lunes, 30 de marzo de 2015
QUIEN HIZO DEL FLAMENCO, POESÍA
QUIÉN HIZO DEL FLAMENCO POESÍA
Tito Ortiz.-
Un arte tan inmóvil hasta entonces, necesitaba de Morente para ser refrescado y puesto al día. Reconducido a los cánones culturales de lo exótico, actualizando la visión rancia del romanticismo, que lo enjuiciaba aún como algo distinto y raro, cultivado en una extracción social lindante con la ley. Enrique Morente abrió las puertas de lo hondo de par en par, lo metió no sólo en el pentagrama, sino en todas las músicas, y lo ofreció a distintas culturas, que inmediatamente lo acogieron, como el arte genuino que es, por encima de todas las cosas, y que hasta que llegó el genio albaicinero, no había podido desarrollarse en toda su expansión, debido a la guardia pretoriana de flamencólogos incultos, que a su falta de formación, añadían el miedo de que el arte gitano andaluz se les fuera de las manos, al ser conocido y cultivado por personas de mayor educación y cultura. Fue Morente el que rompió esas cadenas, logrando introducir al flamenco, en las alcobas creativas de todas las artes, para lograr una dimensión que lo proyectara a todo el mundo, como así fue. Existe un antes y un después del arte flamenco, tras la irrupción de Enrique Morente, y el consiguiente tuteo de éste con creativos no sólo musicales de todas las especies, sino de la danza, las artes plásticas, el diseño y la poesía. A partir de la divulgación morentiana, el resto de las artes se dejan impregnar de los quejíos, y comienza a aparecer un tipo de arte tuneado por el flamenco, cuyas expresiones estéticas son tan diversas, como disciplinas artísticas existen. Fue Morente un visionario que pronto atisbó en el horizonte, un lugar para el flamenco, que maridaba perfectamente con cualquier otro arte, enriqueciéndolo y agrandándolo. En el cine con Carlos Saura, en la fotografía, mi compañero, y amigo Paco Sánchez, en la pintura con Jesús Conde, en el baile Israel Galván, en la danza con Víctor Ullate (padre), en la vanguardia musical con Lagartija Nik, en la literatura, con Luís Rosales y Félix Grande, en la televisión con José Sánchez-Montes, y así podríamos seguir relatando, las distintas artes y disciplinas estéticas, en las que Morente ha tenido una clara influencia personal, o el flamenco ha entrado, gracias a la concepción aperturista, que de lo hondo tenía el genio granadino.
Desde el primero de sus discos, un año antes de que Massiel ganara el festival de Eurovisión, Enrique Morente inicia un camino que sería seguido después por otros cantaores. Incluye poemas de los grandes maestros, a los que pone música, y gracias a sus conocimientos musicales, los adapta con una perfección que ningún otro cantaor ha logrado hasta ahora. El de la Cuesta de san Gregorio, tampoco se conforma con abordar lo fácil y a mano, que bien podría ser la obra de quién mejor se acercó al flamenco, como su paisano, Federico García Lorca, sino que se atreve con los más alejados al arte gitano andaluz, pero que en su voz, suenan enjundiosos hasta los tuétanos. Es el caso de – por ejemplo – San Juan de La Cruz, el fraile que en el Carmen de Los Mártires de Granada, bajo la sombra de un cedro que aún se conserva, escribe a La Noche Oscura del Alma. Una noche que en la voz de Enrique, se vuelve día reluciente y raso, que inexplicablemente es acompañado por la luna y las estrellas. Los hermanos Machado, pasaron por las cuerdas vocales de Morente, con los ecos profundos del pozo más grande de las penas. Y el Miguel Hernández más desgarrado, el Lope de Vega más audaz, o el Alberti más marinero. Hasta la llegada de Morente, el flamenco se había surtido de letras populares, algunas ya rancias y otras apolilladas. Él, recoge el testigo de los cantautores más universales del momento, coge el tren de sus contemporáneos, y abraza a los grandes poetas, proyectándolos en un entorno musical jamás explorado, por ese falso concepto intelectualoide, de que el flamenco era excesivamente popular, como para emparentarlo con la poesía consagrada de todos los tiempos. Enrique une esos dos universos hasta entonces separados, y lo hace con la sutileza y sensibilidad artística, de quién borda en bastidor de filigrana orfebre, las bases de un arte para las nuevas generaciones. Y de ésta forma quedan para la historia los sonidos del poeta, Al-Mutamid, engarzados con oro y marfil, en los labios de un creador sin par, que se atrevió con los versos de, Bergamín, Hierro, Guillén o Pedro Garfias, entre otros. Morente enriquece los vetustos textos del flamenco, y lo hace nada más y nada menos, que con la poesía más rica que haya dado jamás éste país. Y al igual que su quejío es largo y armonioso, los poemas entrelazados con la prima y el bordón han quedado como muestra del buen hacer, de un enlace perfecto, entre mundos que vivieron de espaldas, hasta que Enrique les dio la vuelta y, los hizo mirarse cara a cara sin complejos, enriqueciendo un arte milenario. Poetas que murieron hace siglos, lo hicieron sin saber, que ya desde entonces eran deudores, de un genio creador que se desarrolló en el flamenco, pero que lo mismo lo podía haber hecho en el Renacimiento con, Miguel Ángel, o en la Grecia antigua con Homero, ocho siglos antes de Cristo. Morente tenía sus genes creadores a disposición de la humanidad, y de su resultado, sabremos en los siglos venideros.
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