por el almirante, Cristóbal Colón, se sabe que en las bodegas de sus barcos de regreso a España, vienen las alubias, que serán cultivadas en la Vega de Granada en su variedad de riñonada blanca, que forma parte de éste plato. El Empedraillo Albaycinero, recibe su nombre del aspecto una vez emplatado, muy parecido al empedrado de las calles del popular barrio, en cuyos hogares vivieron los obreros y arquitectos que levantaron la Alhambra.
Es cierto que se trata de un plato humilde de la riquísima gastronomía granadina de los últimos cinco siglos, y no lo es menos, que una vez servido, con dos toques simples de imaginación, se puede convertir en un manjar de dioses, habiéndose llegado incluso, a servir frío, como contundente entrante granatensis, que abre el apetito para ingerir otras viandas. Arroz, Alubias, un tomate, un pimiento verde, una cabeza de ajos, una patata para trabar el caldo, colorante, aceite, unas hebras de azafrán, una cuarta de chorizo dulce y un huevo duro, son ingredientes suficientes, para preparar éste guiso competidor, con cualquier otro hervido de la piel de toro. Si se sirve al comensal con el boato suficiente, siguiendo el ritual de la tradición, el éxito está asegurado, y el placer en las papilas gustativas, también. Yo ya estoy salivando, al recordar éste ceremonial: Se emplata solo el arroz y las judías. Al chorizo que ha cocido en la cazuela, se le quita la piel y se pica a daditos muy pequeños, que se ponen sobre el guiso en la parte central, a modo del corazón de una flor, cuyos pétalos se formarán en derredor con finas láminas del huevo duro, formando el tallo de la flor con un chorreoncito de aceite virgen extra. Después de saborear éste guiso, no echará de menos ni el caviar, ni la langosta... se lo aseguro. Hay quiénes hemos tenido que volver del mundo de los muertos, temporalmente, solo para ponernos cerca de uno de éstos platos, y disfrutar hasta el éxtasis de ésta maravilla gastronómica granatensis, que como en tantas otras ocasiones, demuestra que no se necesita ser un guiso caro, para ser bueno.
martes, 6 de diciembre de 2016
LUCES DE NAVIDAD
LUCES DE NAVIDAD
Tito Ortiz
Los que piensan que porque esté muerto, no me doy cuenta de las cosas, es que no me conocen. Que uno de los primeros que dio la voz de alarma, aquí en el otro mundo, fui yo. Era imposible no advertir a finales de Septiembre, que las luces de Navidad, ya estaban puestas. Éste año los instaladores han madrugado más que nunca, posiblemente, para que nos demos cuenta de lo globalizado que hoy día está todo. Una de las ventajas de ser un espíritu, que en su día dio vida a una pulcra osamenta, es la de viajar por el éter y poder desplazarme donde me plazca. Así que ni corto ni perezoso, me he dedicado en los dos últimos meses a visitar algunas provincias andaluzas a las que he añadido, Madrid y Barcelona, por aquello de tener una referencia clara sobre el asunto. Y en efecto, éste año las luces de Navidad se han puesto antes, como si una sola empresa hubiera accedido al concurso luminoso de todo el país, y por falta de personal e infraestructuras, se hubieran echado a atravesar las calles de fachada a fachada, para poder llegar a tiempo del encendido en todos los pueblos. Si se dan cuenta, observarán que todos los dibujos y figuras habituales de las bombillitas de colores, son los mismos, y ya para remate de la uniformidad lumínica del suelo patrio, en todo lugar, villa, concejo, o territorio conquistado a los belenistas, la autoridad competente ha hecho instalar un cono enorme, a modo de árbol navideño, que aunque compite en metros de altura de una provincia a otra, iguala plazas y explanadas, como si en el subsuelo habitara el mago Merlin, y éste artefacto coronara su testa de blanca pelambrera. Menos mal que en la capital del reino de Granada, hombres y mujeres capitaneados por Antonio Pipó y mi admirado maestro, Pepe Liébana se han decidido a dar un paso adelante, y hacen de ésta Navidad algo especial y sin precedentes. Que en cada comercio elegido, se vea con luz propia una escena belenista, un portalico, un misterio, una escena navideña de nuestra más pura tradición, que al igual que con, El Santo y La Limosna, recorre nuestros comercios, convirtiendo sus escaparates, en una puerta abierta a la tradición y el buen gusto. Los hombres y mujeres belenistas de Granada, han querido éste año, importar ésta costumbre del Diorama, arraigada en otros lares, para dotar a nuestra capital, de un atractivo más, en colaboración con menesterosos comerciantes que con ilusión viven ésta primera experiencia. Junto a los belenes históricos, artesanales, populares o infantiles, éste año la familia crece con éstas escenas de belenes Diorama, que por sí solas, constituyen toda una ruta, para el disfrute de grandes y pequeños. Estos pesebres al paso del viandante, se transforman en parada obligatoria, para aquellos que gustan de la tradición de nuestro nacimiento, del portalico albayzinero, de las figuras de barro de nuestro sin par, Mariscal, y de su alumno aventajado, Manuel Collado, que tanto arte hecho barro ha dejado en Granada. Yo, porque estoy muerto, si no, me los veía todos, pero es que ya no doy más de sí. A éste paso no me como los mantecados. Pero me anima mucho, Alfonso Alcalá, que ha llegado aquí antes de tiempo. Él, como hombre de teatro, sabe tanto de tramoyas y atrezos, que viendo lo que son capaces de hacer estos artistas vocacionales, en el receptáculo que les permite una caja a modo de fondo teatral, es el que me anima para que bajemos al entorno de Emperatriz Eugenia, y disfrutemos como niños. Lo mismo le hago caso.
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