domingo, 27 de julio de 2025

 


UNA DEUDA SIN SALDAR

In memoriam Paco Carrasco.

 

Tito Ortiz.-

 

En aquella semana santa “pobretica” de mediados de los setenta del siglo pasado, en la que ya no salían a la calle hermandades como Los Escolapios o Los Ferroviarios, o la de Los Gitanos tenía que hacerlo de un garaje en la placeta de Cuchilleros, porque no había iglesia que la acogiera, la cosa estaba tan mal, que el Consejo de Hermandades sevillano, abrió una cuenta corriente en una sucursal bancaria de la calle Sierpes, con el fin de impedir que la semana santa de Granada desapareciera.

Varias eran las circunstancias que nos habían llevado hasta ese límite. De un lado, las juntas de gobierno inexistentes, cuyos hermanos mayores se eternizaban en el cargo, sin dar paso a la juventud que aburrida desertaba de las filas. De otro, el chantaje al que los costaleros profesionales sometían a las cofradías, dejando los pasos arriados en mitad del recorrido si no se les suplementaba el sueldo acordado, y, además, se les entregaba en el acto, dos cartones de tabaco y una damajuana de arroba con vino. De ahí que no fuera extraño que pasos como La Santa Cena, El Huerto de Los Olivos, La Cañilla y algunos más, salieran aún con ruedas, para abaratar costes y evitar el problema de los costaleros.

Los cortejos estaban cada vez más menguados, algunos pasos se iluminaban con bombillas a baterías bajo la mesa escondidas, la cuota de hermanos era pírrica, no se pagaba papeleta de sitio, los morosos eran tantos y tan reticentes, que los propios hermanos tenían que hacer de cobradores por las casas. La iglesia instituida no nos dejaba entrar a la Catedral, obligándonos a incumplir nuestros estatutos que hablan de hacer estación de penitencia en su interior, muchos granadinos se iban de vacaciones en semana santa, el turismo no venía y la colaboración de la hostelería era insultante. Recuerdo un año, ya entrada la década de los ochenta, iba yo acompañando a un grupo de mujeres de la hermandad, que cada año mendigaban la colaboración de bares, restaurantes y hoteles, para sufragar los gastos de las hermandades y, cual no sería mi sorpresa, cuando entramos a un hotel del centro, que todos los años ponía el cartel de “Completo” por la semana santa y el rumboso de su director, con mucho boato nos dio un billete de cinco pesetas, exigiendo que le pusiéramos en la puerta la pegatina de que había colaborado con la semana santa. Esa era la Granada de entonces.

LLEGA EL CAMBIO

El entonces presidente de la Cámara de Comercio, Luís Curiel, se brindó a presidir una reunión entre la federación de cofradías, la de hostelería, la de comercio, ayuntamiento y diputación, de la que saliera un acuerdo para dotar cada año de una subvención lógica de acuerdo con los tiempos a las hermandades, para que no tuvieran que mendigar por los establecimientos y, todavía está esperando que se sienten a la mesa los no cofrades.

Pero un puñado de valientes, capitaneados por Curro Andrés en la primavera de 1977consiguen poner en pie un proyecto que muchos tildaron de locura entonces, fundar una nueva hermandad que sirviera como revulsivo a las ya existentes y, así nació la de Nuestro Padre Jesús del Amor y La Entrega y María Santísima de la Concepción. Eso unido a la aparición del cofrade costalero, levantó tantas ilusiones, que incluso se pudieron recuperar hermandades que ya no salían. El Compadre se encargó de Los Escolapios y Antonio Méndez de los Ferroviarios.

Los costaleros adscritos a la hermandad hicieron posible una estación de penitencia sin sobresaltos ni chantajes. Algunas cuadrillas fueron autodidactas, otras muchas contaron con el asesoramiento de expertos capataces como Pepe Barrales, Antonio Sánchez Osuna, José Carranza, Pepe Carvajal, Mario Jorge, Paco Carrasco y “Chico” Ibáñez, entre otros. Se les fueron quitando las ruedas a los pasos, los varales externos al Vía Crucis y Los Gitanos y, algo impensable en aquellos años pretéritos, por fin llegaron las mujeres a la trabajadera y logramos entrar a la Catedral gracias al hoy cardenal, Antonio Cañizares. Paco Carrasco fue uno de esos pioneros, que abanderó la nueva semana santa, desde el primer día.

AL MÁS ALTO NIVEL

La semana santa que hoy disfrutamos, es el resultado del esfuerzo y el tesón de cientos de hombres y mujeres que, en tiempos tan difíciles, tuvieron el arrojo y el valor desinteresado de apostar por nuestra semana de pasión sin complejos ante ninguna otra. Lo que Granada pone en la calle durante ocho días, es el resultado de la entrega sin límites de hombres y mujeres que, lo dan todo por nuestra tradición religiosa, desde el desinterés más absoluto, para gloria de nuestros titulares y la ciudad que los alberga. Paco era uno de los nuestros.

Tenemos cuadrillas de costaleros/as con númerus clausus, las filas de nazarenos están cada vez más pobladas, obligando a las hermandades a aumentar la confección de hábitos nazarenos, la asistencia a los cultos de las hermandades ha pasado de no existir a satisfactoria, al igual que las actividades de las cofradías durante todo el año y el funcionamiento de la bolsa de caridad. Ya no es solo lo que ponemos en la calle que, está al más alto nivel, sino que la vida interna de las hermandades se produce durante todo el año, implicando a familias enteras que aportan toda su fe y tiempo libre para engrandecer nuestra semana santa, en cualquier puesto de la organización de la hermandad, habiendo conseguido implicar de manera brillante a una juventud deseosa de pertenecer al colectivo cofrade y aportar sus conocimientos.

En este año en que La Real Federación de Hermandades y Cofradías cumple sus primeros cien años de existencia, se me antoja que sería el momento oportuno, para que instituciones públicas y privadas de la mano, con el máximo organismo cofrade, y la sociedad granadina al completo, le rindieran homenaje de reconocimiento a, aquellos hombres y mujeres que en la mitad de los años setenta del siglo pasado, pusieron los cimientos para tener esta hermosa semana santa que hoy disfrutamos, gracias-entre otros- a Paco Carrasco.

 

 

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