COLUMNA SÍN BHÚO
COLUMNA SÍN BHÚO Tito Ortiz.- Pepe vivía en la calle Primavera, número 21, y en aquellos primeros años de la década de los setenta del siglo pasado, solía venirse al Centro Artístico donde yo dirigía los ensayos del grupo de teatro de Juventudes Musicales, porque al finalizar el trabajo, terminábamos en la taberna de “El Elefante”, donde las puertas se cerraban a las doce de la noche, pero no era hasta altas horas de la madrugada, cuando Enrique y Encarna, nos echaban a la calle, hartos de oír hablar de teatro pánico, Buero Vallejo, Lorca y Bertolt Brecht, éste último, cuando la intoxicación etílica había pasado por Franz Kafka y Carlos Marx. Entonces todo el grupo llegábamos a su piso, sacábamos de la caja de cartón de una estufa Afny un búho que alguien le había regalado, le dábamos de comer en la mano carne picada, un poquito de agua. Y con el balcón de la terraza abierto por la calor, y la ventana del ojo de patio haciendo corriente, poníamos en el tocadiscos el Long play de, Carlos Puebla y Los Tradicionales, y escuchábamos junto con la vecindad, la canción dedicada al Comandante Ché Guevara. El disco había venido oculto en el equipaje de un turista, junto con unas cintas de los discursos del asesinado cuatro años antes, que a continuación reproducíamos en un magnetofón de carrete abierto. Pero aquella noche iba a terminar con la irrupción de un protagonista no anunciado. Serían las cinco de la mañana cuando llamaron a la puerta insistentemente. Mientras Pepe paraba el magnetofón y le echaba unos cojines encima para ocultarlo, yo me fui a la puerta y abrí: Ante mí encontré a un señor de mediana edad, con un pijama a rayas de la época, un bigote negro como el rabo de un gato de los que dan mala suerte, un correaje negro a modo de bandolera, una pistola Star del nueve largo en la mano diestra y un tricornio acharolado en la cabeza. La escena era dantesca. Me apartó de un empujón y entró dando voces preguntando, donde estaba el rojo ese. Yo intuí que se refería a Pepe, pero lo tenía delante. Se trataba de un brigada de la Guardia Civil que vivía en el piso de arriba, y quería detener a toda costa al Ché Guevara, por lo que llevaba oyendo desde hacía un rato asomado a su balcón. A Pepe había pocas cosas que le asustaran. Asu padre lo habían fusilado los nacionales en las tapias del cementerio cuando él tenía nueve años, pero su lógica era tan aplastante, que casó en primeras nupcias con una mujer a la que los republicanos le habían matado al padre. Estamos empataos, decía él, con aquel sentido del humor que nunca lo abandonó. Se buscó las habichuelas como administrativo de la fábrica azucarera y se escoró a la poesía, hasta que próxima la transición, militó en el Partido Socialista Popular del profesor Tierno Galván. De sus años de senador socialista, queda recuerdo imborrable de sus famosas quintillas, dedicadas a sus señorías con el cariño y la sensatez de un hombre bueno, que supo cultivar la amistad como pocos, alrededor siempre de un vaso de vino, que es donde mejor se conoce a la gente. Sería injusto que Pepe García Ladrón de Guevara, pasara a la historia por su magnífico libro dedicado a la malafollá granaína, pues su trabajo como poeta necesita una revisión urgente, para hacer emerger su importancia, que él regateó a su obra, y con la que fue pionero, auténtica avanzadilla en revistas y publicaciones durante la dictadura. De ahí su famosa frase cuando hablaba de los intelectuales que se habían exiliado cuando la victoria de Franco. Argumentaba, desde el respeto a todos, que el exilio había sido muy duro para ellos, sin duda, pero que, los que de verdad habían tenido mérito, eran los que habían decidido quedarse para luchar desde dentro, y de esos, nadie se acordó cuando llegó la transición política y fueron regresando en olor de multitudes los primeros. Pero nunca se sintió postergado ni infravalorado. Del ego que corresponde a todo creador artístico, él solo cogía la parte absolutamente necesaria, para vivir dignamente, dando todo un ejemplo de cordura y sencillez, difícil de encontrar en otros. Querido pepe, hoy brindo por ti más solo que nunca. Espérame todo lo que te sea posible… pero tampoco aguantes tanto. Esto está “paqueledenporculo”.
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