martes, 30 de abril de 2019

¿PARA QUÉ?

¿PARA QUÉ?

Tito Ortiz.-

Hace 48 horas que fuimos a votar – los que lo hicimos – y me pregunto descorazonado, si servirá de algo. La abstención, fruto de la desconfianza de los ciudadanos, hartos de promesas incumplidas, sigue siendo una cifra preocupantemente alta, y ese melón no se atreven a abrirlo los televisivos candidatos, que miran para otro lado. La noche del pasado domingo, comprobamos con asombro que habían ganado todos. Aquí en España nadie pierde las elecciones, nadie se va a su casa cuando fracasa en las urnas, es más, hay españoles que siguen votando sin pestañear, al partido más corrupto de la Unión Europea, con tres exministros en la cárcel y cincuenta causas en los juzgados. Así somos. Bichos dignos de un estudio profundo a nivel antropológico, y por qué no decirlo, psiquiátrico. En cualquier otro país del mundo la cosa se valoraría y se meditaría, pero aquí no. En España, se hace el recuento de los votos; con los ojos tapados se mira a ver con quién interesa gobernar, y hala, a la Moncloa, a ver como hundimos a los españoles en una nueva depresión que los haga optar, no ya por no ir a votar, como ha ocurrido en varios pueblos por primera vez en la democracia, sino por el suicidio colectivo, a la vista de la desesperanza instalada por intereses personales y partidistas, en quienes nos representan.

En las últimas semanas, la subida de los carburantes ha sido tan dramática, que camuflada otra vez en una operación de vacaciones – la semana santa -  ha esquilmado nuestros bolsillos desde el silencio cómplice de, un gobierno más enfrascado en su campaña electoral, que lo que le ocurra a los ciudadanos en su devenir diario. Estamos abandonados a nuestra suerte, al igual que los catalanes no independentistas, que sufren el desamparo de unas instituciones, más pendientes de poner lazos amarillos y quemar fotos del rey, que de cuidar a la ciudadanía. La parálisis del gobierno catalán, sí que debería ser estudiada de oficio por la fiscalía, y que rindieran cuentas ante el pueblo que con sus votos los han puesto ahí para que, resuelvan los problemas de la sociedad, y no para enfrentamientos partidistas, guerras de banderas o exiliados de lujo, que huyendo de la justicia, se pegan la vida padre con nuestro dinero. La política en España está dejando de ser algo serio, empezando por la consideración de mangantes y vividores, que de los políticos tiene la sociedad en general, con honrosas excepciones. Si esto sigue así, terminaremos como en Ucrania, donde el actor y cómico, Valodimir Zelenski, especialista en chotearse de los políticos en el cine y la televisión de su país, ha sido elegido presidente,  nada menos que con el 73% de los votos. Un porcentaje que en España, no ha conseguido jamás ningún candidato, cosa que habría que pensar el por qué. El voto de castigo, el voto del descontento, el voto del descreído y el voto de los antisistema, hace posible que personajes como este, o como Trump, lleguen a presidir un gobierno, que al salir, dejarán como un solar, si es que no nos llevan de la mano a una tercera guerra mundial. Los populismos tienen eso. En los debates televisados, los cuatro candidatos nos amenazaron con una nueva ley de educación. Será la décima de la democracia. Así no debe extrañarnos que seamos el país de Europa, con un mayor índice de fracaso escolar, por igual en todos los ciclos. Están acabando con nosotros y las urnas han hablado, pero no han hablado claro, fuerte y alto. Si nosotros no le damos la vuelta a esto, será peor para todos.

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