lunes, 31 de agosto de 2015
EL CORRAL DEL CARBÓN
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Corral del Carbón
No hay precedente en España, de que otro director haya dedicado toda su vida, al engrandecimiento de nuestro teatro clásico, y la zarzuela. José Tamayo, sintió desde niño esa vocación, que mantuvo hasta el final, con la estética de un corral de comedias.
Ésta Alhóndiga Nueva, construida en el primer tercio del siglo XIV, junto al mercado de las sedas, al que accedía por un puente sobre el Darro, y al lado de la Mezquita Mayor, fue almacén y mercado, también posada de comerciantes. En el siglo XVI, ya se tiene constancia de que es utilizado como Corral de Comedias, pues su arquitectura a doble planta, permite separar a hombres de mujeres durante los espectáculos, ya que unas veces la autoridad y otras la religión, dependiendo de la época que hablemos, no se permitió que hombres y mujeres asistieran juntos a los espectáculos. Pasó el edificio, de ser utilizado para que pernoctaran los carboneros, a lugar de representaciones teatrales, dada su cercanía al zoco de la medina, lo cual permitía el conocimiento de lo programado, de manera inmediata a un mayor número de personas, a veces incluso, sin tener que utilizar voceros y fanfarrias.
Multiusos
A lo largo de su historia, el Corral del Carbón también cambió de sexo, llegando a convertirse en Corrala, pero de vecinos. Hay algunas generaciones de granadinos, a los que les cupo el honor de nacer en lugar tan emblemático e histórico. Aquí se ha declamado a los clásicos, bailado a lo genuino, y cantado a lo más jondo, no sólo por la cantidad de ocasiones en las que éste patio, albergó el arte flamenco, sino porque pocos saben, que el famoso Primer Concurso de Cante Jondo celebrado en la Alhambra en 1922, tuvo entre éstos muros su segunda edición al año siguiente, en 1923, según ha descubierto, el no menos flamenco, José Delgado Olmos, estudioso del tema y aficionado cabal donde los haya. Aquí se ha proyectado cine, se ha tocado el piano, interpretado canción lírica, presentado eventos, escuchado declamar a los clásicos, e interpretado a los contemporáneos. Aquí se echan suspiros, y monedas al agua acompañadas de un deseo, como en la Fontana de Trevi. Y es que éste humilde pilarillo en el eje del patio, es más antiguo aún que la célebre taza inmortalizada por, Anita Ekberg, cuya imagen no me permita olvidar dios en toda mi vida.
José Tamayo
No muy lejos del Corral, nació el gran Pepe Tamayo, que desde niño sintió la vocación del Teatro. Leo del año veinte, Tamayo, estudió humanidades en el seminario y pasó por la Escuela de Comercio, pero sus ojos brillaban de manera especial cuando se levantaba el telón. Con diecisiete años comienza su andadura con, Teatro Al Aire Libre, poniéndose al frente de la dirección con grandes clásicos de todos los tiempos. A mediados de los cuarenta, funda la compañía Lope de Vega, tal vez su gran obra, porque por ella pasan los grandes de la escena española, y con ellos, revaloriza a los autores hispanos, hasta el punto de que nunca antes habían sido valorados. Tamayo ama nuestro teatro, y ama nuestro género chico, hasta el punto de que La Zarzuela, conoce a través de sus montajes una época de esplendor, absolutamente insospechada. Hizo las américas donde triunfó con rotundidad, y la década de los cincuenta, lo encuentra en el Teatro de la Comedia de Madrid con Muerte de un Viajante. En 1954 realizó su primer montaje musical en el Teatro de La Zarzuela, Al sur del Pacífico, que le dio pie para crear cinco años más tarde la compañía lírica, Amadeo Vives. Fue durante esta temporada (1954-1962) cuando dirigió el Teatro Español; algunas de las obras que puso en escena y que más fama le dieron durante esta etapa fueron Doña Francisquita, (1956), en el Teatro Lírico Nacional de La Zarzuela. Carmen (1962), en la Plaza Mayor de Madrid. Enrique IV, Luces de Bohemia; El caballero de Olmedo, en Washington y Nueva York, y Crimen Perfecto, que fue una de las obras más innovadoras del momento. De su pasión por el teatro, ésta anécdota real lo calibra perfectamente: una larga noche de ensayos al aire libre, en el Teatro Romano de Mérida. En un momento dado, Tamayo gritó, llevándose las manos a los ojos: "¡Qué me apaguen ese dos mil!", refiriéndose a lo que creía era un foco que le deslumbraba. Su ayudante le tuvo que aclarar: "Don José, no es una luz, es el sol que está saliendo". Ése era Pepe Tamayo, el granadino que dirigiendo autos sacramentales en la puerta de la catedral granadina, aprendió a conquistar el mundo de la escena, que no llegó a tener secretos para él. Pepe Tamayo, más granaíno, que la calle La Colcha.
domingo, 30 de agosto de 2015
LAS ORILLAS DEL DARRO
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Las dos orillas del Darro
Si hay una granadina que nació viendo el río Darro desde las dos orillas, esa es Mariana de Pineda. Se puede decir que el suyo es el barrio de santa Ana, y que desde aquí, soñó una Granada más justa y libre, pagando su anhelo con la vida.
Dicen, los que de esto saben, que El Darro llegó a tener a su paso por la ciudad un total de catorce puentes, algunos de ellos conservados bajo el embovedado, que en algunos tramos comenzó a producirse en el siglo XVII. Pero la auténtica imagen del Darro urbano, histórico y cosmopolita, es la que se obtiene en el tramo comprendido entre la Iglesia de san Pedro y la de santa Ana. En esos metros, El río que en su momento dio oro, regala al mundo su belleza blasonada por diez siglos de historia, piedra a piedra, arco a arco. Y en éste tramo de sus aguas, será donde fijemos nuestro relato veraniego de hoy, ya sea, aguas arriba, o abajo, pues la historia es la que es, y la belleza inamovible. Para recrear nuestra vista de paseantes exhaustos por “ la caloh”, en busca de refugio donde mitigar nuestros males, nos queda el puente, de El Aljibillo, con sus sillares a soga y tizón, que nos permite cruzar al avellano o la cuesta de Los Chinos, esa que por fin ya parece estar arreglada, cuya pavimentación al parecer ha sido el parto la burra, que diría un albaycinero. Aguas abajo, el puente de Las Chirimías, que desde la casa del mismo nombre, cruza hasta el hotel Reuma, y nada más bordear la iglesia de san Pedro, frente a los baños árabes, los restos del que fuera el puente más importante: El Puente del Cadí, o puerta de Los Tableros, que no sólo conectaba el Albayzín con la Alhambra, sino que permitía maniobrar las aguas, a conveniencia de los regidores.
Espinosa y Cabrera
Siguiendo el curso de las aguas, el siguiente puente sobre el Darro es el de Espinosa, casi a la puerta del Centro de Documentación Musical de Andalucía, que conecta Albayzín y barrio de La Churra, pero que entre ambos, alberga la calle de santa Ana, en paralelo al cauce y por donde tiene la entrada a la sacristía, el templo a los pies de La Almanzora. Este puente de arco único, como sus hermanos, es de aspecto más tosco, debido a su construcción cristiana datada hacia el siglo XVII, si bien no se puede descartar que antes ya existiera otro en su lugar, dadas las lógicas necesidades de conectar un barrio y otro. Éste puente Espinosa, junto con su hermano de más abajo, el puente Cabrera, es muy posible que sean los dos puentes más pintados y fotografiados de la historia, pues no hay imagen de Granada en el mundo que nos identifique más, exceptuando la de la Alhambra. Estos dos puentes es muy posible que se construyeran sobre anteriores, que no resistieron a finales del XVI, el estallido del polvorín existente junto a la Iglesia de san Pedro, y en el tramo que ellos presiden, hasta llegar al inicio del embovedado en la plaza de Santa Ana, junto a su iglesia, nació y vivió una mujer ejemplar e inolvidable.
¿Por bordar una bandera?
Desde el puente de Espinosa, aguas abajo, hasta las puertas de la Chancillería, discurre una vida. Mariana nace en una orilla del Darro y vive de casada en la otra, aunque el final de sus días se celebra en un pañuelo, que es la distancia que separa su casa de la calle Águila, del Convento de Las Arrecogías del Beaterio de santa María Egipciaca, situado en la única mitad de la calle Recogidas que en ese año existía. Hija de madre soltera, pero de familia noble, mariana crece en la clase social acomodada de la época, y casa con tan sólo quince años. Un hecho que marcará su vida pues enviuda al poco tiempo. Mujer inteligente y culta, era lógico que no pudiera comulgar con el Régimen impuesto por Fernando VII, rey taimado y sanguinario, cuyo proceder, tanto animó a la causa republicana de todos los tiempos. Es muy posible, que de ser Mariana menos valiente, y de no existir en el mundo un ser abyecto y enamorado de ella como el alcalde del crimen, Ramón Pedrosa, la causa hubiera sido otra, y otro su resultado. Mariana fue elegida para el cadalso, como hecho ejemplarizante, no contra las gentes del pueblo, sino, contra la clase noble y acomodada, que a pesar de sus estatus, no comulgaba con un rey tan despreciable como el de aquellos días. Ésta ciudad, tan valiente y defensora de sus convecinos, cuando Mariana a lomos de un borriquillo, iba camino del cadalso, lejos de revelarse, al paso de la lúgubre comitiva, cerraba los postigos de balcones y ventanas, como no queriendo ver la escena. Típico nuestro.
jueves, 27 de agosto de 2015
LA HUERTA DE SAN VICENTE
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Huerta de San Vicente
Aquellos 36 marjales de la antigua huerta de Los Marmolillos, pasaron a llamarse, de San Vicente, en honor a doña Vicenta, madre de los García Lorca, por voluntad de su marido, don Federico, nada más formalizar la escritura de compra en 1925. Desde ese instante, el lugar se convirtió en la huerta de recreo donde pasar los veranos, alejados del mundanal ruido de la ciudad, pues no olvidemos que los Lorca, poseían casa en La Acera del Casino, corazón de la capital. Con el tiempo la fueron adaptando, metiendo el agua corriente, la electricidad y otras comodidades, incluso el teléfono. No olvidemos, que la conexión natural con el casco urbano es la calle de Recogidas, pero que en esa época, se cortaba a mitad de camino, donde ya empezaban las huertas y su prolongación con la Vega de Granada. Se entraba en ella a través de un camino lleno de árboles frutales, con rosales y granados. Un enorme nogal daba sombra en la entrada. Había también un níspero, varios cipreses, uno de ellos sembrado por Federico y una palmera. Un gran macasar de enorme tamaño aromatizaba, con higueras y jazmines, todo el entorno. Las vistas sobre la Alhambra y Sierra Nevada la convertían en una finca ideal para los días de asueto.
Isabel
La propia hermana pequeña del poeta, Isabel, la describió así: En verano la casa era fresca, pues tenía muros muy gruesos, y a las doce de la mañana había que entrar en ella y salir a la puesta de sol. Pero las mañanas las recuerdo deliciosas. En la cocina había una tinaja bastante grande que se llenaba cada dos días y había lo que se llamaba una cantarera, con dos cántaros grandes que se llenaban de agua que nos traían en un borrico, desde la famosa fuente del Avellano. A la izquierda, cubierta por un jazmín que llegaba a los balcones, una habitación que era comedor y otra que era el cuarto de Paco, y enfrente la cocina. Junto a la casa, a la izquierda, se hizo primero un garaje y encima una preciosa terraza. Pronto pensamos que al coche no le pasaba nada por quedarse fuera, ni se veía ni estorbaba, por lo que pasó de garaje a comedor, con dos grandes ventanales, y quedó una habitación bastante espaciosa y agradable.
El Patio de la entrada
Tanto las tardes de verano, una vez que el sol iba cayendo, como las de invierno sin lluvia, el patio de la huerta se convirtió en el lugar donde reunirse para charlar, leer, escuchar la radio, el gramófono, o hacer labores de costura, que siempre fueron un bello pretexto para hablar de lo divino y de lo humano. La sombra de sus árboles, ofrecía el cobijo necesario de los rigores del calor, y el botijo a la sombra, con tapete de ganchillo, daba su agua fresca con esa temperatura natural, con el frío necesario para no dañar las gargantas. Hay quién mantiene, que en ésta paz, a tan sólo un kilómetro de la urbe, El poeta encontró el lugar apropiado para crear algunas de sus obras más preclaras, como el Romancero Gitano, o la Casa de Bernarda Alba, cuya historia ocurrida en Asquerosa, donde veraneaban antes de tener la huerta, se revivía mejor en la distancia. Las fechas de su gestación, bien pudieran validar ésta idea. En éste patio familiar, con el juego de los niños de Concha y el Alcalde de Granada, nadie podía imaginar que se iban a vivir momentos de tensión y hasta de tragedia, al llegar Agosto de 1936. Hasta tal punto, de que Federico es convencido para que abandone la huerta y se refugie en casa de sus amigos “Pepiniqui” y Luís Rosales, algo que a la postre no frenaría los impulsos de venganza del taimado, Ruiz Alonso.
Doña Vicenta
Una de las personas que más disfrutó éste patio de La Huerta de san Vicente, fue doña Vicenta, la madre del poeta y matriarca de ésta familia marcada por el dolor, que incluso alcanzó de lleno en las tapias del cementerio a su yerno, Manuel Fernández Montesinos. Doña Vicenta, “greñúa” de nacimiento, según mi compañero, amigo y maestro, Juan de Loxa, estudió en el colegio Calderón, y en la Escuela Normal se convirtió en maestra con buenas notas, que en las oposiciones le llevaron a ocupar plaza en Fuente Vaqueros, donde conoció al padre de Federico, y se casó con él, que estaba viudo. Vicenta, abandonaría la enseñanza al quedar embarazada de Federico. Pese a ser la segunda esposa y con buena diferencia de edad a su favor, la madre de Lorca se granjeó pronto el cariño y el respeto de toda la familia, consiguiendo hacer una piña, no sólo de todos sus hijos, sino de aquellos que se iban sumando a la familia como yerno y nietos. Doña Vicenta, no sólo fue la madre de Federico, fue su confidente, la primera en escuchar sus dudas existenciales y culturales, y la mujer que hizo de escudo ante su padre, para que el poeta girara su trayectoria hacia su arte, y no a lo que había previsto su padre. Amortiguadora de encontronazos filiales, certera consejera de opciones mundanas, oidora de desamores y anhelos, compartidora de éxitos, doña Vicenta es hoy, aún, parece mentira, una figura a reivindicar. Federico, no hubiera sido nunca el Federico que conocemos, si su madre hubiera sido otra mujer. A la hora de estudiarlo a él, no podemos separarla a ella. Que gran mujer, y que extraordinaria madre fue usted, doña Vicenta.
miércoles, 26 de agosto de 2015
LOS SECRETOS DE LOJA
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Loja
La ciudad abrigada por tres colinas, famosa por su mármol y la riqueza de su agua, es desde hace siglos considerada, la huerta del poniente, por la bondad de los frutos de su tierra. Aquí nació Morayma, esposa del último rey de La Alhambra, y Al- Jatib, hombre de letras con gran predicamento en la corte. Aunque su pasado árabe es el arranque de cualquier referencia al lugar, hay quién lo arrastra hasta el Paleolítico, incluso quién afirma, que Loja fue fundada por un nieto de Noé, asunto éste que yo no he podido constatar. Loja es el lugar ideal donde, parando en “El Taxi”, o en el “Tres Colinas”, tomas un refrigerio y saboreas los exquisitos roscos, blancos como la nieve, o los huesos y pestiños bañados en miel. Loja es la parada obligada al ir o venir de Málaga, las noches al raso, escuchando cante en el concurso de su Volaera, las saetillas y el danzar de Los Incensarios en semana santa, y la ribera del Genil para resguardarse del calor en veranos tórridos como éste. Por Loja pasaron los romanos, y en el siglo XIII, Fernando III El Santo, que no dudó en destruirla para conquistarla. A Loja le cupo el honor de tener como Alcaide al mismísimo, Gonzalo Fernández de Córdova. Loja es la del Corto de Loja, aquel tren que la unía con la vecina Huétor Tájar. Loja es, su Alcazaba del noveno siglo, y su convento de santa Clara, fundado por Fray Fernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, pero sobre todo, confesor de la reina católica.
Río Genil y sus infiernos
Nace el río Genil en la Laguna de la Mosca, en lo más alto de Sierra Nevada, y desde allí baja hasta Loja, regalando el tesoro de sus aguas, para refresco de las criaturas humanas, y como líquido imprescindible para la bondad de los productos de su huerta. Bajan las aguas por el Corral del Veleta, buscando la ciudad, y a su paso, se nutre de afluentes generosos, como el Cubillas y El Cacín, buscando el Guadalquivir. Tal vez uno de los lugares más pintorescos y dignos de visitar, sean Los Llamados Infiernos de Loja. Tanto el alto como el bajo, constituyen un atractivo para el visitante, que puede observar como la conjunción del río y la geología de su ribera, se encargan de formar estructuras erosionables de vida efímera, dentro de un paraje digno de mayor valoración y estima. Loja está por descubrir, Loja encierra en su historia y sus gentes, la noble tradición de un pasado heráldico, enriquecido con varias civilizaciones, que la ponen al más alto nivel. Loja es especial, tanto, que aquí a La Verónica, le llaman, Santa Marcela, pero no seré yo quien les cuente por qué. Vengan y pregunten.
El Espadón de Loja
Ramón María Narváez y Campos, primer Duque de Valencia, nació en Loja al finalizar el siglo XVIII. Militar y político brillante, éste lojeño cuando contaba cuarenta y tantos años, ya había presidido el Consejo de Ministros español, hasta en siete veces. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que con tan sólo quince años, ya era militar de carrera. Con una mente privilegiada, Ramón María optó por el liberalismo, aplastando sublevaciones de la Guardia Real, o cayendo preso en Francia, por los Cien Mil Hijos de San Luís. Enemistado por hechos de guerra, con el General Espartero, incluso tuvo que exiliarse en París, a pesar de su brillante carrera militar y política. A su regreso, logra rendir a las tropas de Espartero, asciende a teniente general, y sobrevive a un atentado en la calle Desengaño, de Madrid. La reina Isabel II, lo promueve a Presidente del Gobierno, y él se decanta apoyando la Constitución de 1845. Decía no tener enemigos, porque los había matado a todos. Le pidió a un arquitecto francés que le construyera en su pueblo natal un palacio (hoy es la sede del Ayuntamiento) y no muy lejos de él sus restos se encuentran enterrados en un mausoleo, realizado en mármol de Carrara junto al antiguo Convento de la Santa Cruz. Para hacernos una idea de por qué le llamaban, El Espadón de Loja, solo hay que referir algo así: Esta acción le valió la Laureada de San Fernando.
Siendo, Ramón María Narváez, teniente del
2º regimiento de Guardias Walonas y
ayudante del general Mina, recibió el
19 de octubre de 1822 la orden de volar
un torreón de Castelfullit (Gerona),
acción que consumó derribando a hachazos
la puerta, que no había caído del
todo. Recibió en la acción, un balazo y, aun así,
retiró del campo de batalla a otros heridos. Ésta es solo una de las gestas, de las muchas que protagonizó éste lojeño, de armas tomar.
martes, 25 de agosto de 2015
HOTEL REÚMA
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Hotel Reúma
Incrustado en el bosque alhambreño, a los pies del monumento nazarí, en la margen izquierda del Darro, éste hotel de efímera existencia, forma parte del paisaje granadino desde hace más de un siglo. Los ojos del niño, Marino Antequera, vieron crecer la construcción, que pronto – por su aspecto – chuscamente fue llamado, “La Maleta.”
Situados en la Casa de Las Chirimías, frente a la puerta de Guadix, por al puente del mismo nombre, se accede a un lugar de privilegio y frescor para el verano, con unos cármenes, que en su momento, fueron la envidia de la Granada pudiente. El Carmen del Granadillo, o el de Santa Engracia, donde vivó Falla durante un tiempo, comparten la tierra de La Alhambra. Y fue en éste lugar donde, Reyes Clavero y su esposa Gumersinda, deciden construir sobre los cimientos de una espartería, el que fue llamado, Hotel Bosques de La Alhambra, y considerado como un lugar encantador, según atestiguaron sus huéspedes, que sólo pudieron disfrutarlo hasta el año en que se hundió el Titánic, dado que las aguas del Darro, que regaban sus cimientos, proporcionaban un grado de humedad superlativo a la construcción, lo que dio al traste con el proyecto en 1916. Desde entonces, el edificio adoptó por votación popular, el nombre de Hotel Reuma, y dado su aspecto visto a distancia, el de “Maleta”.
Usos y costumbres
Está documentado que en la guerra incivil fue utilizado como hospital, y una vez abandonado de nuevo, en la década de los cuarenta del siglo pasado, al parecer fue sede de la logia masónica, “Alhambra”. Durante las dos décadas siguientes, y dado que el ayuntamiento montaba sobre el río un gran escenario, donde tenían lugar las actuaciones del Corpus, sus instalaciones fueron utilizadas como camerinos de los artistas. Por ellos pasaron desde Antonio Mairena, Alberto Cortés, Mocedades o, Dexter Gordon, con su cuarteto de saxofones, que cada vez terminaba una pieza, se volvía hacia la Alhambra iluminada, y le ofrecía su saxo en actitud reverente. Zarzuelas y teatro formaron parte del programa, y todavía hay quién recuerda, una actuación extraordinaria de Fernando Delgado y Charo López, haciendo “Maribel y la Extraña Familia, y “Tres Sombreros de Copa”, que estarán en la retina para siempre, en ese lugar privilegiado bajo la torre de Comares. Tampoco han faltado en la historia del edificio, fantasmas nocturnos a la moda de almas en pena, ocupas antisociales resistentes a la humedad, tal vez por el poco uso que suelen hacer del agua, y alguna satisfacción amorosa con nocturnidad.
Marino Antequera
Pues en éste lugar, en el Carmen del Granadillo, nació un año antes que García Lorca, Marino Antequera García, testigo hasta su muerte nonagenaria, de toda la historia concerniente al Hotel Reúma. Don Marino, quizás por el lugar donde nació, fue un excelente pintor paisajista, especializado en el Generalife y sus alrededores, casi siempre pintando del natural, acarreando estuche de pinturas y caballete, con permiso de los Marqueses de Mondéjar, para entrar cuando quisiera al recinto. Profesor de Historia del Arte, se implicó en toda la actividad cultural de Granada, desde el Festival Internacional de Música y Danza, El Centro Artístico, La Fundación Rodríguez Acosta, La Asociación de La Prensa, y éste nuestro periódico Ideal, al que perteneció desde su fundación, hasta su muerte con casi cien años. Presidió La Academia de Bellas Artes, y durante su actividad como crítico de pintura, siempre encontró las palabras exactas para aconsejar a los que empezaban en el difícil mundo de los pinceles, y eran muy celebradas sus intervenciones en las muchas subastas de arte que dirigió. Aquel niño que hizo sus primeros dibujos en el colegio de Cristo Rey, y que en la Primera Guerra Mundial ya era ayudante de la clase de pintura en Artes y Oficios, fue un hombre de agradable conversación, que un día confesó su secreto, para llegar a la vejez con toda la lucidez necesaria. Lo primero, que desde niño no había dejado de tomar sus diarias, sales de magnesio, y lo segundo y más importante, que jamás había corrido, ni para coger el tranvía. Se jactaba de no haber hecho deporte nunca, y a eso achacaba el estar cerca de los cien años.
lunes, 24 de agosto de 2015
MOTRIL
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Motril
Cabecera de la comarca de la costa, pueblo laborioso y acogedor por la bondad de sus gentes, se dirime entre el campo y la mar, entre el turismo y la industria, entre la cultura y el divertimento.
Motril… es mucho Motril. Motril es poner la radio, y escuchar la voz aterciopelada de Mari Pepa Gómez, la eterna duda existencial entre la apuesta de futuro del turismo o de la industria. Motril es, el saco de patatas que Juan Antonio Escribano Castilla, ordena meter en el maletero del coche de Franco, porque son las que le gustan a doña Carmen Polo, y el del Partido del Trabajo de España, con Enrique Cobo, como el primer rojo que llega al poder municipal tras la dictadura. Motril es fenicio, romano y musulmán, pero también es cristiano, descreído, y ateo. Motril sube al cerro, a rezarle a su Patrona La Virgen de la Cabeza, mientras hace el amor en la playa de Las Tres Erres, de noche y a escondidas, en el rebalaje, al abrigo de miradas indiscretas. Motril escucha emocionado, el rezo de las madres nazarenas tras la celosía conventual, a su cristo granaíno, cuando sale de madrugada, mientras se divierte en La Gruta, escuchando a Los Frenéticos. Motril es el azul del mar que descubren tus ojos al salir del túnel de La Gorgoracha, y el vino añejo con queso de chicharrones que te ofrece El Ramblero. Motril sube llorando a sus muertos por la calle Cementerio, pero se desvía a la izquierda, para divertirse un rato viendo un partido de fútbol. Motril viene del médico en la capital, y para en Vélez de Benaudalla a comprar pestiños, pensando en devorar en cuanto llegue, la rica torta real de la familia Videras. A Motril se entra por la carretera del puerto, si lo que quieres es saludar a Paco Montero, que con su guardapolvos, te irá dando a oler los corchos de las barricas, o por las “esplanades”, si quieres llegar a La Piscina y tomarte las mejores quisquillas. Motril baja por lo Caracolillos de Vélez en moto, y navega en la barca de un marengo. Motril, el de la calle Misericordia, frente al haza sembrada de “habicholillas”, donde por la noche, sentados a la puerta de la casa de mis tíos, veíamos el castillo de fuegos artificiales de las fiestas de, Los Tablones. Motril… es mucho Motril.
López Rubio
José Joaquín Francisco Cesáreo Caraciolo Isaac de Santa Lucía y de la Santísima Trinidad López Rubio, nació en Motril al finalizar el primer trienio del siglo veinte, y desde aquí conquistó el mundo. Guionista, dramaturgo, director de cine, historiador del teatro, académico y humorista español de la Generación del 27, Pepe López Rubio, como a él le gustaba que lo llamara, pasó su infancia en Granada y la adolescencia en Madrid. Ya para 1918, su labor creativa en la escena, había obtenido premio. El humor motrileño, está impreso en esa primera novela en la que un hombre muere y resucita seis veces, no hay que olvidar que en esa época, el motrileño de codea en Madrid con Enrique Jardiel Poncela. Un monstruo del humor, del que quedaría influenciado. En los años treinta del siglo pasado, fue llamado a Hollywood por la Metro Goldwyn Mayer, para supervisar sus producciones en español, trabajo éste, que también realizará en la Fox. En la década de los cuarenta regresó a España, para cosechar grandes éxitos, y en la de los cincuenta, ingresó en La Real Academia de La Lengua, en cuyo discurso de ingreso, no se olvidó de amigos como Tono, o Miguel Mihura. Tampoco se olvidó de su hermano Francisco, gran ilustrador y caricaturista, con el que había compartido inquietudes profesionales, de entre las cuales, destaca su trabajo en La Codorniz, la revista más audaz, para el lector más inteligente.
La Caramba
Y si Motril da académicos ilustres de las letras como López Rubio, también da personajes como, La Caramba. María Antonia Vallejo Fernández, nace aquí en Motril mediado el siglo XVIII, y pronto empieza a sentir una vocación por los escenarios, que la llevarán a lo más alto. El Madrid de la época se rinde a los pies de ésta motrileña simpática y casquivana, que canta, baila y actúa con toda solvencia, alzándose con el cetro de la tonadilla por aquel entonces. La propia Duquesa de Alba llega a denunciarla, por sentirse ridiculizada en una de sus coplillas, asunto éste que no va a mayores, dadas las altas amistades que La Caramba tenía en la corte. Al final de sus días, María Antonia dio un giro a su vida, retirándose de la sociedad, para enclaustrarse como mujer religiosa y piadosa, y así terminar sus días, lo que hizo que su popularidad, creciera a modo de gran mito de la época, cantada en coplas. Doña Concha Piquer, glosó su figura con gran cariño. Y es que Motril… es mucho Motril. Nos vemos en el rebalaje.
domingo, 23 de agosto de 2015
LANJARÓN
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Lanjarón
La tarde en que Manolete es cogido mortalmente en Linares, su compañera, Lupe Sino, tomaba las aguas en Lanjarón. Desde allí salió en coche nada más saber la noticia, y aunque llegó al hospital cuando aún respiraba el diestro, don Álvaro Domecq y Camará, le impidieron verlo hasta que no estaba amortajado. Ambos consiguieron que no se casara con él, in articulo mortis.
Si existe un lugar placentero para pasar el verano, ese es Lanjarón. Dicen que hasta el siglo XIII en que llegan los bereberes, el lugar sólo era un paraíso de manantiales. Avanzado el siglo XVI, y dado que aunque Granada ya había sido conquistada, se permitió seguir aquí a sus habitantes, tuvo lugar una rebelión importante, que pronto aplastó don Juan de Austria, por orden de su hermano, Felipe II. Pese a que el mármol que da ésta tierra es de fama mundial y está en nobles palacios, lo que de verdad ha dado prestigio a la zona, son sus aguas mineromedicinales. Su ingesta para diversas dolencias, y los baños en ellas, han pasaportado el nombre de Lanjarón, fuera de nuestras provincianas fronteras. A finales del XIX, la duquesa de Santoña, fue la impulsora del balneario, y su proyección no tiene límites. Su manantial de San Vicente para el riñón es mano de santo, su Fonte Forte, de alegre burbujeo, un placer para paladares finos, y su Salud, la garantía de longevidad, pues sabido es que el pueblo de los cañoneros, está considerado mundialmente, como uno de los de mayor media de edad por habitante, y calidad de esa larga vida.
Manolete
La feria de san Agustín en Linares, aquella tarde del 28 de Agosto de 1947, ofrecía al buen aficionado un cartel de lujo. Toros de Mihura, para Gitanillo de Triana, Manolete y Luís Miguel Dominguín. Manolete días antes en San Sebastián, ya le había dicho a Matías Prats, que estaba deseando terminar la temporada para tomarse un descanso. Las cosas no estaban saliendo esa temporada muy afinadas, y Manolete quería dar un giro a su carrera, y también a su vida. Pero “Islero” se cruzó en su camino, y tal vez una mala praxis, porque fueron varias las circunstancias que llevaron una simple cogida, a la muerte en el hospital de los Marqueses. Mientras desde la enfermería de la plaza hasta allí, lo trasladaban en una angarilla, Manolete iba dejando un reguero de sangre por la calle, imposible de contener, a pesar de aquella primera transfusión de urgencia, de brazo a brazo, que en la enfermería de la plaza, protagonizó el cabo de la policía armada, Juan Sánchez, amigo de Manolete de servicio en el callejón aquella tarde y ligado a Granada.
Lupe Sino
Antonia Bronchalo, actriz conocida como, Lupe Sino, estaba esa tarde en Lanjarón, tomando las aguas, y esperando – como cada tarde que Manolo toreaba – a que sonara el teléfono. Y desgraciadamente cuando sonó, las noticias no eran buenas. Dicen que el coche de Lupe Sino, no corrió aquella madrugada desde Lanjarón hasta Linares, si no que voló. Cuando la actriz llegó al hospital, intentó pasar a la habitación del torero, aún con vida y consciente, pero don Álvaro Domecq, su albacea y el apoderado, Camará, se lo impidieron. Querían impedir a toda costa que Lupe se casara con Manolete in artículo mortis. Mi compañero, Rafael González Zubieta, “El Zubi”, dejó escrito antes de morir, que ambos impedían a toda costa que Lupe se convirtiera en la heredera de Manolete, sobre todo, teniendo en cuenta la fortuna que éste guardaba en México, para lo que iba a ser su vida en común, ya que el matador tenía previsto contraer matrimonio con la actriz, en Otoño, nada más acabar la temporada. Decía Luís Miguel Dominguín, que escuchó a Manolete pedir que la dejaran entrar, y que quería casarse, pero los antes referidos se lo impidieron. Solo cuando Manolete expiró y ya estaba amortajado, le permitieron la entrada a Lupe Sino, que durante horas lloró sobre el cadáver. Fue en la coctelería de Chicote, en Madrid, donde tres años antes los había presentado Pastora Imperio, pero siendo Manolete considerado el torero del Régimen, y Lupe Sino, de claras tendencias izquierdistas, el entorno no se lo puso nunca fácil, considerando que según ellos, llevaban tres años viviendo en pecado. Manolete y Lupe querían casarse en tan sólo unos meses, descansar en México, con las ganancias acumuladas en aquellos bancos, y el torero, hacer la temporada de invierno en América, pero Islero, de Mihura, en Linares, decidió por los dos.
PLAZA DE BIBARRAMBLA
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Plaza de Bibarrambla
En éste lugar de fuente de gigantones, trasladada desde otro punto, donde la sístole y la diástole ciudadana, se hace verbo, se puede sentir aún hoy a Elena Martín Vivaldi, engrandeciendo las farolas de tridentes pies, al amparo de los tilos.
Nadie mejor que los profesores, Juan Manuel Barrios Rozúa, o Francisco Sánchez-Montes, para hablar de la Plaza de Bibarrambla. Quienes tenemos el privilegio de contar con su amistad, y ésta nos permite la conversación amena y distendida sobre la historia de Granada, somos oidores de privilegio de un pasado histórico, blasonado por las más altas escalas de la nobleza y de la hazaña. Plaza mayor del medievo, su latir hasta nuestros días, ha sido el barómetro con el que medir la actualidad capitalina. Campo de justas, de alancear toros, de juegos y celebraciones por ascensiones al trono, de ejecuciones y escarmientos, de execrables autos de Fe, la Plaza de Bibarrambla, ha sido el termómetro ciudadano e histórico de la ciudad, el lugar donde la cercanía del agua, lo abigarrado de sus construcciones a lo largo de los tiempos, sus puertas y servicios, dejaban claro que en tan solo unos metros, se estaba en el interior de una gran ciudad, o en extramuros en dirección a la nada.
Urinarios y coches
Aquel enorme caballo de cartón piedra a tamaño natural, que el fotógrafo con cámara de madera, trípode y manguilla para hacer la carpa, revestido con guardapolvos poseía a la entrada de la plaza por la Calle Príncipe, hacía la ilusión de los chiquillos, soñando un día en que sus padres tendrían las dos pesetas que costaba la instantánea, a lomos del corcel. Esa plaza de Bibarrambla estaba circunvalada por un acceso para coches, de forma que se podía entrar con los automóviles, desde la Calle de san Matías, cruzar la plaza del Carmen, Reyes Católicos, entrar por la calle Príncipe, llegar hasta “Almacenes el 95”, comprarle los juguetes a los niños, y salir con el coche por el Arco de Las Cucharas, hasta la calle del poeta José Zorrilla. Los kioscos eran todos de flores sin excepción, y si acaso te daba un inesperado apretón, no tenías más que bajar las escalerillas en mitad de la plaza, y hacer uso de los servicios públicos municipales, instalados allí bajo tierra. Es la de Bibarrambla, donde muchas generaciones de grandinos/as comenzaron a gritar desaforadamente: ¡ Chacolín, chacolín, coge la estaba y ven aquí!, para que librara a la princesa del malvado lobo. La de Bibarrambla es la plaza de “Los Cristobicas”, lorquianos, o la de la tómbola benéfica que tuvo a Francis Dumond, señor de las ondas y la palabra, hablando durante 24 horas sin parar, para recoger fondos a favor de los niños hospitalizados en San Rafael, cuando él era la estrella de EAJ-16. Es la del incendio del palacio arzobispal, o la de la semana santa en itinerario experimental, el pasado siglo. También la del cabestro, Ministro de incultura, Ricardo de La Cierva, que habiendo asistido en los ochenta, a una sesión del Festival Internacional de Música y Danza, y no queriéndose perder el acreditado chocolate con churros posterior en ésta plaza, ordenó a su chófer, que contra toda lógica, bajara por Gómerez, atravesara la Gran Vía y echara, Zacatín abajo asustando a los peatones, para así no tener que andar nada hasta la mesa del café que llevaba el nombre de la Plaza.
Elena, Señora del Amarillo
José Martín Barrales, catedrático de ginecología y primer alcalde republicano de Granada, era su padre. Elena Martín Vivaldi, es – sin duda - la poeta de Granada, la mujer sin la que la lectura literaria del siglo XX granatensis, o no estaría completa o no sería verdadera. En plena República se matriculó en románicas, se licenció, opositó y tras varios destinos, a mediados del siglo regresó a su ciudad, donde su obra comenzaba a ser conocida y valorada por los petas del momento. El Carmen de las Estrellas, el café Granada, (suizo), o la plaza de Bibarrambla, fueron sus ateneos, para Versos Al Aire. La utilización del pantalón como prendar habitual en su vestir, y el consumo habitual de cigarrillos, hizo que, en los círculos más avanzados de la ciudad, se la tratara de igual a igual, asunto éste que era muy de su complacencia, al tratarse de un mundo de hombres. Su obra, melancólica, romántica e íntima, fuera de toda influencia lorquiana, lo que por otro lado hubiera sido hasta lógico, está más en los enfoques del nobel onubense, y alcanza cotas de exquisitez, prescindiendo de la sal gorda. Elena era más de farolas fernandinas y tilos a su paso encorvado, como no queriendo ser reconocida. Ya se lo cantó Carlos, el de La Cuesta Damasqueros: Soledad, cartas no le escribas
que al leerlas
se le irá la vida.
Querido Carlos, hubiera dado la vida, por ver vuestro reencuentro, más allá de las estrellas. Me pierdo las mejores. Tie malafollá la cosa, eh. Solo espero, que me esperéis.
sábado, 22 de agosto de 2015
FUENTE GRANDE
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Fuente Grande
Un lugar de recreo y esparcimiento, que el agua y la vegetación convirtieron en el refugio ideal para los veranos rigurosos, tras los trágicos sucesos de 1936, quedó marcado para siempre por el trágico sonido de las balas.
El periodista de Ideal, ya desparecido, Rafael Gómez Montero, escribió una vez: Entre Víznar y Alfacar, mataron a un ruiseñor, porque quería cantar. Y ese es el sitio. Entre las dos poblaciones, la llamada Fuente de Las Lágrimas, debido al burbujeo emergente, fue siempre conocida popularmente como, Fuente Grande, y ese paraje de rica agua de Aynadamar, y pinos olorosos, fue refugio contra las inclemencias climáticas, en meses de verano. Fuente Grande, invita al descanso, al sosiego, a la lectura, meditación o descanso, con el solo acompañamiento de chicharras del estío, y discurrir del agua cantarina. Se trata de un lugar saludable, de oxígeno puro, recomendable para la rehabilitación pulmonar, de ahí que en otras épocas existiera en las cercanías un sanatorio, y por su benignidad, también en sus proximidades, Villa Concha, que eufemísticamente llevaba el mismo nombre que la hermana mayor del poeta, y que se conocía en el pueblo como La Colonia, porque era el lugar donde los chiquillos, pasaban temporadas en el verano, recuperándose con las buenas aguas de la zona, pero durante los años de la guerra incivil, fueron muchos los que pasaron sus últimas horas de vida, en ésta casona, desde entonces, de triste recuerdo, porque donde las paredes devolvían las risas ingenuas de niños, en sus juegos del descanso veraniego, después se escuchaban los llantos irreconciliables, de quienes iban a perder la vida a manos de sus asesinos.
Sierra de Alfacar
Aunque los granadinos siempre hablamos de la Sierra de Alfacar, en realidad deberíamos hacerlo de, La Alfaguara, o del Parque Natural Sierra de Huétor. La riqueza de estos parajes, se centra en sus rutas de senderismo, ideales para el caminante que desea disfrutar de la naturaleza, con una fauna y flora autóctonas, difícilmente encontrables en otros terrenos. Aquí, el caminante de chirucas, bastón y mochila, disfrutará sin descanso, y si es amante de la fotografía o la pintura, obtendrá motivos suficientes, para dar por buen empleado el paseo. La zona de Prado Negro, o la Ruta de Las Trincheras, merecen la atención de los amantes de la naturaleza y también de nuestra historia más reciente. Carialfaquín, el Llano del Fraile, o la Fuente de La Teja, satisfarán los deseos de los senderistas más exigentes. Ésta zona, es un paraíso que en cualquier otra provincia serviría de muestra para atraer visitantes, pero su malditismo desde la guerra incivil, la han estigmatizado, y reorientado hacia un turismo, que lleva en su caminar más un olfato de sabueso, absolutamente legítimo, que el deseo de disfrutar de un paisaje, bello y acogedor, aunque esto último suene un poco lúgubre.
La Zapatera
Federico, Dióscoro, Arcoyas o Galadí, desgraciadamente no fueron los únicos asesinados entre estos predios. Fueron miles, los inocentes que aquí encontraron su injusta muerte, y a los que aún no se les ha hecho justicia, entre ellos, Agustina González López, “La Zapatera”. Una mujer de armas tomar, adelantada a su época, y cuyas excentricidades – para la sociedad del momento – le costaron la vida, en el mismo lugar que a Federico, tan sólo unas horas antes. Sus padres tenían una zapatería en la calle Mesones, y desde allí, Agustina dirigía por escrito y a viva voz, sus arengas contra la opresión de la mujer, el caciquismo, el machismo y la carcundia granatensis del momento. Lo mismo lideraba manifestaciones obreras a favor de justas reivindicaciones, que hablaba sin tapujos de homosexualidad y matrimonio entre sexos iguales. Conociendo la sociedad granadina del momento, y añadiendo que en cuanto se le antojaba, La zapatera se vestía de hombre, y entraba “libremente” en establecimientos públicos, reservados entonces solo para hombres, o todo lo más, damas acompañadas de caballeros, no es de extrañar que el sanguinario Trescastros, dijera en público y muy jactancioso, que por fin había llegado el final de Federico y la Zapatera. A él por maricón, y a ella, por puta. Mi admirada doctora, Enriqueta Barranco, sabe más que yo de esto, y a ella rindo tributo de admiración y respeto.
jueves, 20 de agosto de 2015
LAS "PASAERAS"
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
“Las Pasaeras”
Aquellas piedras untadas de sebo al amanecer, sobre el río Darro, hacían las delicias de niños y mayores en el barrio de san Pedro, junto con un columpio muy humilde de la época, las barquillas de madera.
La madrugada del 29 de Junio, víspera del día de san Pedro, era una jornada de trabajo para los vecinos del Barrio, fundamentalmente, los del paseo de Los Tristes. Había que colocar unas piedras, que en hilera, cruzaran el cauce del río Darro, pero untadas de sebo, para hacerlas más resbaladizas aún. La gracia consistía en pasar de una orilla a la otra, sin caer al agua, haciendo equilibrio sobre las lascas enjabonadas. El asunto comenzaba poco antes del amanecer, y las carcajadas se podían escuchar desde el cubo de la Alhambra, porque a fin de cuentas, todo sucedía a los pies del monumento nazarí. El mejor sitio para presenciar el espectáculo, era en el pretil del río, a la altura de la casa donde vivía, Manuel Girón Cuesta. Desde allí, se observaba, como los más atrevidos, intentaban cruzar, y como al final terminaban como una sopa, tras varios intentos. El asunto era que estando fresco, la empresa se presentaba harto difícil. Y al decir fresco, quiero decir sobrio. Cuando el intento tomaba tintes de tragedia, era cuando aquellos que no se habían acostado todavía, y que además habían ingerido el alcohol suficiente como para creerse héroes del momento, se empeñaban una y otra vez en pasar al otro lado, y el final era recogerlos de las frías aguas, que a base de remojones, les iban aliviando la embriaguez. Aunque alguno hubo que, por su terquedad e insistencia, terminó en la Casa de Socorro con algunos puntos de sutura.
Nunca faltó el buen humor
Pese a que las fiestas del barrio de san Pedro, eran fundamentalmente para los vecinos, siempre estuvieron abiertas a cualquiera que madrugara ese día y quisiera pasarlo bien, con la carcajada por bandera. Por eso no era extraño – y mucho más divertido – ver caras desconocidas venidas de otras barriadas, o tal vez del mismo centro, que ataviados inadecuadamente para la ocasión, como por ejemplo, traje y corbata, aparentando que o bien no habían dormido en toda la noche, o se aprestaban para incorporarse a la jornada laboral en una buena empresa, se atrevían, con los zapatos en la mano y los perniles remangados, a pisar sobre las piedras, sin tener en cuenta que estas los devolverían a las aguas, para salir empapados buscando apresuradamente la orilla, con el rubor en sus caras, para no ser reconocidos. Alguna mujer también lo intentó, y el resultado era casi siempre, salir empapada de las aguas, dando tiritones, porque a esas horas, el Darro bajaba fresco. Tampoco faltó nunca a su cita, aquel vecino guasón, que año tras año se disfrazaba de mujer, haciendo las delicias de los presentes, con sus repetidos intentos de pasar “las pasaeras”, y aunque alguna vez consiguió llegar a la otra orilla seco, ante el descontento de la gente, no dudó en volver a intentarlo y caer al agua mostrando impericia, para gusto y regocijo del paisanaje, que lo obsequiaba con carcajadas enormes y sonoras palmas, mientras el vecino revestido de mujer, conseguía enlazar los aplausos, a base de ademanes con sus manos, de estar refrescándose en el río, la parte baja de su vientre.
El Padre Manjón
Lo que hoy conocemos como Paseo del Padre Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María, se convertía en el recinto ferial con puestos de chucherías para la chiquillería, y rudimentarios columpios, como las barquillas de madera, cuyo efecto pendular, en ocasiones si le dabas una propina al barquillero, podía ser giratorio completo, y luego la frenada, a base de pisar unos gruesos tacos de madera, que al llegar las barquillas a la verticalidad, rozaban en movimientos muy acompasados la quilla de las naves, revestida como trozos de goma de neumáticos, para hacer más suave la frenada.
Pues por éste paseo, bajaba y subía a lomos de su burra, “Morena” Don Andrés Manjón, cada día que iba a dar clase a la Universidad, por eso decía chuscamente, que ella era la primera burra que había entrado en la Universidad de Granada. Él que tanto bien trajo al barrio de san Pedro y al Sacromonte, con sus escuelas, en las que antes de impartir números y letras, se daba comida y vestido a los más necesitados, pues un docente como él, sabía que no se podía prestar atención en clase, si de casa llevabas el estómago vacío. Aunque a finales del siglo XIX, vino a la Abadía del Sacromonte a dar la asignatura de Derecho Canónico, a base de pasar todos los días por las cuevas de los gitanos y, ver sus miserias y analfabetismo, se puso manos a la obra, y realizó un trabajo que todavía hoy, Granada es deudora de tal señor.
miércoles, 19 de agosto de 2015
LA CARTUJA
GRANADA EN BLANCO YNEGRO
Tito Ortiz.-
La Cartuja
Los árabes escogieron el lugar, por la riqueza de sus aguas, y consiguiente vegetación, que lo hacían ideal para asentar sus cármenes de recreo. Gonzalo Fernández de Córdova, se encargó de que su vida allí, no fuera tan placentera.
Más de treinta años antes de que los reyes católicos tomaran Granada, el monasterio de santa María del Paular, decide construir el de Nuestra Señora de La Asunción, (La Cartuja de Granada). Su Construcción da comienzo al iniciarse el siglo XVI, y El Gran Capitán, cede terrenos para que se edifique el monasterio, dado que en aquel lugar, las había pasado canutas en una de sus frecuentes escaramuzas contra los invasores, en la que a punto estuvo de ser preso y muerto, Salvando al fin el pellejo, Gonzalo decidió consagrar el lugar al culto católico en agradecimiento, aunque algunos mantienen, que llegó a desentenderse del proyecto, por un cambio en la ubicación del mismo. El paraje es un vergel de frescor en verano, de ahí la predilección de los musulmanes por vivir allí, gracias a las cercanías del cerro de Aynadamar, y su fuente de Las Lágrimas, de rica agua alfacareña. Durante más de tres siglos, el monasterio se fue construyendo, no estando la aventura exenta de vicisitudes, políticas, religiosas y económicas, pero al fin, se pudo cuajar aquí una joya de un Barroco superlativo, de difícil equiparación con otras.
Obra de trescientos años
Si solo la sacristía y sus cajoneras, con la taracea más sorprendente que jamás hayamos visto, dicen que un monje tardó cuarenta años en hacerlas, no debe extrañarnos lo prolongado en el tiempo de su fábrica total. El resultado mereció la pena, y aún hoy, cuando nos ha llegado tan diezmada, la joya nos parece deslumbrante. Porque en el lugar, se dieron cita un ramillete de artistas que no suelen coincidir en otros proyectos al estilo. El gran Bocanegra, y Fray Juan Sánchez Cotán dieron lo mejor de sí en una iglesia, cuyo sancta sanctórum, es el prodigio de las maravillas, con su baldaquino de mármol cañonero, para que reine perpetuamente la Asunción de Mora y el techo de Palomino y Risueño. San Bruno preside, la búsqueda de un pez, un perro y una dama. Vicente Carducho, en la sala Capitular dejó su impronta, en ésta estancia de silencio, es donde la orden se hace épica en su militancia religiosa, solo la mirada para comunicarse, y todo entre buenos entendedores, pues nada hay más fiel que un cartujo.
Ecce Homo
En el venerable patio monacal, en una de sus capillas de la galería, se conserva la obra más importante de, Jerónimo, Francisco y Miguel, los hermanos García. Se trata de un Ecce Homo en barro, cuyo realismo y buena factura, ha trascendido muy por encima de quienes después de ellos, han querido dar continuidad al arte en barro granadino. Se trata de una joya de incalculable valor, que hemos heredado desde el siglo XVI, que no hace más que enriquecer, todo el continente y el contenido de la Cartuja de Granada, que de no competir con La Alhambra, sería uno de los baluartes más valorados de nuestro patrimonio. Éste patio de Fray Alonso de Ledesma, con su fuente central, sobreviviente a tantas desgracias y piquetas, conforma el lugar donde el visitante, tras digerir tanta belleza, puede en contacto con la naturaleza, amansar su alma, y comprender la predilección del lugar desde hace tantos siglos, por creyentes de distintas religiones, y dispares culturas. A veces los sitios nos atraen sin saber por qué, vengamos de donde vengamos, y seamos quienes seamos. Existe el magnetismo de los lugares, que llaman al bienestar del espíritu, y sosiego del alma. Durante los años sesenta y setenta del pasado siglo, en el paroxismo de la hipérbole, una mujer sordomuda, enseñaba el lugar a los visitantes, reclamando su atención con gestos y sonidos guturales, sobre aquellas piezas importantes. Entre otros efectos, cerraba la doble puerta de la sacristía, antes de que llegaras a su proximidad, y una vez allí, la abría con gran solemnidad, para que admiraras la bella taracea, y el estuco blanco de paredes y ventanales, que con la luz del sol, propinaban al lugar, la apariencia de una hermética caja del tesoro, donde la belleza no tiene fin.
martes, 18 de agosto de 2015
LA CASA DE FALLA
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Un patio en La Antequeruela Alta, cobijó en dos decenios a lo más florido de la creación artística internacional, gracias a la amabilidad de, María del Carmen Falla.
La casa de Falla
Falla solía hospedarse cuando venía a Granada, en la pensión Carmona, que le había recomendado el pintor, Vázquez Díaz, en los establecimientos de la calle Real, cercanos a la familia Barrios, pero cuando ya decide aposentarse en nuestra ciudad, procura no distanciarse mucho del monumento nazarí ni de sus amigos, así que elige una casita en La Antequeruela, que desde ese instante, principios del año del Concurso de Cante Jondo, pasa a ser su hogar, y el de todos sus amigos. Los Falla, (su hermana y él), reciben a sus amistades, a veces sin necesidad de anunciarse, y salvo lluvia o frío, lo hacen en su hermoso jardín patio, a la siniestra de la entrada de la casa. El recinto tiene las dimensiones manejables de una estancia, en la que agua y vegetación se dan la mano, por lo que resulta placentero, sestear en el lugar, charlar con los amigos, darse al placer de la lectura, o al bordado vespertino, como hacían la hermana del músico y Federico García Lorca, mientras don Manuel ojeaba loa prensa del día, escuchaba la radio, o conversaba con ellos. Miguel Cerón, Fernando de los Ríos, Hermenegildo Lanz, Manuel Ángeles Ortiz y, Federico García Lorca, junto con los Barrios ( Antonio y Ángel ), frecuentan el lugar, como si de su casa se tratara.
Abanicos y limonada
Éste patio, que en su segunda altura se convierte en jardín, tiene balconada a Granada, primeras vistas del reciente hotel Alhambra Palace, y el tamaño justo para convertirlo en una estancia más de la casa. Solo cruzar la entrada, esa taza de fuente en el suelo, con su chisporroteo, captó toda la atención de Wanda Landoswka, que interpretó como humidificador natural el granadinísimo artilugio, que da la bienvenida a una casa, en la que vive un genio de la música soltero, que cuenta con toda la complicidad de una mujer que lo conoce más que nadie, y que permite que éste haga su vida, en la que se incluye la composición como “leitmotiv” de sus vidas. María del Carmen Falla, hermana del músico que nació en la plaza de Mina gaditana, es una mujer fundamental en la vida del músico, que le aporta la intendencia, y la seguridad necesarias, para que él se dedique exclusivamente a su labor creativa, mientras ella se encarga de todo lo demás. Al perder a sus padres con tan solo cuatro meses de diferencia, los hermanos Falla, se unen desde la primera estancia veinteañera del maestro en Madrid, floreciendo con toda naturalidad en su etapa granadina, en la que todos los amigos coinciden en alabar la actitud de María del Carmen, que pronto se gana su confianza y amistad sincera.
Tranvía de cremallera
La educación exquisita de Falla, y el trato cordial con los granadinos, pronto le granjea la admiración y el respeto del paisanaje. Sabido es que por la cuesta que accede a su casa, pasaba el famoso tranvía de cremallera, llamado así por el artilugio que incluía entre sus vías, donde una rueda dentada, encajaba a la perfección en un listón dentado, de tal forma que tanto en el ascenso, como en el descenso de la cuesta del Caidero, y la Antequeruela Baja, el mecanismo permitía el normal discurrir del tranvía, impidiendo que el desnivel pudiera dejarlo sin control en su velocidad. Pues el experto tranviario que manejaba la complicada máquina, no consentía que don Manuel perdiera la oportunidad de coger el transporte, y sin que el cotidiano viajero tuviera que estar en la parada señalizada, el tranviario, paraba al transporte al inicio de la calle de don Manuel, para que éste no tuviera que coronar la cuesta y volver más tarde sobre sus pasos para llegar a casa. De igual manera, éste tranvía que comenzaba su trayecto en la Plaza de Santa Ana, entraba por la calle de La Colcha, y atravesaba todo el Realejo, hasta llegar al hotel Alhambra, paraba sin necesidad de estar en el lugar marcado, para recoger a Falla, sin tener en cuenta el punto del trayecto donde el músico se encontraba, en deferencia a tan ilustre vecino. Pocos patios en Granada, han tenido la oportunidad de albergar en su interior, a un número tan nutrido de artistas de todas las disciplinas, que venidos de distintos puntos del mundo, confluyeron en éste punto concreto de Peña Partida, por donde entraron los cristianos en 1492.
lunes, 17 de agosto de 2015
EL PATIO DE LOS ALJIBES
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Placeta de Los aljibes
A los dos años de conquistada la ciudad por los reyes católicos, en éste espacio que separa La Alcazaba de Los Palacios, el Conde de Tendilla, mandó construir un par de aljibes, y de ahí recibe la plaza su nombre. Bajo los pies del visitante el espacio para almacenar el agua, y de fondo, ese paisaje millones de veces pintado y fotografiado que es, el barrio del Albayzín y del Sacromonte. Aunque cueste creerlo, hubo un tiempo en que el recinto alhambreño fue de los granadinos, y todavía sobrevivimos algunos niños que tuvimos la inmensa suerte de jugar al pilla pilla, o a la pelota, por estos jardines y en ésta plaza de los aljibes. Los albaicineros cruzábamos al otro lado por la Cuesta de Los Chinos, para refugiarnos del calor, y no era raro ver a las familias dar de merendar a sus niños en los bosques, o incluso en pleno verano, la cena, antes de llegar a casa y enfrentarnos de nuevo con el rigor de las temperaturas. En el kiosco de la plaza, se nos abastecía gratuitamente de agua en grandes vasos, extraído el líquido elemento en robustos cubos de madera, asidos con cadena a la buena polea. Se escanciaban en las piletas de piedra de Sierra Elvira, servidos a través de enormes grifos bronceados. En aquel paraíso de la sed, los juegos de infancia siguen presentes, y los acontecimientos, también.
Primer Concurso de cante jondo
Los días trece y catorce de Junio de 1922, en ocasiones hasta con lluvia, se celebra en ésta plaza, el Primer Concurso de Cante Jondo de la historia, organizado por los intelectuales inquietos de Granada. Falla y Federico encabezan una larga lista, a la que se suman incluso artistas del extranjero, preocupados por la decadencia del arte gitano andaluz. En el Centro Artístico Literario y Científico, se monta escuela para aquellos aficionados que quieran perfeccionar su estilo. En tan histórico lugar, motor dinamizador de la actividad cultural granadina, Lorca pronuncia, con la debida antelación, su conferencia sobre el Cante Jondo para ir haciendo ambiente. Granada bulle con las vísperas del acontecimiento, del que pronto se tiene la sensación, que va a desbordar todas las expectativas, como así fue. El éxito de la conferencia es tal, que al día siguiente la tiene que repetir en el teatro del Hotel Alhambra Palace, incluyendo algunas interpretaciones a la guitarra, de su amigo, Andrés Segovia. Zuloaga, Gómez de la Serna, Rusiñol, Edgar Neville, Manuel Ángeles Ortiz, Joaquín Turina, Óscar Esplá, Ángel Barrios, o Fernando de los Ríos, son sólo una pequeña muestra de los que hicieron posible el triunfo de un veterano como, Diego Bermúdez “El Tenazas”, y de un niño que el mundo conocería después como el gran, Manolo Caracol. El flamenco, por fin se dignificó como arte en un escenario, y eso fue en Granada, en La placeta de Los Aljibes de La Alhambra.
Andrés Segovia
Como ocurrió años después con Paco Guerrero, entonces el genio creador también vino de Linares, para hacerse en Granada. Andrés Segovia es sólo un niño, cuando descubre en el taller de carpintería de su tío, a un gitano que ahoga sus penas tocando una guitarra, y desde aquel momento, queda preso del instrumento de madera y seis cuerdas. Se traslada a Granada para estudiar el instrumento, da su primer concierto con catorce años, y al año siguiente se planta en Madrid, donde es aclamado. Ya por entonces, Andrés ha profundizado en el instrumento, y pese a que el detonante de su dedicación ha sido el flamenco, él ya se está formando y dirigiendo su trayectoria, optando por la guitarra clásica, aconsejando incluso a algunos constructores del instrumento, para que modifiquen la caja armónica, su ancho, y el tipo de cuerdas a utilizar. A él se debe que a partir de su virtuosismo, el mundo entero se rindiera a la guitarra, y la aceptara como instrumento musical al servicio de la música clásica. Granada capital en sus primeros años, y la costa en su última etapa, fueron sus residencias habituales, hasta el punto de que S.M. Juan Carlos I, el día de su onomástica de 1981, lo nombró, Marqués de Salobreña.
domingo, 16 de agosto de 2015
SALOBREÑA
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
El Monte de Los Almendros, en nuestra costa, fue el lugar elegido por el dramaturgo granadino, José Martín Recuerda, para vivir sus últimos años, y allí junto al mar, descansa por voluntad propia eternamente.
Salobreña
Ese balcón al mar llamado Salobreña, es poblado en el siglo XIII a.c. por los fenicios, y desde entonces, Salobreña se convierte en una vega de buenos frutos, buena ganadería y mejor pesca. Más tarde llegan al lugar los cartagineses, y dos siglos antes de la cristiandad, los romanos, hacen del lugar, un centro de producción de vino, aceite y salazones, cuyos vestigios llegan hasta nuestros días. De tal forma, que por aquí comienza la dominación árabe, allá por el siglo, VIII, convirtiéndose en alquería de vital importancia, con el cultivo de la caña de azúcar por bandera. Avanzado el siglo XVI, el Marqués de Mondéjar, acabó con las últimas revueltas de sublevados, haciéndose los castellanos con el terreno. El castillo que corona la población en lugar tan estratégico, ha sido a lo largo de su historia, fortaleza, palacio y prisión, y durante algunos años del siglo XX, en su interior, se pudo observar un león enjaulado, regalo de un sultán a un fotógrafo, que el alcalde instaló en la fortaleza, lo que propinó no pocas visitas de curiosos, para ver a Jimmy, que en honor a Carter, recibió su nombre.
Refugio de capitalinos
Salobreña no ha sido solo un paraíso para sus habitantes, sino para los granadinos de la capital, que en el siglo XIX, en pleno florecimiento de la industria azucarera, fueron descubriendo las condiciones climáticas extraordinarias de la villa, que permite vivir unos veranos, más benignos que en tierra adentro. Si algo ha distinguido al siglo XX granatensis, ha sido la oportunidad de escaparse a la playa, en un tiempo prudencial, que permite la ida y vuelta en un solo día. En Salobreña nació el término "dominguero", para definir así al capitalino de seiscientos, sombrilla y nevera, que con la fresquita salía de Granada, para llegar a tiempo de colocar el parasol en un buen sitio. En salobreña se saboreó el primer arroz en el peñón, guisado con una piedra de la mar, el primer espeto de sardinas plateadas, como salidas del taller del orfebre albaycinero, Manuel Martín, la primera gaseosa Sanitex, que vino a sustituir por su mayor fuerza a la clásica Casera, o a la competencia, La Pitusa. Son innumerables las generaciones de granadinos, que hemos aprendido a nadar en sus aguas, y muchos que se lo han podido permitir, han tenido aquí su segunda vivienda, o la primera, como es el caso que nos ocupa.
José Martín Recuerda
Uno no elige donde nace, pero si puede decidir dónde vivir, incluso, donde morir. Y eso fue lo que hizo el dramaturgo granadino, José Martín Recuerda, que aunque nacido en el corazón del casco histórico granadino, sus últimos años optó por el salobreñero, Monte de Los Almendros, y al sonar la aldabada postrera, eligió su cementerio, lo mismo que Severo Ochoa en Luarca, con vistas al mar y olor a salitre en el ambiente. Pepe Martín Recuerda, fue un genio de su tiempo, algo desinhibido, de lengua suelta y escritura irreprochable. Llegando incluso al enfrentamiento público, como lo puede atestiguar, Antonina Rodrigo, objeto de sus disparos verbales, aquella tarde en el Corral del Carbón, donde los presentes no dábamos crédito a lo visto y oído. Pepe Martín Recuerda, era así. Con su obra literaria, ya en 1947, había dado un puñetazo en la mesa. Su obra, "La Llanura", es un mazazo de teatro realista, con la que el autor granadino, se define sin tapujos, dejando clara su opción de mensaje social, en un momento en el que sus compañeros creadores, salvo honrosas excepciones, no están por la labor. Pepe es sin duda, desde el punto de vista creativo, lo mejor del teatro de Granada de todos los tiempos, y aunque la crítica fácil lo define como heredero de Valle Inclán y Lorca, desde nuestro punto de vista, el genio granadino de Martín Recuerda, supera con creces a los nombrados, en cuanto al arte de Talía se refiere, pues la contundencia de sus tramas, y lo desgarrado de sus protagonistas, están muy por encima de los referidos. No en vano, ese realismo contundente de su obra, le acarreó serios problemas, incluso con su propia familia, a la que no se resistió en retratar en obras como, "El Caraqueño", que le supuso un distanciamiento de por vida, de uno de sus hermanos. Él, que tanto escribió para las caretas sobre el escenario, nunca tuvo la suya propia, de ahí que en ocasiones pudiera parecer incluso arisco, pero los genios son así, y a Pepe, ésta ciudad que es la suya, aún no le ha hecho justicia, tal vez por eso, eligió... Salobreña.
LAS POSADAS
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
En la Granada urbanita de comienzos del siglo XX, causó más de un asombro, el hecho de que Matilde Cantos Fernández, fuera mujer progresista, estudiada, luchadora por la igualdad y la libertad, y sobre todo, la primera en conducir un coche por nuestras calles.
Las Posadas
Al mes tercero, de la llegada al mundo del más grande poeta de Granada, vino en nacer una preclara mujer que moriría en el pueblo de poeta, como si se tratara de una premonición, a pesar de venir al mundo en el centro de Granada, entre el bullicio de las posadas, el comercio capitalino y sus mercados.
Fueron siempre las posadas granadinas, refugio de personas humildes, visitadores de medio pelo, huidos de la justicia, estraperlistas y pendencieros, o soldados sin graduación, que nunca hacían ascos si tenían que compartir jergón con mula de arriero. En el diapasón humano que forman en paralelo las calles de Elvira, Mesones, Alhóndiga y Puentezuelas, se encontraban las mejores y más acreditadas posadas de la capital, que recibían a diario, tanto las diligencias venidas de otras tierras, como los cosarios en busca delos encargos pueblerinos. Con los tranvías pasando por sus puertas, la mayoría de las posadas se convierten en un núcleo vivo de actividad frenética, en la que también se incluye con discreción el lenocinio. Por unos reales de peseta, se incluye pernoctación y comida, claro que en ocasiones, van en el lote, todo tipo de chinches, piojos, pulgas y garrapatas, como resultado de la escasa división – a veces ninguna – de dormitorios y cuadras, y la escasa necesidad de higiene, que proclaman la mayoría de los que hasta aquí llegan.
Parada y Fonda
Las posadas suelen tener gruesos muros, de ahí su benignidad en verano y resguardo en invierno. También se aprovechaban los espacios para ofrecerlos a artesanos. Recovecos de escaleras, esquinazos de patio, sótanos o cuadras, sirvieron en ocasiones como talleres de todo tipo. Tapiceros, carpinteros y barnizadores, encontraron con asiduidad, estancias en posadas, que por módico precio, les permitían desarrollar su trabajo, como fue el caso de Serafín, un gran maestro barnizador, que hasta el tercio del siglo XX, tuvo su taller en la desaparecida posada, El Sol, en la calle Alhóndiga. No menos afamadas y duraderas en el tiempo fueron otras, como, la de El Pilar del Toro, en la calle Elvira, llamada así por su proximidad al pilar de agua mencionado, que después fue trasladado a la plaza de Santa Ana, donde ahora se encuentra. O la Patazas, que fue derruida para prolongar la calle de Recogidas, junto con el Beaterio de Santa María Egipciaca, lugar donde pasó sus últimas horas detenida, Mariana de Pineda, y que cuando ya estaba reducido a escombros, la escritora granadina, Antonina Rodrigo, tuvo el arrojo suficiente, como para recuperar de entre los cascajos, la llave de la celda donde estuvo recluida, la heroína de la libertad.
Matilde Cantos Fernández
Pues en éste batiburrillo del centro de la ciudad, se cría Matilde, que pronto opta por, implementar a su persona una militancia de género, que lleva implícita, la izquierda política como ideario, y la igualdad de la mujer como hecho irrenunciable en un mundo de hombres. Cosa que nadie sospechaba en principio, dado que Cantos Fernández era hija única, y además, de familia muy acomodada. Traba pronto amistad con los intelectuales de aquella Granada de los años veinte, publica en la prensa local con asiduidad, y el año en que se construye la actual plaza de toros de Granada, Matilde marcha a Madrid, donde comienza a militar en el PSOE. Deslumbrada por la audacia de Victoria Kent, responsable entonces de prisiones, oposita y consigue plaza como funcionaria, y durante la segunda República se integra en él, Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, al mando de Dolores Ibárruri. Participó en la campaña para elegir a, Manuel Azaña, y durante la guerra del 36, recorrió todos los frentes junto a Miguel Hernández y Rafael Alberti, animando a las tropas combatientes, que defendían la legitimidad del gobierno salido de las urnas. Hasta la llegada de Hitler, estuvo exiliada en Francia, de donde tuvo que huir hasta México, lugar del que vino el año en que Massiel ganó Eurovisión, y al ser reconocida en Barajas, pasó por la Dirección General de seguridad en la Puerta del Sol, pero sólo pasó, afortunadamente. El año en que Salomé, ganó de nuevo el dichoso concurso, se vino definitivamente, y aquí estuvo con nosotros hasta su muerte, en 1987. Su trayectoria de mujer luchadora por la libertad es tan grande, que sería muy injusto pasarla a la historia, por ser la primera en conducir un coche por Granada, pero igual de injusto sería no reseñar esto, ya que a poco que se estudie el hecho y su contexto histórico, será de ciegos no valorarlo. A su paso, algunos hombres gritaban: ¿Pero dónde van a llegar las mujeres? dentro de nada, querrán hacer también la mili.
sábado, 15 de agosto de 2015
TEATRO GRAN CAPITÁN
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
De cómo el lugar donde nació el almirante de la mar, quedó impregnado por su labor de mecenazgo, que a tan sólo unos metros de su casa natal, fue levantado un teatro con el nombre del Gran Capitán, para mayor honra de las artes.
Teatro Gran Capitán
Hay toda una serie de edificios en Granada, beneficiados por el paso cercano de la aguas del Darro, cuyo exiguo caudal, es suficiente para proporcionar cierto nivel de bienestar en verano. Es el caso que ocurría a principios del siglo XX, con el Teatro Gran Capitán. Construido sobre el lugar en el que estuvo el Palacio de Los Córdova, a tan sólo unos metros del cauce, ya para entonces embovedado del río Darro, junto al edificio de Correos y Telégrafos, y la primigenia casa de, Álvaro de Bazán, señor de la mar océana, loado por el mismísimo Miguel de Cervantes. Encabalgados los terrenos y la historia, Álvaro de Bazán y Guzmán, nace terciado el siglo XVI, puede decirse que estos son sus dominios en la capital. El Conde de Santa cruz, llegó a ser Capitán General de la Armada española, gozando del favor muy merecido de Felipe II. Es éste uno de los granadinos más preclaros de su época, nieto de quién ostentó el cargo de Capitán General, al servicio de los reyes católicos durante la guerra de Granada. De Bazán y Guzmán, nace aquí en la confluencia hoy de Reyes católicos con la Gran Vía, a la orilla del río Darro, y aupado por la familia, a los tres años por orden real, recibe el hábito de Santiago y a los ocho, ya es alcaide de Gibraltar. Su trayectoria estaba predestinada desde la cuna, en parte, por agradecimientos reales a sus progenitores. Con tan sólo nueve años se le instruye en la mar, y siendo aún adolescente, ya comienza a contar sus victorias, en cuantas batallas participa. Álvaro de Bazán pronto se convirtió en el azote de franceses, ingleses y piratas, que dada la época en poco se diferenciaban, y sus éxitos militares se contaron por intervenciones, siendo el precursor de la infantería de marina. Su inteligente intervención en la batalla de Lepanto, dio como resultado el éxito de don Juan de Austria, al mando de las tropas españolas. Durante toda su vida, fue mecenas de escritores, poetas y autores teatrales, muchos de los cuales, le dedicaron pasajes importantes de sus obras.
El arte de Talía
Pepe Tamayo, buscando mayor gloria a su teatro, marchó de Granada en busca del éxito y el reconocimiento nacionales, dejándonos aquí a Ramón Moreno, que hizo una labor extraordinaria sobre las tablas, abordando desde el sainete al drama, o los clásicos. Son años en los que La Agrupación Lírica Francisco Alonso, o la Álvarez Quintero, junto con el TEU, y el cuadro de actores líricos de EAJ-16, Radio Granada, cosechan éxitos con un trabajo encomiable, nunca bien reconocido, en el muchos hombres y mujeres de la escena granadina, sacan un producto adelante con marchamo de profesionalidad. Emilio Prieto, José María Parro, el director Pablo López y su mujer, Josefina, son sólo una muestra de la Granada teatral y lírica, cuyos comienzos tuvieron lugar en el teatro Gran Capitán. El psiquiatra, José María López Sánchez, se hizo más tarde con las riendas del teatro universitario granadino, que con la distancia debida, había recogido el testigo de La Barraca lorquiana, ofreciendo un producto teatral irrechazable por la crítica nacional más severa, y entre los que pudieron conquistar Madrid, pero les tiró más la tierra, está José María Guadalupe y Guerrero, señor de Las Pasiegas, cuyo espíritu teatral se forjo en sus ojos de niño, desde los balcones de sus casa, la de los canónicos, con el decorado más universal que Diego de Siloé diseñara, para los autos sacramentales. De todo ello es testigo el teatro Gran Capitán, con las humedades del Darro, cuyo telón fue sacrificado a mediados del siglo pasado, como antes lo había sido, el cercano convento de Sancti Spíritu, primer enterramiento de la familia Bazán.
Los terrenos en los que ahora, la reina católica acepta la propuesta de otro almirante, Cristóbal Colón, para descubrir las indias, fueron desde la conquista de la ciudad, lugares de nobles blasones, y con el tiempo, escenario adecuado para la interpretación de las artes, gracias a la iniciativa de Ricardo Martín Flores, que aunque despieza la acreditada sillería jalonada por los siglos para en su lugar construir su teatro Gran capitán, en el deja partes importantes, y el resto lo traslada a su finca, donde con el tiempo sería recuperado para la ciudad.
jueves, 13 de agosto de 2015
PULIANAS
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Su fértil vega regada por el Juncaril, fue lugar donde guarecerse de los rigores veraniegos, disfrutando de especiales noches al fresquito. Aquí nació, Asunción Linares, la primera catedrática de la Universidad.
Pulianas
Su especial situación geográfica, y la bondad de la tierra de su vega, históricamente permitieron que las dos Pulianas fueran lugar de provecho para sus gentes, y que en determinadas épocas, destacaran algunos de sus cultivos. Por ejemplo, durante la ocupación romana, famoso era el vino que daban sus vides, muy demandado desde otras zonas de la Hispania. Luego, en tiempos de mozárabes, la calidad de sus productos agrícolas, estuvieron presentes en las nobles mesas de las gentes acomodadas, convirtiendo el lugar en una despensa natural de la gran medina nazarí, hasta donde se desplazaban tan acreditados productos. Tras la conquista de Granada por los reyes católicos, ésta huerta convertida en vergel, es repoblada con cristianos llegados de otras tierras, y la bondad de sus frutos, llega así hasta nuestros días. Pese a las tragedias vividas por epidemias primero y la posterior llegada de los franceses, que tanto mermaron su población, las dos Pulianas supieron renacer a la prosperidad, llegando incluso el siglo pasado, a fundirse en una sola.
Azúcar y barro
Su historia bien pudiera concentrarse ahora en el Huerto de san Antón, el Parque del Río, y sobre todo, sus cruces de piedra, testigos mudos de aquel Vía Crucis de antaño, que tan famoso fue en sus contornos. En ese remanso de paz y frescor que es Pulianas, la historia mantiene un lugar de privilegio, para aquellos que en su momento, tuvieron la visión económica de apuntarse al carro de la remolacha, consiguiendo para el terreno y sus gentes, la primacía de un cultivo que trajo prosperidad al lugar, haciendo de sus Jueves Lardero, un día de fiesta por todo lo alto, en el que la gastronomía vuelve a sus orígenes, y en el que incluso, se puede encontrar una sabrosa e incomparable, tortilla de collejas, solo apta para paladares finos y exigentes.
Siempre hubo en las Pulianas, la tradición de trabajar el barro, en parte, debido a las cualidades excelentes de su tierra y la bondad de sus aguas. Nos podemos remontar siglos atrás, para encontrar todo tipo de enseres domésticos e industriales, hechos por la mano del hombre, que permitieron a los lugareños abastecerse para la vida en el hogar y en el trabajo, sin necesidad de recurrir fuera de sus fronteras. Los pulianeros, poseían los conocimientos necesarios, y el secreto, para hacer del barro al sol, o pasando por el horno, la cerámica más atractiva del contorno.
Asunción Linares
Y es en éste paraíso de Granada, donde durante siglos se escuchó perfectamente el tañido de la campana alhambreña de La Torre de La Vela, donde, nada más iniciarse los felices años veinte del charlestón, nace Asunción Linares Rodríguez, una mujer precursora de su tiempo, y que desde entonces, blasona con su trayectoria, Pulianas, éste lugar de encanto a tiro de piedra de la capital. Asunción fue, la primera Catedrática de una Facultad de Ciencias en España. Alumna de La Complutense en Madrid, allí se doctoró en 1952, y a partir de esa fecha, su historial académico y su obra, la ponen a la cabeza de todos sus compañeros, porque no hay que olvidar, que Linares Rodríguez, es una mujer en un mundo de hombres, donde se le exige más que a sus compañeros, para llegar al mismo sitio. Asunción, poseía un expediente académico clamoroso, al punto de ser reconocida su labor en el extranjero, mucho antes que aquí. Algo que por otra parte, no sorprende, si nos miramos un poco hacia dentro en aquellos años, y tal vez, en éstos algo también. A su muerte ocurrida en 2005, su obra escrita, impresiona como legado científico y académico, y prueba de ello son sus innumerables tesis doctorales dirigidas. A su enorme solvencia docente, unió siempre con gran discreción, una labor humanitaria, aún hoy no reconocida ni valorada.
miércoles, 12 de agosto de 2015
MUSEO ARQUEOLÓGICO
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Joaquina Eguaras, fue la primera profesora de la Universidad de Granada, que se remonta a los orígenes del Al-Ándalus, con la de Jusuf I.
Museo Arqueológico
Dicen algunos vecinos, que todavía hoy, después de más de cinco siglos, se sigue apareciendo por la casa y sus contornos, aquella doncella vestida de blanco. Vaga sin descanso eterno, buscando a su joven amante, aquel que su padre hizo ahorcar colgado del balcón, y que posteriormente emparedó cegando el ventanal. Y en recuerdo de los gritos que el doncel, exhalaba pidiendo justicia antes de morir, el padre de la muchacha hizo grabar en la fachada la frase: Esperándola, del cielo. En clara alusión a quién ya pendía del invernáculo, colgado de una soga. La Casa de Castril, tiene ésta y otras historias, aunque hoy la traemos a nuestras páginas, porque en su corazón, contiene estancia, donde resguardarse de los rigores del calor. Es su patio una joya arquitectónica, de belleza abrumadora, cuyas arcadas nos permiten guarecernos de sol y lluvia a nuestro antojo. Y en el caso del verano, disfrutar de un lugar junto al Darro y la Iglesia de San Pedro, donde no notar los rayos del sol y sus consecuencias en el termómetro.
Hernando de Zafra
Se dice que fue un discípulo del gran, Diego de Siloé, quién en 1539 tuvo la oportunidad de levantar en tan bello lugar, éste palacio renacentista, que a los pies mismos de La Alhambra, destaca por su belleza y hospitalidad, cosa – ésta última – que no todos consiguieron en la época a la que nos referimos. Sebastián Alcántara, supo dotar al edificio en su parte externa de la personalidad y el rengo de su moradores, mientras que en el interior, consiguió hacer habitables y disfrutables todas sus estancias, pero sobre todo, el patio, que a medida que la tierra se mueve en derredor del sol, va dejando espacio para que los seres humanos se refugien siempre que lo hagan en el sentido de las agujas del reloj. El que fuera secretario de los reyes católicos, Hernando de Zafra, fue entre otros, su morador y señor de los contornos, como bien rezan conventos y calles adyacentes, y disfrutador por lo tanto, de éste patio, paraíso urbano de Granada, en el que sólo rige la norma del sonido de su fuente, saciadora a través de los siglos, de la sed de justicia y agua de una población enamorada de la vecina de enfrente, La Alhambra.
Museo
El mismo año en que se funda la hermandad decana de la semana santa de Granada, y con ella se reinicia desde el Albayzín el Vía Crucis legendario, se hace la ciudad con ésta Casa Palacio para disponer en ella el museo arqueológico, aunque la historia comenzó en el siglo XIX, y compartió el espacio con el Museo de Bellas Artes, hasta que en la década de los cincuenta del pasado siglo, éste subió más alto, en concreto, hasta el Palacio de Carlos V. El Museo Arqueológico y Etnológico granadino, posee importantes testimonios del Paleolítico y el Neolítico, con restos de las civilizaciones, Ibera, fenicia, romana y árabe. La singularidad de sus piezas, lo hacen de un gran atractivo, no siempre bien promocionado, en ocasiones, por qué no decirlo, porque la ubicación de tan importante legado, requiere hoy día de unas condiciones climáticas y de conservación, que éstos edificios no permiten, por muy bonitos e importantes que sean.
Joaquina Eguaras
A tres años del siglo veinte nació Joaquina en el norte español, aunque el traslado de su padre a Granada, la convierte en “greñúa” con tan sólo dos años. Es por lo tanto, una de las nuestras, que como veremos, se adelantó a su tiempo, y supo poner su granito de arena para hacer de ésta ciudad una urbe más moderna y culta, a pesar de todas las dificultades que tuvo que salvar, de ésta parroquia inmovilista, por desidia y naturaleza. Eguaras Ibáñez, fue una de las primeras mujeres en llegar a la Universidad, - en concreto, la segunda -y no solo terminar sus estudios, sino complementarlos y convertirse en la primera mujer profesora de nuestra institución, heredera de la de Jusuf I. Conocedora del árabe y el hebreo, pero sobre todo de nuestro pasado histórico, no pudieron encontrar mejor responsable para el Museo arqueológico. Joaquina fue además, una dinamizadora excelente de la actividad cultural de Granada con carácter internacional, una genial granadina nacida en Navarra, que disfrutó antes que nosotros, del fresquito que hace en éste patio de la casa de Castril, y de uno de sus tesoros más preciados: Su oculto jardín.
martes, 11 de agosto de 2015
PUENTE VERDE
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
El Puente Verde
Situado al final del Paseo de La Bomba y el inicio de la carretera de La Sierra, su construcción supuso en la ciudad ocupada por los franceses, la conexión física entre las dos partes de Granada que divide el Genil, con el alivio para los vecinos del bajo Realejo, Barranco del Abogado, los de La Quinta, Camino de Torremocha, Camino de Los Neveros, Bola de Oro y fuente de La Bicha. Lo que hoy es el Paseo de Los Hermanos Costaleros, en cuanto al cauce del Genil se refiere, siempre fue utilizado por la vecindad, como alivio de aguas residuales, lavadero, abrevadero de bestias y semillero de anea, con la que reponer los asientos. Ésta parte del río que divide Granada, fue lugar de huertas y esparcimiento, por sus paseos protegidos con la frondosidad de su vegetación, que siempre han imprimido al sitio, el sello donde disfrutar y resguardarse de los rigores del verano. Hubo un tiempo en el que entre los vecinos de la zona, se encontraban los mejores expertos en la construcción de pozas para el baño, a base de juntar las piedras encontradas en el cauce, o todo lo más, añadirle un tronco de los que nacen en cualquiera de sus márgenes.
Horacio Sebastiani
Nadie sabe más del general francés, Sebastiani, que el profesor Barrios Rozúa, por lo tanto, intentaré que mis conversaciones con él, me hayan servido de algo. Cuando los franceses toman sin resistencia alguna Granada, el rey José Bonaparte, queda prendado de los tesoros granadinos, hasta el punto de que es su deseo montar aquí la capitalidad del imperio, pero su apresurado retorno, deja el asunto en barbecho, aunque el general, Horacio Sebastiani, con sus luces y sus sombras, aborda proyectos inconclusos desde hacía mucho tiempo. Uno de ellos es el teatro Napoleón, que en cuanto los franceses se marcharon, pasó a llamarse, Cervantes. Otras voces dicen, que el general se dio tanta prisa en terminar el teatro, porque así se lo demandaba su amante, una vicetiple señora de la escena. Sea como fuere, entre los proyectos aparcados por la desidia granatensis, se encontraba el Puente Verde, llamado así, porque en el lugar se había hecho muy popular, uno de madera y pintado de ese color, por lo que los granadinos, a pesar de ser nuevo y de piedra, le siguieron llamando como al otro, que incluso contaba con caseta de fielato. El hecho de que Sebastiani decidiera retomar el proyecto del puente pétreo para unir las dos orillas de Granada, era sin duda loable, lo que no lo era tanto, es que para su construcción utilizara las piedras del campanario del monasterio de San Jerónimo, lugar que habilitó como cuartel de caballería, y donde alguien piensa que pudieron ser expoliados, los restos mortales del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdova. El aspecto actual del Puente Verde, se debe a la ampliación que el concejal, Manuel Fernández Márquez, dirigió en los años ochenta del siglo pasado, para permitir un tráfico fluido, entre las dos partes de Granada, una de ellas, el Serrallo y Conejeras, han crecido por encima de cualquier estimación de la época.
Un corso, en la corte granadina
Nacido, como Napoleón, en la isla de Córcega, Horace-François-Bastien Sebastiani de la Porta, siendo un adolescente en la revolución francesa, abandonó el seminario donde iba para cura, y se alistó en el ejército, donde su valentía e inteligencia, le proporcionaron una carrera meteórica. En un momento en el que en Francia debía decidir por su futuro, Horacio no duda en unirse a Napoleón, y demostrarle su fidelidad con la propia sangre derramada en el campo de batalla, asunto éste que el emperador no olvidará nunca. Se supone que el hecho de que aparezca en Granada, acompañando a José Bonaparte, no es sino motivo de la gran confianza que Napoleón tiene en él. Sebastiani, que había representado diplomáticamente a su país en Constantinopla, y que poseía grandes conocimientos sobre la cultura árabe, pronto quedó prendado de La Alhambra, llegando a protagonizar algunos episodios de restauración, por los que todavía deberíamos estarle agradecidos. Hombre que sabía mandar con puño de hierro en guante de seda, mientras que la sumisa y – en parte - afrancesada Granada, no le planteó problemas, él procuró recuperarla y modernizarla a su estilo. Muy al contrario, cuando alguien se le resistía, como le ocurrió con los malagueños, no dudó en masacrarlos, y saquearlos, con total indignidad.
lunes, 10 de agosto de 2015
CARMEN DE LOS MÁRTIRES
VERANO EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Carmen de Los Mártires
Viven aún,- me consta-, criaturas humanas que tuvieron el privilegio de pasear en barca por el estanque-lago del Carmen de Los Mártires, sorteando con los remos, patos y cisnes que por aquellos años cincuenta y sesenta, tenían allí su hábitat. Lugar de privilegio, la belleza de sus jardines y fuentes, conformaron el lugar ideal de los granadinos para refugiarse de las calores. El embarcadero estaba muy solicitado. La barca tenía además el encanto de tener que acceder a ella, bajo el torreón al que se llega por el puentecito, en una especie de gruta propicia a más no poder, para robar ese beso furtivo del primer enamoramiento con el pavo subido, aunque eso de los pavos reales ha venido mucho después. La vista de Granada que desde aquí se disfruta, es excepcional, y sus laberintos o recovecos, espacios designados a la lectura, declaraciones de amor, confesiones íntimas, pintura al natural y disparos fotográficos plenos de belleza. La Asociación de La Prensa, organizó durante muchos años, su recordada Verbena, repartida a partes iguales entre la pista de entrada, y el escenario sobre la fuente del trébol, que fue fagocitada en parte por el auditorio Manuel de Falla.
San Juan de La Cruz
Cuenta la historia que durante los siglos trece y catorce, aquí fueron martirizados y degollados unos franciscanos, de ahí la enorme Cruz que abre el camino, siendo ésta la senda que utilizaron los cristianos para entrar a la Alhambra el día de su reconquista, y quiso la reina que se erigiera en el punto, una ermita en honor a los mártires, aunque no es hasta el siglo XVI, cuando la orden de Carmelitas Descalzos, de la mano de Diego Hurtado de Mendoza, encuentran aquí uno de sus mayores referentes, sobre todo si tenemos en cuenta que, bajo éstos árboles, el mismísimo San Juan de La Cruz, escribe gran parte de su obra poética y religiosa, de entre la que destaca, “La Noche Oscura del Alma”. San Juan se vinculó a Granada de una manera muy especial hasta el punto de que requerido para mayores empresas por la orden carmelitana, siempre hacía lo posible por regresar a ésta ciudad que le cautivó desde el primer día. Nombrados eran sus paseos matinales por la cuesta del Realejo abajo, para oficiar la eucaristía y dar la comunión a las carmelitas descalzas, ubicadas aún en la casa del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. En el convento de Los Mártires, tuvo su sede una muy renombrada cofradía que hacía su salida de penitencia la madrugada del Viernes Santo, llamada de Jesús Nazareno y Santa Elena, aunque todo dio al traste con la desamortización de Mendizábal.
Palacio y jardín romántico
Después de no pocas vicisitudes, no es hasta el siglo XIX, cuando el lugar es recuperado y reconstruido como palacio y jardines románticos propios de la nobleza del momento, al punto de que en él se hospeda la reina Isabel II, o el poeta José Zorrilla, cuando en 1889, viene a ser coronado en Carlos V, Poeta Nacional. Nada más comenzar el siglo XX, son los monarcas españoles, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, quienes pernoctan, en el que había sido denominado como, el paraíso de Granada. Una buena gestión del gentleman mejor vestido y apuesto de la época, el alcalde, Manuel Sola Rodríguez Bolívar, vecino de la cuesta de Gomérez, consigue que el Carmen pase a la ciudad, y por lo tanto, a los granadinos, aunque el peligro de la picota y el negocio pudo dañarlo para siempre, la nueva corporación democrática impulsó su recuperación, asunto éste del que puede dar la mejor y más fiable información, José Miguel Castillo Higueras, cuando deje de pasear a su perra.
Morente
Asiduo del Carmen de Los Mártires y sus encantos, era el creador flamenco, Enrique Morente. Hombre de vasta cultura y gustos exquisitos en lo artístico, manejaba las herramientas necesarias para interpretar un lugar y su historia. No en vano, nadie antes que él, tuvo la valentía de ponerse ante los versos de San Juan de La Cruz, y a base de gusto literario y conocimientos musicales, meterlos en los ritmos y melismas del “jondismo”, como diría Juan de Loxa. Enrique Morente Cotelo, no sólo cantó como nadie la obra de san Juan de La Cruz, sino que además, en 1988, cuando crea su gran Misa Flamenca, que aún hoy no ha sido superada, incluye textos imprescindibles del fraile carmelita enamorado de Granada, convirtiéndola en prueba insuperable para el resto. Morente Cotelo, el creador, ve con ojos de albayzinero el Carmen de Los Mártires, huele sus flores, percibe sus aromas inconfundibles e inextrapolables a otro sitio, y bajo el cedro de San Juan, con el rumor de la fuente cercana, en el silencio de esa atalaya con balconada a la ciudad, mete en el pentagrama del arte gitano-andaluz hasta el tuétano, la raíz de unos versos, que bien pudiera parecer, que san Juan de La Cruz, los escribió siglos antes, pensando en el cantaor de La cuesta de San Gregorio.
¡Que fresquito se está en éste Carmen ¡ ¿verdad?.
domingo, 9 de agosto de 2015
CAMPILLO BAJO
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
Campillo Bajo
Estos cuatro Plátanos que marcan las esquinas de la plaza del Campillo Bajo, son los mismos que tantas tardes dieron sombra al paso de Federico, camino de su tertulia, El Rinconcillo, en el café Alameda. El poeta vivía a muy pocos metros, en la Acera del Casino, en la casa familiar que los Lorca tenían en el centro de Granada. La plaza estaba conformada al fondo por el Teatro Cervantes, que el general Sebastiani, durante la dominación francesa, se apresuró a terminar, para satisfacer así la demanda de su amante, que se dedicaba al asunto de la cantata. En los bajos también estuvo El Liceo durante un tiempo. A la derecha, por el Café Alameda, en cuyo interior se desarrollaba la tertulia de los intelectuales granadinos, y que Luís Oruezábal ha querido en vida, perpetuar conservando el basamento de una columna original, y colocando a Federico sentado en su mesa. A la izquierda, el Hotel Alameda, de los de superior categoría en su época, que hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, albergó la Jefatura Provincial del Movimiento.
La Plaza del Campillo Bajo, fue lugar de encuentro y refugio de calores, dada la sombra de sus majestuosos árboles, y el frescor de su fuente central, cuyos delfines sujetan la segunda taza. Fue lugar adecuado para escuchar la retreta militar, con la que finalizaban las fiestas del Corpus, o a las señoritas vocalistas de las orquestas contratadas por el Liceo, para amenizar las veladas granadinas en noches de verano, protegido el recinto por unas celosías de madera, para que el personal no viera lo que ocurría dentro. También se observaba desde aquí, sin temor a las varas de los cohetes ardiendo, el castillo de fuegos artificiales del embovedado, por la protección de las ramas enormes plataneras.
El Rinconcillo
Aquel rinconcito del Café Alameda donde actuaba la orquestina, daba al lugar el toque de modernidad necesarios, para que fuera el sitio donde se daban cita los que en ésta ciudad eran algo, en aquellos años en los que el Charlestón y el Foxtrot, iban ganando adeptos en el mundo del pasodoble. Por la tertulia, pasaban no solo los poetas y escritores, sino, los aspirantes. A los que se unían, músicos, políticos, pintores, rentistas, niños de papá, vividores, periodistas, artistas en general, y actores en busca de un autor. La lista de los asiduos que ha trascendido a nuestros días, no hace justicia, pero se me antoja que de todos los lugares de Granada, éste es el adecuado para colocar a Federico García Lorca, dada la diversidad de la fauna concurrente, el tufillo a Ateneo libertario que desprendía el local, y la proximidad otros recintos habituales en el poeta. “Pepiniqui” y su hermano Luís Rosales, son asiduos, junto a Falla, Juan José Santa Cruz, Ismael González de la Serna, El cuñado del poeta y posterior Alcalde, Manuel Fernández Montesinos, Soriano Lapresa, Andrés Segovia, Gallego Burín, y tantos otros. Federico está en su salsa, no olvidemos que se encuentra a tan solo unos metros de su casa familiar, a dos pasos del Centro Artístico, donde suele tocar el piano, a tan sólo unos metros del Liceo, y de la Sociedad Económica de Amigos del País, tan premeditadamente ocultada, cuando se habla, o lo que es peor, se escribe, de Federico García Lorca.
Material fungible
En la tertulia El Rinconcillo, se tienen las primeras y más directas informaciones de todo lo que ocurre en el país y fuera de él. Hasta aquí llegan los telegramas urgentes del parlamento nacional, llevados en bicicleta por subalternos rápidos, desde Correos en la actual Plaza de Colón, para que sean leídos a la concurrencia, en caso de interés general. Se reciben llamas de casa o trabajo, que son pregonadas por el botones, o en caso de que se escuche algo de interés, se anuncian con cartel brazo en alto. Se reciben los periódicos nacionales que traen los viajeros en el tren expreso que llega a las ocho de la mañana a la capital, procedente de Madrid y Barcelona, se escucha la radio, para lo cual se ruega silencio a los concurrentes mediante campanilla. Mientras se saborea una exquisita zarzaparrilla, el betunero deja los zapatos como el charol, la chica pasa con los cigarrillos, puros y cerillas, y el limpiabotas, cuando dice aquello famoso de: Servido señor, ofrece al cliente un décimo de lotería, por su precio y un diez por ciento más. Al unísono, se leen primeros poemas, se entregan manuscritos para una primera lectura en busca de opinión, y se estrenan partituras de nuevo cuño, en presencia del autor. Ángel barrios, por ejemplo. Federico sonríe de mesa en mesa saludando a los amigos, también a los enemigos, porque su muerte está también ligada a algunos personajes siniestros que frecuentan éste café, pero eso lo sabremos después. A lo que íbamos. Que fresquito se está debajo de los plátanos del Campillo.
EL CAMINO DEL AVELLANO
GRANADA EN BLANCO Y NEGRO
Tito Ortiz.-
El camino del avellano
La margen izquierda del Darro, frente al barrio del Sacromonte, siempre fue lugar donde guarecerse del inclemente calor granadino. Aunque actualmente no es frecuentado como entonces, en el siglo XIX y gran parte del XX, los nativos buscaron refugio a la sombra de su vegetación, y saciar la sed en cualquiera de sus tres fuentes. El muy acreditado líquido elemento que mana en el lugar, ha sido cantado en poemas y coplillas, y de el se abastecieron durante decenios, bastantes casas nobles y plebellas de la ciudad, pues no eran pocos los aguadores, que a lomos de sus borriquillos y mulos, la transportaban en enormes cántaras, que una vez en el domicilio abonado, escanciaban en jarras que se tapaban con tapete de croché, en las moradas de acomodo. Muchos granadinos se buscaron la vida, llevando agua del avellano, a domicilio. Otros la pregonaban por calles y plazas, vendiéndola a una perragorda el vaso, y los que no, ya tenían ubicación fija, como María, bajo las carteleras de los cines en Plaza Nueva, o Manuel, a la entrada del Arco de Las Cucharas.¡Fresquita, como la nieve!, que así la cantó Antonio Molina.
Todos los días a la fuente
Costumbre ha habido hasta hace bien poco, de acercarse a diario a la fuente, a por una botella de agua para beber en casa, incluso alguno hay que todavía se prodiga en ese peregrinar. No son pocos los que le han atribuído algunas propiedades, como evitar ardores, deshacer piedras del riñón, incluso efectos beneficiosos en la vesícula. Sea como fuere, ya el hecho de ir andando y darse el paseo desde casa, eso ya tiene efectos muy laudatorios en todos los sentidos, incluído el de la vista, dado que el lugar lo merece, aunque en ocasiones haya estado dejado de la mano de nuestros munícipes. El sitio, ha sido propicio para robar ese primer beso, en citas amorosas de adolescente, salón de lectura al aire libre, ver el regreso del Cristo de Los Gitanos, espacio de rabonas escolares de alumnos/as del Ave María, incluso en los sesenta y algo más, se podía ver a muchos granadinos ir a lavar el coche con tan preciada agua. Sín olvidar personajes populares adictos confesos al líquido elemento, como El Diamante Rubio, que bajaba del monte con su damajuana, o el mismísmo, Bernardo Sánchez, el último verdugo, que con su andar parsimonioso, y educado saludo tocando el ala de su sombrero, su capa española, o la pelliza con cuello de piel,- según la época - platicaba con los presentes, mientras el cansino chorrillo le llenaba su garrafa, iniciando después el regreso a su casa albaycinera, ascendiendo por la Calderería.
La Cofradía
Semejante espacio, a la vera del río que daba oro, con tres manantiales de rica agua, y la sombra de su vegetación autóctona, entre la que destacaban los avellanos, estaba predestinado a ser la sede oficial de, una güasona cofradía intelectual del XIX, que recibió la del fruto y que al parecer capitaneó hasta su voluntaria muerte, Ángel Ganivet. Aunque no son menos dignos el resto de cofrades, agitadores culturales de la época, que encontraban en el paraje, junto a las fuentes, el púlpito propicio, para tomarle el pulso a la ciudad y sus miserias, sín los oídos morbosos de esos parásitos, que en el local de turno desde una mesa a discreta distancia, te observan, escuchan y anotan. Los hermanos Ruiz de Almodóvar, fueron puntales de esa tertulia, junto a, Antonio Joaquín Afán de Rivera, Nicolás María López, o Francisco Seco de Lucena, solo por poner un ejemplo, de una intelectualidad bulliciosa, en una época monolítica, en la que poner sobre el tapete cualquier signo de progreso, o estética artística renovadora, bien podía reportar una condena al obstracismo literario, o un duelo al amanecer a primera sangre, sobre todo en una ciudad de provincias como ésta, en la que todavía se recurría a sacar los santos a la calle, para terminar con la pertinaz sequía.
Marina Heredia
Cuando el profesor, Jaime Heredia, "El Parrón", comunicó al claustro la buena nueva, de que había llegado al mundo su promogénita, de inmediato, los profesores Alejandro Víctor García, Francisco Manuel Díaz, Pepe Heredia Maya, Fernando Miranda y la profesora Calixta, Arcadio Ortega, Miguel José Hagerty, gitano nacido en Chicago de familia hirlandesa, Emilio Puche Cañas, Jesús Conde, y así hasta ciento un profesores/as, se fueon concentrando sin necesidad de nuevas tecnologías, en la sede claustral de "La Trastienda", en la placeta de Cuchilleros, al abrigo de vino de Huétor del tonel, y jamón treveleño, y de ésta forma se decidió día y hora del bautizo de la criatura.
Como Jesús fue bautizado por su primo en las aguas del Jordán, la niña tomó el Sacramento en las agua del Darro, bajo el barrio de los suyos, arropada por las tres fuentes del avellano y del Tajo del Polllero. Testigo de excepción, su bisabuela, "La Parrona", matriarca ejemplar de toda una extirpe gitana, que a pesar de contar con casi un siglo, tuvo el genio necesario, como para arrancarse al son de las palmas, haciendo sonar su faltriquera. Las aguas del Darro y del avellano son tan generosas, y a la niña le sentaron también, que hoy es conocida en todo el mundo como, Marina Heredia.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)