martes, 3 de enero de 2017
ADIÓS A LA VIDA
ADIÓS A LA VIDA
Tito Ortiz.-
El otro día, leyendo en la página vecina a mí venerado, admirado, y respetado académico y amigo, Arcadio Ortega, tuve en algún momento la sensación de que estaba entonando el Adiós a la Vida, o al menos, se aproximaba al concepto, en un bello introito. Arcadio siempre ha ido muy por delante de mí en todo. Su visión de la vida y de las cosas, me la dejaba patente cada mañana, al abrigo de media tostada con aceite y una manchada, cuando ambos teníamos despacho en el edificio de La Pirámide, a dos plantas de distancia. El repaso a la vida matinal y diario durante aquellos años con Arcadio, me abrió los ojos al mundo, cuando yo todavía mantenía mis orejeras bien plantadas, pero él me las retiraba cada mañana, a golpe de versos tras el amanecer. Si algo tiene Arcadio es, su conversación atinada al caso, con ejemplos bien claros, y mensaje insobornable a la fantasía. Arcadio es preclaro, y tiene un sentido machadiano de la vida y del hombre, que el otro día leyéndolo, volvió a golpearme con mazazos de realidad, envueltos en poemas de cada día. En su artículo, lo advertí a bordo y ligero de equipaje, y no tuve más remedio que volver del más allá, para ponerme en el mas acá, próximo al andén que compartimos. Mientras lo leía, en mi mente sonaba Tosca, de Giacomo Puccini y vislumbraba el texto de, “Cuando La Mar Se Vuelve Fría”, pero tuve el valor suficiente, para sobrevivir al impacto de su premio García Lorca, por su inmortal, “A Nuestros Muertos”, y me vi entrevistándolo en la barra del restaurante Sevilla, ante la atenta mirada de mi entrañable, Juan Luís Álvarez. Éste poeta y escritor granatensis, curtido en las pensiones de Madrid, y nacido a la pluma en la Sevilla de Rinconete y Cortadillo, de Bécquer y Machado, ha sido el único granadino capaz de crear un nuevo, “Viento del Sur”. Ese es Arcadio Ortega, cuya sensibilidad le permite escribir una saeta en el aire, a paso de costalero, o las tribulaciones de un candidato que copa de brandy en mano, se pasa la noche desojando la margarita de ir en una lista. Ortega Muñoz es, capaz de convertirse en la lira de Omero, o en la acabá por seguiriyas de Manolito María. Abierto en canal desde Granada al mundo, es partidario del verso intimista declamado sólo para los amigos, de las cosas chiquitas de Lorca, o de los paraísos abiertos desde la casa de Los Mascarones. Inteligente, intuitivo, y avisado como los toros bravos en el cercado de la dehesa, sabe como nadie, cuando tiene que irse de los sitios, asignatura ésta en la que casi todos suspendemos. Su fino olfato de catador en sacristía, le preavisa, al igual que los animales en casa presagian y se anticipan al terremoto. Él tarda muy poco en coger el atillo y hacer mutis por el foro. Antes morir que estorbar: Es nuestro lema. Desembarazado del tiempo, sin ligaduras en la mente, con la lengua libre y el pecho abierto, Arcadio proclamó el otro día en su artículo, que el punto final o seguido, no le cogerá por sorpresa, que lo tiene asumido desde el mismo día en que fue consciente de haber nacido, y eso es un ejemplo de tal inteligencia, que asusta a los amigos. Sentado en un banco del Paseo del Salón, frente al kiosco de la música, observando el pasar de soldados, criadas y barquilleros, mientras la banda de música centenaria es dirigida por Montero, sonando en el aire la música de nuestro paisano Francisco Alonso, antes de tomar las de Villadiego, te espero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.
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