AL NATURAL
Tito Ortiz.-
Siempre me ha llamado la atención, el maridaje perfecto que a lo largo de la historia han protagonizado el ejercicio de dos artes: La Tauromaquia y el Cante, o el Toreo y la Copla. Nací en una familia en la que se hablaba con total naturalidad, de la buena pareja que siempre hicieron, el torero, Antonio Márquez y doña Concha Piquer. Viví la boda de, Paquirri e Isabel Pantoja, y como pueden comprender, no me perdí la de Ortega Cano y Rocío Jurado. Una noche, en la granadina “Posada del Duende”, con motivo de entregarle un trofeo taurino a José Ortega Cano, le escuché a Rocío Jurado, -a los postres de la cena-, la copla de amor más hermosa, dirigida a un torero. Cuando yo escuchaba a Sara Montiel cantar, “El Relicario” la emoción me atenazaba la garganta. Pero cuando doña Juana Reina interpretaba como nadie, “Madrina” yo lloraba con desconsuelo. No me avergüenza confesarlo, cuando en mi vida se juntan, el flamenco, la copla y los toros, yo barbeo las tablas esperando la puntilla, ante las historias de amor más desgarradoras y trágicas, merecedoras del argumento de la mejor ópera de Giuseppe Verdi o Giacomo Puccini. La fiesta nacional, junto a la copla y el flamenco, son las historias más auténticas donde, el arte y la pasión, elevan a la categoría de universal, el amor y las vivencias del ser humano.
SON DE LOS NUESTROS
Yo recuerdo haber visto al matador malagueño, Javier Conde, entrenando y toreando de salón, mientras escuchaba a Camarón. Pasado un tiempo, y por razones obvias, lo hacía con Enrique Morente. Y no es este el único ejemplo de como maridan estupendamente, el flamenco y los toros. El matador granadino, Pedro Pérez “Chicote”, casó con la cantaora, Marina Heredia, y antes de eso, el cantaor, Antonio Trinidad, ya había grabado en uno de sus discos, unos cantes dedicados al arte de este torero. Es tal la influencia del flamenco en la creación artística, que ha llegado a pellizcar a artistas de muy diversas actividades. El malagueño Pablo Ruiz Picasso, tuvo los toros tan presentes en su creación artística, que hasta en el mismísimo “Guernica” hay un toro. El músico Joaquín Turina, compuso inspirada en el toreo, una de sus obras más reconocidas que lleva por título, “La Oración del Torero”. La nómina de autores de pasodobles toreros, excedería el espacio concedido a este artículo. El Mundo de la ópera, el ballet y tantas disciplinas artísticas, están plagados de la influencia de los toros, y no digamos nada de la literatura, el cine o la poesía. Pero esto no es algo que haya surgido en el siglo XX, el flamenco y los toros casaron hace ya siglos. Más cercano a nuestros días, aunque en el siglo pasado, el gran guitarrista, Manolo Sanlúcar sacó a la luz su obra embrujadora, "Tauromagia", poniendo la guitarra al servicio del toreo. Lo mismo hizo más tarde, Vicente Amigo, en su disco "Vivencias Imaginadas" inicia su relación con los artistas de los ruedos, comienza a dedicar temas a sus amigos toreros; en este álbum dedica a “Finto de Córdoba” unos tanguillos llamados Blanco y Oro, en el disco, "Un Momento en el Sonido" proclama su pasión por el quehacer artístico del diestro de Galapagar, José Tomás con unas bulerías bautizadas como "Campo de la Verdad" que inician de manera reposada, casi inmóvil como un pase por alto de Tomás, repitiendo la suerte sin enmendar un ápice y poco a poco van tomando fuerza y las notas se manifiestan apasionadas y entregadas como suelen ser las faenas y el toreo pleno de Tomás; Según asegura, Alejandro Arredondo.
TÍO JOSÉ “ EL GRANAÍNO”
Pero a veces, las artes se juntan en la misma persona, y eso ya es el acabose. Este nombre artístico corresponde a Juan José Jiménez Ramos, torero y cantaor, que pasó su vida entre el toreo y el flamenco. Su vida transcurrió durante el siglo XIX. Respecto al lugar de nacimiento hay dos teorías: una la que sostienen los granadinos, que basados en su sobrenombre y en el dato biográfico que aporta José María de Cossío, en su obra “Los Toros”, lo hacen natural de Granada, (Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco”, Tomo I, pág. 343. Madrid, 1988). Gran intérprete de cantiñas, sobre todo, según afirmaba el desaparecido estudioso del flamenco, Alfredo Arrebola, quién dice además que, el reconocido y admirado cantaor, Aurelio de Cádiz (1887 – 1974), quien en su juventud quiso ser torero, con el nombre de “El Gaditano”, afirmaba que era de Cádiz, y muy conocido en el barrio de Santa María. Acerca de su apodo- “El Granaíno” -, parece que fue motivado a que una vez retirado de sus faenas toreras se buscaba la vida vendiendo frutas y granadas, no tiene esto mucha razón de ser, ya que lo usó en su trayectoria taurina. La tradición, tanto escrita como oral, le ha atribuído la difusión de, diversos cantes de Cádiz y los Puertos: Mirabrá, Caracoles, Romeras e incluso los curiosos “torrijos” del Granaíno, citados por el escritor costumbrista José Navarrete. Demófilo (Antonio Machado y Álvarez, 1846 – 1893) en su obra “El folklore andaluz” – octubre de 1882 – recoge precisamente las romeras del Granaíno, conforme a la “Edición conmemorativa del Centenario” (1981), que dieron a la luz pública los afamados flamencólogos José Blas Vega y Eugenio Cobo. En fin, de lo que no cabe duda es de que, el flamenco, la copla y y el toreo, parece ser que desde sus inicios conviven en una armónica montaña de sentires y sensaciones, donde la pasión y el arte son indisolubles.
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