martes, 6 de febrero de 2018
RECOGIDAS
RECOGIDAS
Tito Ortiz. -
La estación del metro de Recogidas es una estación triste, oscura, con las paredes en negro y el suelo en gris. Algo muy propio de una ciudad indolente, resignada a su destino, que no es otro que el de soportar la ineptitud de sus representantes políticos, incapaces de sacarla del pozo en el que ellos mismos la han metido, ante nuestra indiferencia y depresión endógena. El andén de la estación del metropolitano en Recogidas, representa la tristeza de la clausura permanente en la que vive ésta ciudad, incapaz de revolverse ante su destino. Esta es una ciudad contradictoria, en la que todos disparamos contra todos, incapaces de llegar a un acuerdo de principios jerarquizados, sobre nuestras carencias y demandas a las instituciones. Somo meros espectadores impasibles, ante procesos históricos y erosionantes de nuestro futuro que pasan ante nuestras narices. La mítica, Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Granada, gracias a nuestros políticos de nóminas millonarias en su consejo de administración, ya es un recuerdo más de lo que fue y no ha podido ser, mientras las sucursales desaparecen de nuestros pueblos y hay que hacer todo un viaje para sacar dinero o pagar un recibo, que fue para lo que nacieron éstas entidades precisamente, para dar un servicio a los ciudadanos que los bancos no prestaban. En Granada, todo se desvirtúa y se corrompe. En la era de la alta tecnología, en nuestra ciudad no hay forma humana de encontrar un sistema – telemático o no – que acabe con la sinvergonzonería de la venta de entradas a la Alhambra, con lo negativo que tiene para nosotros esa imagen en el exterior. De la misma manera que metemos a fiscales en edificios sin rehabilitar, no movilizamos a las masas, para que la sentencia del caso Alhambra y otras, vean la luz, en un trámite que ya parece mal intencionado o siniestro, tan solo comparable con la instrucción de otros clamorosos, que duermen el sueño de los injustos. Somos tan contradictorios, que no teniendo ni un tren que echarnos a la estación en años transcurridos, somos capaces de pedir un AVE soterrado, cuando todavía echamos de menos el corto de Loja. Somos tan previsiblemente desganados, que aguardamos a protestar por los festejos de la toma, el día uno de enero, horas antes de que se vuelvan a producir, cuando ya un año más no tienen remedio. En junio, cercano el Corpus, volveremos ha hablar de la necesidad de un nuevo recinto ferial, de la reactivación de las conversaciones sobre el convenio de hostelería, alguien dirá que El Llano de La Perdiz, necesita una limpieza y mejor acceso, mientras Sierra Nevada se llena toda la temporada de visitantes, que cada vez son menos granadinos. Consentimos que el festival Internacional se presente antes en Madrid, que en la ciudad que lo vio nacer, soportando este ninguneo de artistillas e instituciones, que ignoran lo importante que un acontecimiento de estas características esté arropado por el paisanaje que lo quiere y lo respeta. Pero claro, mientras los componentes del su órgano rector tengan las entradas gratis y aseguradas para ellos y sus familiares, ¿Quién va a caer en estos pequeños detalles para con los ciudadanos? Para cuando Lenguas Modernas tenga un edificio adecuado a sus necesidades, y asegurada la integridad de alumnos y profesores, ya hablaremos de Lenguas Antiguas, sino Muertas. Cuando encontremos un empresario hostelero que ponga sus diez mesas autorizadas en la terraza, y no las convierta en cuarenta taponando la calle, comenzaremos a ser algo en el mundo. Cuando los grafiteros no mancillen nuestros muros milenarios, cuando los canallas no destrocen las bicicletas de alquiler. Que triste es la estación de Recogidas.
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