martes, 28 de agosto de 2018

TAL DÍA COMO HOY

TAL DÍA COMO HOY Tito Ortiz.- Recién estrenada la década de los ochenta del siglo pasado, bajaba Reyes Católicos con mi padre, hablando de toros como siempre, cuando vi que se desviaba en ángulo por la acera, a la altura de López Mezquita, para saludar a alguien, mientras me decía: Te voy a presentar a un amigo que pasará a la historia. Se estrecharon las manos, me presentó y, orientamos nuestros pasos a la cafetería “ La Crema” en la calle Estribo, frente al Restaurante Sevilla de mi amigo Juan Luís Álvarez, cuya historia tiene tanto que ver con el mundo de los toros. Y a eso voy, porque tal día como hoy, hace setenta y un años, en la Plaza de toros de Linares, Islero, de la ganadería de Mihura, acabó con la vida del torero que aún hoy no ha sido superado. Se llamaba Manuel Rodríguez Sánchez, y el mundo lo conoce para la historia como, Manolete. Pues aquel día 28 de Agosto de 1947, el hombre que acababa de presentarme mi padre, mientras el bueno de Manolo, nos servía unos refrescos, comenzó a contarme una historia que entonces pocos conocían. Tenía ante mí a un amigo de Manolete, pero a uno de esos que se hacen para toda la vida, porque cuando se comparte trinchera, ese lazo es para los restos, y ellos lo habían hecho en el frente, concretamente en, El Carpio. Me lo contaba un hombre, con poco pelo blanco, estrecho bigote canoso y traje oscuro con corbata, de hablar contundente y persuasivo. Era Juan Sánchez Calle, que la tarde de la tragedia en Linares, era cabo de la Policía Armada, y estaba de servicio en el callejón de la plaza. Antes del paseíllo, había tenido la oportunidad de hacerse una foto con su compañero de armas en la contienda del 36, y nada hacía sospechar lo que ocurriría en menos de dos horas. Cuando Islero le da la cornada mortal a Manolete, aquel hombre que me contaba con emoción contenida todos los detalles de la tarde, fue corriendo a la enfermería siguiendo el reguero de sangre que dejaba el torero y temiéndose lo peor, antes de que los médicos alarmados comenzaran a gritar pidiendo sangre, para trasfundir al Califa del toreo, Juan ya se había quitado el correaje y la guerrera, gritando que la suya era del grupo universal, así que le pusieron una camilla junto a la de Manolete y comenzaron a meterle su sangre al torero, directamente de un brazo a otro. Le sacaron casi medio litro, y don Álvaro Domecq le preguntó, si en caso necesario podía donar más, a lo que el amigo de mi padre y ahora ya, también mío, contestó que sin dudar. De esta manera, la primera sangre que recibió Manolete tras la mortal cogida, era de aquel hombre que ahora tenía ante mí, y cuya historia contaría algún día. Ese día es hoy. La pena fue, que aquel gesto que hubiera bastado para salvar la vida del torero, por una serie de circunstancias concatenadas hacia el infortunio, incluida la administración a Manolete, de un plasma caducado sobrante de la segunda guerra mundial, no hicieron más que allanar el terreno para que la parca, a eso de las cinco y siete minutos del día 29 de agosto de 1947, entrara por aquella habitación del Hospital linarense, para llevarse al torero a lo más alto de la historia y de la gloria. Fue un honor conocer al primer hombre que dio su sangre para salvar a Manolete, y me lo contó junto a la Capilla Real, tal día como hoy.

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