domingo, 31 de agosto de 2025

 


LEER, LEER Y LEER

 

Tito Ortiz.-

 

A veces pienso que, el hábito de la lectura o se lleva en los genes desde la cuna o, no hay nada que hacer. Yo no los doy por perdidos, pero, es muy difícil que un niño que no ve a sus padres con un libro en las manos vaya a ser con el tiempo, un consumado lector, aunque la excepción confirma la regla.

Dicen que las vacaciones son el mejor momento para leer, incluso los hay quienes aseguran que, durante el verano, aprovechan para leer los libros que se amontonan encima de la mesa, por falta de tiempo durante el resto del año. En ocasiones es fácil observar a criaturas humanas en piscinas y playas con un libro en las manos, pero de verdad ¿están leyendo? o echando la siesta porque, con las gafas de sol puestas, resulta imposible saberlo, hay que concederles el beneficio de la duda.

Cuando viajamos en el metro o en el autobús, la mayoría de las personas van enfrascadas con la vista puesta en el teléfono móvil, pero no es menos cierto que, de vez en cuando, también hay alguien que lee un libro. En este caso, más de una vez he tenido la intención de levantarme y darle un abrazo, pero me he aguantado, no vaya a pensar que se me ha ido la cabeza, o que pretendo quitarle la cartera en un descuido, porque en los tiempos que corren, todo es posible. Tampoco hay que olvidar a los que utilizan el libro como cebo para ligar. Se sitúan bien a la vista de todos con la edición en las manos, esperando que salte un espontaneo preguntándole por el argumento y, de esta manera iniciar conversación. Se tiene la creencia de que, si ligas con un libro como pretexto, ya has hecho una preselección humana y social, en la que puedes asegurar que la persona que mordió el anzuelo tiene cierto nivel cultural, con lo cual, ya has cernido con habilidad el cupo de pretendientes.

LAS TROMPETAS DEL APOCALIPSIS

Lo mismo que la eterna crisis del teatro, desde que nací vengo escuchando y leyendo que, estadísticamente, España es un país donde se lee poco. No hace mucho que se vaticinó de nuevo, la inminente desaparición del libro, sobre todo cuando salió el invento del libro electrónico, el famoso E-book, que iba a dar al traste con lo que conocemos desde el invento de Juan de Gutenberg, augurando que los libros quedarían como, piezas de museo a visitar como fósiles del pasado, pero nada más lejos de la realidad.

El creciente éxito, edición tras edición de la feria del libro de Granada, junto con las que se celebran en la piel de toro, demuestran que el libro está más vivo que nunca y que, la afición a la lectura cala cada vez más en nuestros infantes. Pero no es menos cierto que, no se puede presionar al respecto. Tengo mis dudas a cerca de esos profesores de primaria que, obligan a sus alumnos a leer un mínimo de tres libros al trimestre, porque en algunos casos se podría interpretar como un castigo. A ese respecto debo confesar que yo caí también en el error de, castigar el número de horas excesivo ante la video consola, con sentar a la criatura en el sofá poniéndole un libro en las manos y, aunque no me salió mal del todo, he de reconocer que la lectura de un libro no debe ser el castigo ante nada, muy al contrario, leer debe interpretarse como un premio al buen comportamiento y las buenas notas durante el curso. Así que no hagan lo que yo hice porque, a veces se puede generar un efecto rebote logrando lo contrario que pretendíamos.

LEER ES UN PLACER

A pesar de mis años, todavía no he conseguido explicar con palabras, la emoción casi erótica que siento con un libro en mis manos. Olerlo, pasar sus páginas descubriendo un nuevo mundo en cada una de ellas, evadiéndome de la realidad circundante, haciendo una inmersión en nuevos ídolos y aventuras, empapándome de la genialidad creadora de sus autores/as. Aprendiendo, siempre aprendiendo en la escuela infinita de la formación continuada.

Claro que hay que estar ojo avizor cuando haces una nueva adquisición porque, con esta eclosión editorial que nos abruma, hay que estar muy preparado para separar la paja del grano. Con esto de que ya hay quién, no encontrando editorial que asuma su publicación, pide un crédito personal y se autoedita su libro, a veces nos encontramos de que, hay quién ha publicado más libros de los que ha leído, y eso si que es peligroso. La capacitación de un autor, no se mide por el número de ejemplares publicados, sino, por el de libros que haya leído y, esta última cifra, debe ser muy superior a la primera, de lo contrario, el asunto que cae en nuestras manos no tendrá enjundia ninguna.

El panorama editorial es tan rico en estos momentos que, incluso debemos sospechar de aquellas firmas de reconocido prestigio que, caen en la tentación de copiarse a si mismos, con tal de poner en el mercado un nuevo ejemplar. Hay quién para no perder comba y estar todos los años firmando libros en las casetas de las ferias, nos obsequian con alguna que otra secuela de su obra anterior que, mejor estaría metida en el cajón de su mesa o, en la nevera, esperando mejor oportunidad o que a sus lectores se nos haya olvidado la entrega anterior. Háganme caso, comprar un libro requiere su tiempo y en su caso, el asesoramiento de nuestro librero de toda la vida que es quien más sabe de eso … Y de nosotros mismos. Feliz lectura.

 

 

 

domingo, 24 de agosto de 2025

 


MANTILLA ALBAICINERA

 

Tito Ortiz.-

 

Hubo un tiempo en que los patios y calles del Albayzín, estaban sembrados de muchachas con bastidores que, con el primor de manos expertas, bordaban mantillas como sustento familiar, realizando auténticas obras de arte, muy cotizadas por su origen en el barrio granadino.

Dicen los que de esto saben que, la mantilla es una prenda femenina popular en España, a partir del antiguo manto, con el que tradicionalmente se cubría la mujer, y evolucionó hasta convertirse en un elegante tocado de blonda (encaje realizado con hilo de seda), chantilly o tul. Es habitual en procesiones de Semana Santa, en las corridas de toros y otros eventos castizos, además de ser prenda ceremonial de las "madrinas" en bautizos y bodas. A menudo se complementa con una peineta.

Algunos estudios arqueológicos fijan el origen de la mantilla en la península en la civilización ibérica, a partir del descubrimiento de figurillas prerromanas de mujeres con tocados muy similares. En el siglo XVII ya era habitual utilizar la mantilla de encaje como prenda distinguida además de las de paño y mantones de seda. Sin embargo, su uso no se generalizó entre las mujeres de la nobleza y alta burguesía hasta finales del siglo XVIII (como se aprecia en varios retratos pintados por Francisco de Goya), costumbre que continuó Isabel II de España, y que ya en el siglo veinte repitió la Reina Sofía.

En cuanto a su tejido, existen tres clases fundamentales: Mantilla de blonda o encaje de seda, con grandes motivos florales realizados en seda más brillante, con ondulaciones en los bordes o "puntas de castañuelas". La mantilla de Chantilly, hecha con un ligero tejido originario de esta ciudad francesa y bordado con distintos motivos, y la de tul, tejido delgado y transparente (confeccionado con seda, hilo o algodón), usado a modo de imitación de las mantillas de blonda y chantilly.

EUGENIA DE MONTIJO

A partir del siglo XVIII, la mantilla evoluciona, se le añaden más encajes, aparece la mantilla de tres picos, popularizada por la granadina Eugenia de Montijo, que la impone en la corte francesa. Se comienza a usar como chal y, a finales de siglo, se comienza a llevar con peina entre la alta sociedad. Pero su eclosión no llega hasta el siglo XIX cuando la mantilla vive una auténtica explosión y se instaura el binomio mantilla y peina. Nos encontramos en una España invadida por Napoleón y unos españoles que no quieren que los franceses les impongan sus costumbres y sus modas. En la masculina sí se toman ciertos elementos afrancesados, pero en la femenina no, por eso se populariza el uso de la mantilla. Deja de ser un elemento de las clases más nobles, que buscan reivindicar lo español a través de su indumentaria, sino que también empieza a usarse entre las clases más populares, como síntoma de rebeldía ante el invasor.

Pero no es hasta la llegada de Isabel II al trono, cuando el uso de la mantilla se convierte en todo un icono. Si no fuera por ella, la mantilla no sería la prenda que es hoy. A ella se le conoce como la reina castiza y, era una reina que tenía un gusto especial por todo lo español. Ella se ponía la mantilla y toda la corte hacía lo mismo, de ahí que se popularizara su uso. Las jóvenes salían a pasear a la pradera de San Isidro y lucían sus mantillas y peinas, como hacía la reina. Esta costumbre llega a Sevilla por el vínculo de la reina y su hermana con la ciudad y. así, el Palacio de San Telmo, que es donde se reunía la jet set de la época, se llena de mujeres ataviadas con esta indumentaria, irradiándose a toda Andalucía, de manera muy especial a Granada, donde se aborda su confección con tal profesionalidad, que las bordadoras del Albayzín estaban más que cotizadas en las provincias limítrofes. Poseer una mantilla bordada en el famoso barrio granadino, fue en su momento, síntoma de gusto y poder adquisitivo.

SEÑAL DE REBELDÍA

 

Tras la Revolución Gloriosa, el gobierno de Isabel II se ve obligado a abandonar el poder y la reina termina exiliada en Francia. En ese contexto, se impone el reinado de Amadeo de Saboya, algo que a los españoles parece no convencer. A los españoles no nos gustan las imposiciones y cuando llega Amadeo de Saboya todo el pueblo se le pone en contra y la mantilla vuelve a convertirse en un elemento de protesta. En este contexto empieza a popularizarse el uso de sombreros entre las damas, pero las mujeres españolas los declinan y toman la mantilla como único elemento ornamental. Su uso se convierte en una señal de rebeldía y lo que empieza como una revolución estética termina con el fin del reinado de Amadeo de Saboya sólo un año después. Como dice Pilar Larrondo, a la hora de diferenciar entre las mantillas, hay que hablar de la mantilla rectangular (o de velo de toalla), rondeña (o de empanadilla), de pico (cuyo uso popularizó nuestra paisana Eugenia de Montijo) o madroñera (muy típica de Ronda). Cada una de ellas puede presentar un tipo de encaje diferente; bien de bolillo, bien de aguja o bien de chantilly. Esta última es la más fina, también la más cara, y quizás la que menos abunda. Una mantilla de chantilly es la más cara y valorada, sobre todo si te la han bordado en el Albayzín, manos primorosas, mientras cantaban lo último de Marifé de Triana o, referían en confidencia, la última carta de su novio que estaba lejos haciendo la mili, esperando licenciarse pronto para pasar por el altar.

domingo, 17 de agosto de 2025

 


CON EL CODO EN LA BARRA DE UN BAR

 

Tito Ortiz.-

 

Desde hace decenios, vengo cursando estudios superiores en la universidad de la vida, con el codo apoyado en la barra de un bar. Parece mentira que nuestros proyectos de vida y, futuro de la sociedad, se lleven a cabo en tan singular punto de encuentro.

Es como si el hombre, antes de tomar una decisión, en lugar de encomendarse a sus dioses, hubiera optado por consultar su discurrir vital con el codo reposando sobre la madera, sosteniendo en la mano el vaso con la bebida que le hace llegar a la mejor de las conclusiones, para su devenir histórico. Y de esta manera y postura, se abordan los mayores proyectos de vida o, se ahogan las penas con el codo en la barra y la mano en el hombro de un amigo.

Mis ojos de niño recuerdan haber escuchado los mejores cantes flamencos, en tabernas acreditadas por sus buenos caldos y, por el grosor de la madera de su mostrador, a pesar de que en la pared luciera un mosaico con la inscripción de: “Se prohíbe el cante” y bajo ella, pintado con tiza a mano por un chusco la palabra: “Malo”. Junto a la barra de un bar, mis oídos de niño escucharon los mejores chistes sobre Franco, a “soto bocce”, cuando esto te podía costar la cárcel, también los primeros chascarrillos “verdes” que los niños no podíamos escuchar y, las primeras picardías que no podías decir en público.

SERVILLETAS DE PAPEL

Todavía no se le ha hecho el homenaje que se merece la servilleta de papel, ese utensilio humilde donde los haya, al alcance de todos de manera gratuita en la barra de un bar y, en el que se han iniciado los proyectos más importantes que, después han trascendido en la historia, sin que nadie recuerde que todo empezó escribiendo en una servilleta de papel sobre la barra de un bar.

Sin ir más lejos, el resurgir de la semana santa de Granada a mediados de los años setenta del siglo pasado, se fraguó sobre la barra del bar, “El Sota” en el corazón del Realejo donde, Curro Andrés y sus amigos, decidieron levantar la semana santa con la fundación de, Jesús del Amor y La Entrega y María Santísima de La Concepción. Sobre una servilleta de papel cogida de la barra del bar que, Antonio Sánchez Ramírez, “El Compadre” regentaba en una cueva del Sacromonte, pusieron sus firmas los fundadores de la Hermandad de Gloria del Rocío de Granada. Junto a la barra del bar restaurante, “El Mesón “de la placeta de Gamboa, se gestó la creación de la cofradía de Jesús Nazareno y María Santísima de La Merced.

En una simple servilleta de papel sobre la barra de un bar, los corredores de fincas han hecho grandes negocios, comprando o vendiendo cortijos, marjales o fanegas, fincas o haciendas y, todas esas transacciones tuvieron su origen sobre la barra de un bar, escritas en una humilde servilleta.

Sobre la barra del bar restaurante, “El León” de la calle del Pan, se le toma el pulso a la semana santa de Granada, todos los días del año, desde la década de los cincuenta del siglo pasado. Sobre esa barra se editan y presentan carteles, se ensayan pregones, se proyectan nuevos enseres, se cantan saetas y se anuncia en pocas horas la llegada de la semana santa, con un concierto de la Banda de cornetas y tambores de Jesús Despojado.

A CONTRAMANO

Con el codo en la barra de un bar, reflexiono sobre la actualidad y, me da miedo. Observo con pavor como se ha abierto la veda contra el inmigrante, cuando se le golpea con una barra de hierro y se le azuzan los perros, o se le retiene hasta la llegada de la autoridad. Asisto acojonado a las noticias que dicen que unos adolescentes han prendido fuego a una persona que dormía en la calle, que han apaleado a otro hasta la muerte o, le han prendido fuego a la casa donde vivían unos pobres.

¿Qué está pasando con el ser humano para que llegue a tal degradación?, hasta el punto de, acribillar a balazos a quienes piden un plato de comida. La guerra moderna no es bombardear al enemigo, ahora se trata de ir contra la población civil, masacrarla y, además, dejarla morir de hambre, mientras se impide la llegada de la ayuda humanitaria.

Y ya para rematarla, asistimos a la aberración más palpable, jamás contada. En nuestro país, hoy en día, hay más mascotas en casa que bebés. Nacen menos niños, pero se adoptan más perros y gatos, hasta tal punto de que, antes era normal ver a cualquiera por la calle ir tirando de la correa con un perro, pero ahora, es cada vez más frecuente verlos con dos y hasta tres perros, y todos son suyos. Pero es peor aún lo de los gatos, a los que controlamos menos porque estos no salen a la calle con un collar al cuello, de la mano de sus dueños. Permanecen ocultos en casa y hay -yo los he visto- familias monoparentales con siete y ocho gatos. Hemos cambiado de tener niños a optar por perros y gatos. Es una manera de acabar con la humanidad sin que nadie se dé cuenta.

Hubo un tiempo en que la escuela de la vida tenía sus instalaciones junto a la barra de un bar, donde los desahuciados vomitaban sus penas, los optimistas hacían planes de futuro, los tímidos socializaban y, los alegres cantaban a la vida como si no hubiera un mañana. Un tiempo en el que los psicólogos y psiquiatras no se comían una rosca. Después… Todo ha ido a peor.

domingo, 10 de agosto de 2025

 


VIAJAR ES UN PLACER

 

Tito Ortiz.-

 

Hoy día lo de trasladarse de lugar en transporte público está asumido como un servicio público de cierta garantía y comodidad. Aunque los granadinos sigamos teniendo carencias estructurales que, arrastramos de toda la vida. Tenemos pocos trenes que a menudo se retrasan, se cancelan, nos los paran en mitad de la nada, incluso algunos, ni están ni se les espera. Algo que no sería un problema si, ese aeropuerto que compartimos con los jienenses tuviera vuelos regulares, en un horario adecuado y con una frecuencia que se convirtiera en una clara alternativa al ferrocarril, pero no es el caso.

En cambio, si tenemos un buen sistema de comunicación con otras provincias, si optamos por el traslado en autobús, más económico, pero tardando más en el desplazamiento. Los autobuses suelen tener un asiento cómodo, aire acondicionado y una bodega en la que llevar tú equipaje, sin el temor de que te lo pierdan. Digo esto porque, en un vuelo Granada-Madrid, mi maleta terminó aterrizando en Jerez de La Frontera, mientras yo estaba en la capital del reino durante dos días, sin ropa que ponerme y sin cepillo de dientes, entre otros apechusques necesarios para la vida cotidiana.

Los autobuses urbanos van limpios, en el mejor de los casos el aire acondicionado les funciona, la frecuencia es aceptable, los motores cada vez contaminan menos, ya no vemos aquellos chorros de humo negro como carbonilla saliendo por el tubo de escape, pero en cambio, cuanto más modernos, menos asientos llevan, de tal manera que, al subirte, se produce una especie de subasta benéfica entre los pasajeros, para darte la oportunidad de sentarte, en la que entran en juego la edad del pasajero, la dama cargada de bolsas de la compra, o aquella embarazada que mira a su alrededor, solicitando la buena voluntad de alguien que se levante y le ceda el asiento. Esto se ha convertido en un asunto de buena voluntad entre ciudadanos, porque algunos se ocultan fijando la vista en su móvil, con los cascos puestos y, ya puedes estar con los últimos estertores de la muerte, que el adolescente incívico ni se inmuta, que haberlos, hailos.

¿DE DÓNDE VENIMOS?

Hasta que se inventaron los motores, teníamos asumido que para desplazarnos de un sitio a otro el único transporte era animal, preferentemente un caballo. Mulos y asnos también servían, pero los animales necesitaban de algunos cuidados durante el trayecto, si no queríamos que perecieran. Había que darles de beber, de comer y procurarles cierto descanso, por eso se inventaron las casas de postas. Lugares en mitad del camino, al inicio o en destino, donde se llevaban a cabo estos menesteres, incluido el herraje de las cabalgaduras, sin olvidar la alimentación y el reposo de sus jinetes. Sin ir más lejos, la afamada taberna de Puerta Real de mi amigo Enrique, a la que los granadinos llamamos “El Elefante”, fue en siglos pasados una casa de postas, de donde partían correos y viajeros para el resto de la provincia.

Después llegaron las diligencias, esos coches de caballos, con dos cocheros, que se turnaban durante el viaje para no hacerlo tan largo, con un pescante que los separaba de los viajeros, dejándolos expuestos a todas las inclemencias climáticas, mientras en la berlina se protegían con cortinas. De lo que no podían protegerse era de los bandoleros, que dominaban el trazado de las diligencias y asaltaban a los viajeros dejándolos con lo puesto, que a veces eran los paños menores. Viajar en esa época era siempre una aventura que, algunos, llevaron a la literatura con éxito y a los incipientes diarios.

A MOTOR

Con la construcción del primer automóvil, el invento también llegó con el tiempo al transporte colectivo. Las primeras camionetas a motor transportaban criaturas humanas, junto a animales, baúles y paquetes de todas clases. Y, además, se aprovechaba todo el espacio, incluido el techo exterior, donde lo mismo se ataban bártulos de todas clases, que se acondicionaban unos bancos para los pasajeros que llegaban tarde o cuyo billete era más barato que el asiento en el interior.

Al pasar de los años, eso de transportar algo o, alguien en el techo afortunadamente se prohibió. Se instalaron ceniceros en los respaldos de los asientos, para que nadie tirara las colillas por ventanilla, como síntoma de modernidad. Los pipos ya no iban atados con cuerdas en el exterior, tan sólo se permitían las maletas fuera de la cabina, atadas convenientemente a la baca.

Los autobuses de hoy, comparados con aquellas tartanas son como una nave espacial. Mis abuelos jamás hubieran imaginado que, en un futuro, viajaríamos en un autobús con cristales tintados para evitar el sol, aire acondicionado, luz para poder leer durante el trayecto sin molestar a nadie, un WC, pequeño bar y, ya el colmo de los colmos, una televisión donde ver una película mientras viajas, además de hacer el trayecto en el mismo tiempo, chispa más o menos, de lo que lo hace un automóvil particular.

Dijo Carlos Cano que… “Granada vive en si misma tan prisionera, que solo tiene salida por las estrellas”. Y eso es lo que le pasa a nuestra tierra con el transporte público de trenes y aviones, que al menos, nos han dejado una salida más que razonable con el transporte en autobús que, hasta ahora, se está mostrando como el más fiable y con menor riesgo de sobresaltos, para no convertir un viaje de trabajo o placer, en una aventura en la que nadie te asegura -salvo algunos casos- que, todo vaya a salir como tú lo tenías previsto. Y, además, tanto el autobús urbano como el metro, te dejan en la puerta de la estación… de autobuses, claro.

 

 

 

 

 

domingo, 3 de agosto de 2025

 


PEDIR UN PASTEL PINTADO

 

Tito Ortiz.-

 

Decía mi abuelo, Rafael Rubio Carmelino, que su amigo el pintor inglés era todo un personaje, con el que poder charlar de cualquier cosa, porque su formación y experiencia mundana le hacían un gran conversador. De ahí que él lo visitara con frecuencia en su casa torreón junto a San Nicolás, aunque también solían verse en el Centro Artístico, Literario y Científico, o en la tertulia de la cafetería pastelería de López Mezquita, ya que el inglés era amigo también del pintor granadino, pero, sobre todo, de los exquisitos manjares que salían del obrador familiar, ya que se declaraba un degustador de pasteles irredento.

La condición de goloso empedernido del inglés era muy selecta, a tal punto que, en alguna ocasión, cuando mandaba a la sirvienta hasta la pastelería de Reyes Católicos, para que le subiera sus manjares preferidos, entre el acento guiri del pintor y las pocas luces de esta, acababa en casa con una bandeja de excelencias pasteleras, que no eran sus preferidas. Un asunto este que el pintor dio por zanjado, el día que, sobre una cartulina, le pintó con todo lujo de detalles el pastel de su preferencia. La buena mujer cuando llegó al mostrador enseñó la obra y, desde aquel día, ya no hubo más confusión con el pastel de don Jorge.

APPERLEY

El pintor inglés amigo de mi abuelo se llamaba, George Owen Wynne Apperley, había nacido en Inglaterra el mismo mes que Federico García Lorca, solo que catorce años antes, así que, dado que su obra perdura y Granada no lo olvida, su legado está ahí en nuestra memoria, porque Granada no puede olvidar a quienes la han engrandecido con su creación artística. Afín de cuentas, durante años fue un albaicinero más que dejó aquí, mujer y descendencia.

Pertenecía a una familia aristocrática galesa, quedando huérfano de padre a los seis años. Desde pequeño se sintió atraído por la pintura y a pesar de la oposición familiar, pudo matricularse en la Herkomer Academy e iniciar en ella sus estudios artísticos. Sus padres no consideraban la profesión de pintor adecuada para un Apperley y mientras su padrastro se mostraba partidario de que ingresara en el ejército, la madre deseaba que su hijo sintiera vocación religiosa. Sin embargo, su decisión de dedicarse a la pintura era firme y las presiones familiares no pudieron impedirlo. En 1907 se casó en secreto con Hilda Pope. La familia de la novia desaprobaba la unión y se trasladaron a Lugano (Suiza) para más tarde volver a Londres, donde permaneció unos años y tuvo dos hijos: Edward y Phyllis. En 1914, sin la compañía de su esposa, viajó por primera vez a España y en 1916 decidió emigrar estableciéndose en Madrid durante un año. En 1917 se afincó en Granada dónde conoció a Enriqueta Contreras, una niña gitana que, con catorce años de edad, se convirtió en su esposa, a la que retrató en numerosas ocasiones a lo largo de su vida.​ Fruto de esta unión tuvo otros dos hijos, Jorge y Enrique "Riki".

En 1918 se celebró una exposición con sus trabajos en Madrid que fue inaugurada por el rey Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia de Battenberg. A partir de entonces aumentó considerablemente su prestigio y consideración en el mundo artístico español. En Granada se relacionó con pintores locales como Francisco Soria Aedo, José María Rodríguez Acosta y López Mezquita, como ya apuntamos al principio, integrándose en la vida de la ciudad e interesándose por el mantenimiento de las tradiciones y el patrimonio histórico. De esta época datan numerosas escenas que plasman los paisajes y vistas de Granada.

MONUMENTO ESCONDIDO

Metro arriba o metro abajo, la calle de La Gloria es una arteria granadina, varias veces centenaria que enlaza la iglesia de San Pedro, en la carrera del Darro con la de san Juan de Los Reyes – antigua mezquita de Teybir o de los convertidos – donde fueron bautizados los primeros conversos tras la reconquista católica. Pues en esta calle de rancio abolengo, de paredes conventuales y refugio de abrasadores soles, allá por los años sesenta, derribose una propiedad, que dio espacio a una plazoleta, que aún hoy no tiene nombre, pero que bien mereciera ser denominada con el nombre de nuestro pintor inglés, que tanta gloria dio a esta ciudad con su obra y familia.

Aquí podemos contemplar su monumento en pedestal de la tierra. Un bronce de Mariano Bennlliure datado en 1944 que, pese a su corto tamaño, muestra en todo su esplendor a nuestro vecino Apperley en plena faena, con la mirada vuelta hacia la modelo o el paisaje. Por lo recóndita de la plaza y la tranquilidad que se respira, más pareciera un oratorio protegido por la verja que, una exaltación al artista, pero la belleza del entorno merece que el visitante entre en esta especie de intimidad, de cercanía, donde rendir homenaje a este aristócrata inglés, que recorrió el mundo, pero que eligió Granada como su hogar y fuente de inspiración.

Tras la proclamación de la II República Española, en 1933 se trasladó con su familia a Tánger (Marruecos) donde permaneció hasta su muerte ocurrida en 1960, aunque realizó frecuentes viajes a Granada, donde siempre conservó su vivienda. El venía de ascendencia noble y en España había sentido el favor de la monarquía, por lo que al proclamarse la república y, teniendo en cuenta que, nunca había disimulado entre propios y extraños sus ideas, esto le acarreó algunos incidentes de desaprensivos revolucionarios en su casa del mirador, lo que le obligó a tomar la decisión de marcharse, aunque su corazón siempre estuvo en el Albayzín.