domingo, 6 de agosto de 2017
EL PAPA LLEGA EN AUTOBÚS
EL PAPA LLEGA EN AUTOBÚS
En la tierra de la malafollá, hasta el papamóvil se escacharra
Tito Ortiz.-
Nunca un Papa había visitado Granada, por lo tanto, el acontecimiento era de total magnitud. La ciudad iba a ser por unas horas, el hogar del hombre de Cristo en la tierra, y todo tenía que prepararse hasta el último detalle, incluidas las previsiones de un quirófano libre en el Clínico, por lo que pudiera pasar, sobre todo teniendo en cuenta que Juan Pablo II, era el Papa contra el que más se quiso atentar en toda la historia de la cristiandad, y algún cabestro lo consiguió, como el turco, Alí Agca, de cuyas heridas llegaba su santidad convaleciente, hasta el punto de que debajo del altar que se montó en el “polígamo”, para que Karol Wojtyla oficiara la eucaristía, según me confesó mi amigo, el doctor Martínez Zaldívar, inventor de las urgencias en Granada, se había dispuesto una sala esterilizada, para cambiarle al Papa, la bolsa de su colostomía, sin que apenas los fieles lo echaran de menos, al bajar de un altar flanqueado por La Soledad, de Mora. Hasta el lo conduce el arzobispo de Granada, Don José Méndez Asensio, que me vetó como pregonero de la semana santa, por no estar casado por la iglesia, y que le hace que repare en una representación muy especial de la Virgen de Jasna Gora, Patrona de Polonia.
TODO ES POSIBLE EN GRANADA
Antes, en el recorrido desde el aeropuerto hasta la Basílica de las Angustias, próximo al cruce de El Jau, una pancarta decía: “Juan Pablo, para a 200 metros y bendícenos”. Y, en efecto, el coche aminoró la marcha y bendijo a los lugareños que habían salido en masa a la carretera. Al llegar a La Chana, bendijo a algunos enfermos psíquicos que se hallaban a la puerta del Hospital de la Virgen. La masa de personas era inmensa en la zona. Allí el coche tuvo un problema y tuvo que parar. Dicen que era tal la cantidad de papelillos blancos que se arrojaban a su paso, que éstos obstruyeron el ventilador del radiador, y quedó inservible para el momento. Sé de buena tinta, que un vecino del barrio, niño entonces preadolescente, llamado Francisco Cuenca, no tuvo nada que ver. A lo que vamos. En vez de utilizar otro coche, prefirió el Papa subir al autobús de “Alsina”, en el que iban los obispos y autoridades, sentándose en el asiento del cobrador, para que así los fieles pudieran verle. En el recorrido hasta la basílica de nuestra Patrona, unas doscientas mil personas, se dejaron los ojos buscando el papamóvil, sin sospechar que el Papa pasaba ante ellos en el autobús, como acompañante del conductor, al que por cierto su santidad, le regaló un rosario, cuando lo dejó sano y salvo, ante La Virgen de Las Angustias.
EL ASIENTO
Ni un minuto tardaron los de las Graells, en arrancar el asiento y considerarlo desde entonces como una pieza de museo, bendecida por las posaderas del sumo pontífice, asunto éste que caló muy dentro de la población, que nunca en su vida había visto un Papa, más que en el NoDo, y menos que recorriera las calles de la ciudad de la Alhambra, en autobús como cualquier mortal.
Más de setecientas mil personas esperaban en el “polígamo” junto al altar referido, para escuchar al hombre de Dios en la tierra, en una especie de desierto preparado al efecto, y en el que se habían instalado unas cabinas telefónicas que funcionaban con pesetas. Y hasta una de ellas me dirigí cuando el Papa comenzó su alocución, tras la bienvenida de Méndez Asensio, que protagonizó una de las intervenciones más brillantes de la historia. Con mi bolsillo lleno de pesetas y duros, comencé a relatar en directo con la puerta de la cabina abierta y sujeta por mi pie para escuchar los altavoces, la presencia primera de un Papa en Granada. De ésta manera, los oyentes en toda España de Radio 80, “la radio, radio”, pudieron asistir a través de tan magnífica unidad móvil, al hecho histórico de la visita papal a nuestra ciudad. Luís Ángel de La Viuda, director general de la nueva cadena de emisoras, me envió por fax al día siguiente, una emotiva felicitación por el trabajo realizado, aunque nunca me fue reintegrado el montante económico, de las muchas monedas empleadas en la transmisión, ni los oyentes se quejaron del ruido que periódicamente hacían las monedas al caer. París, bien vale una misa.
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