sábado, 1 de agosto de 2015

LA TABERNA DE " EL POLINARIO "

VERANO EN SEPIA El Polinario Tito Ortiz- El verano en Granada siempre ha sido severo durante el día, y llevadero durante la tarde noche. Los patios y cármenes de la ciudad de la Alhambra, han permitido a lo largo de la historia, gracias a su vegetación y a la presencia del agua, sobrellevar los rigores de las temperaturas, diferenciándonos de provincias hermanas, con las que durante el día compartimos los cuarenta grados, pero mientras ellas no se enfrían por la noche, nosotros tenemos que recurrir a la rebeca, por lo que somos envidiados. Los patios de vecinos, han sido a lo largo de los años, la tertulia veraniega con licencia a prolongarla, hasta que llega la fresquita, y lugares con derecho a brisa trás la puesta del sol, han sido codiciados por muchos, ya fueran públicos o privados. Una taberna en la Alhambra Antonio Barrios, "El Polinario", regentaba a principios del siglo pasado, un lugar de esos que ahora se llamarían, con encanto: En la mismísima calle Real, junto al Palacio de Carlos V, éste hombre de recia voz, acompañado de su guitarra, cordialidad, simpatía y cultura, se sale del arquetipo tabernero de la época, propiciando enderredor, la frecuente visita de lo más granado de la cultura y las artes del momento. En el patio de la taberna del polinario, junto a las parras que en cada esquina crecen, no por el preciado fruto de la uva, sino por la sombra que proporcionan sus ramas, entretejidas en el emparrillado de alambre, repartidos por igual en sillas de anea o mecedoras de cretona, se reparten los contertulios al frescor de la caída de la tarde, ante un tinto con sifón o un porrón que se mantiene frío, metido en el pilarillo que mana agua de la acequia alhambreña. A la sombra, pende de un gancho un botijo de barro "colorao", que mantiene el agua como la nieve. Cante y guitarra en el aire de la noche alhambreña, al aroma del galán de noche, que brota serpenteante de una maceta de Fajaluza. El perfume embriaga unido a la música y la voz, hasta el punto de que ya nadie se acuerda del día de calor que han pasado. Ilustres visitantes y contertulios Antonio, cuando el patio de su taberna ya tiene un manto de estrellas de plata, pasa el instrumento a si hijo, Ángel Barrios, que ya tiene en la cabeza el tema central de, La Lola se va a Los Puertos, y cuando él acaricia la guitarra, el corro se hace más estrecho, los invitados se arraciman junto al compositor, al que por edad están más próximos.Mientras Rusiñol,Sorolla y Zuloaga, hablaban de pintura con El Polinario, Soriano Lapresa, Melchor Fernández Almagro y los hermanos García Lorca charlaban con su hijo, Ángel, de cante y poesía. Fué en éte patio de la Taberna El Polinario, donde surgió la idea de celebrar en Granada, nada menos que el primer concurso mundial de cante flamenco, y lo hicieron ellos, junto a un nutrido grupo de amigos, habituales de la enjundia del lugar. En éste patio surgieron los eventos culturales de mayor esplendor, gracias a las tertulias en sus noches de verano.Se hicieron primeras lecturas de poemas, se escucharon partituras inéditas, se organizaron magnas exposiciones, y se recibieron con boato y cercanía, a los más ilustres visitantes del conjunto monumental. El cochero hasta la puerta Cada cierto tiempo, se escuchan llegar hasta la puerta, los cascos protegidos por gomas para que no rebale por las cuestas, del caballo del coche del punto. Su zancada cansina por la pendiente y posterior relincho, indica que un nuevo visitante se une a la tertulia, y lo ha querido hacer, paseando en coche descubierto por los bosques alhambreños. Se trata de Manuel Jofré, que va dando forma a las bases del concurso de cante, Manuel Ángeles Ortiz, hace bocetos en una libreta de lo que será el cartel oficial, Federico ya tiene muy avanzada su conferencia sobre el cante jondo, que impartirá como prólogo, en el Centro Artístico Literario y Científico, y todo ocurre en el patio del Polinario, con el sonido del chorro de agua de la fuente como fondo, el piar de los vencejos, el reiterativo sonido de los abanicos, y el perfume de los don pedros que cuelgan de la pared encalada. Sobre viejas mesas de tijera, se escriben sinfonías en papel pautado, poemas y romanceros en libretas de bolsillo, mientras la guitarra y el cante ponen la banda sonora a la noche de verano en Granada. El Trío Iberia El patio veraniego de la taberna El Polinario, en el corazón de la Alhambra, fue el auditorio habitual en el que Ángel Barrios, (guitarra) Cándido Bezunartea, (laúd) y Ricardo Devalque, (bandurria), ensayaban habitualmente las obras a interpretar juntos, como el acreditado "Trío Iberia". Ésta formación granadina, se especializó en la interpretación de música española, llegando a tal grado de perfección, que ya fueran obras suyas, de otros autores, o transcripciones de partituras para otros instrumentos, su clamoroso éxito les hizo visitar gran parte de Europa, logrando un rotundo reconocimiento sobre todo, en Londres y París. Precisamente en ésta última ciudad, los escuchó Isaac Albéniz, y de su admiración por el trío granadino, surgió una amistad que duraría hasta el final de sus días. Llegando incluso el afamado compositor a pasar largas temporadas con la familia Barrios, incluso viviendo en el edificio anexo a La Puerta del Vino. De ahí que Albéniz, fuera también un ilustre huésped de la taberna, y disfrutador de su patio, en interminables tertulias de noches al fresquito granadino. El Trío Iberia, de alguna manera, sería con el tiempo el inspirador del no menos afamado,Trío Albéniz, del maestro Recuerda.

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