A MÍ MAESTRO
Tito Ortiz.-
Obediente y leal desde la cuna, como bravo iliberitano me precio, y por lo tanto, acaté en su momento el mandato que me hiciera mi maestro, Tico Medina, y desde entonces, no cejo en el empeño de vigilar de cerca y de continuo el barrio de mi nacimiento, donde moraron cuatro culturas y vivieron los constructores de La Alhambra. En cristiano, para entendernos, hablo del Albayzín. Un barrio que por sí sólo, ya mereció el honor de ser ciudad en su momento, y una ciudad amurallada, con más galones que el centro urbano actual capitalino. El Albayzín, es tierra de granadinos memorables, de tiempos inmemoriales, de gestas y batallas, y a la vez, remanso para el espíritu, música para el alma, con cármenes que han sido vergeles creativos para las artes de, los sotos de rojas y josés de moras, entre otros muchos. Si el Albayzín no existiera habría que inventarlo. Por éste barrio flamenco dijo Rafael Gómez Montero que, el niño Jesús corriendo al pilla pilla, aprendió a ver las cruces, ante la cruz de La Ráuda. En éste barrio patrimonio de la Humanidad – que de nada le sirve – y abandonado por las instituciones, los leales a la república, apostaron los cañones de la fábrica de pólvoras del Fargue, para defender con su vida la libertad de Granada. Pues éste mi barrio, bandera y estandarte del que presumen las autoridades de cara al exterior, cantado desde Frasquito Yerbagüena a Luís Mariano, éste es el barrio más abandonado de Granada y sus contornos.
Las calles del Albayzín que fueron santo y seña de Granada, por su empedrado artesanal heredado de siglos, sus calles ahora son un muestrario multicolor del mal gusto y peor conservación. La limpieza de sus calles, una asignatura pendiente. La ruindad de casas y tapias, en unos caso el paraíso de los ocupas y en otros el peligro de que al pasar salgas mal herido. Y hablando de mal heridos, lo de la seguridad ciudadana es de juzgado de guardia. Un barrio que hasta tuvo cuartel de la Guardia Civil en las cuatro esquinas, a las órdenes – durante mi niñez – del sargento Colomera, y que posteriormente albergó comisaría de policía nacional, saliendo del Arco de Las Pesas a la derecha, frente a la tapia del Carmen de Rodríguez Acosta, pasa por ser en estos momentos una de las zonas más peligrosas de la provincia, para aquellos inocentes que quieran disfrutar de sus calles, su paisaje y su historia. Los pregones de los puestos de berza en la Plaza Larga, deberían estudiarse en los colegios para que no se pierda nuestro acervo cultural. Un vino en Casa Turcuato, o un café en El Pasteles, forman parte de una manera de vivir, y una forma de ser irrepetibles, que deberían conservarse a toda costa, pero para eso hay que repoblar el Albayzín con todos los albaycineros que faltamos repartidos por el extrarradio, porque nuestro barrio universal tiene gente de todo el mundo, y eso es bueno, pero faltamos los paisanos de toda la vida. Maestro, me quedo en el huerto del Carlos, escuchando a las monjas cantar.