“LA TILLI”
Tito Ortiz.-
Aunque compartimos apellido, juro ante dios y ante los hombres que no la conozco de nada pero… la quiero. Es imposible no sucumbir a sus encantos, cuando uno conoce su trayectoria y ejemplo. El testimonio de su vida, el ejemplo a la sociedad y, la grandeza de su generosidad, hacen de Jacinta Ortiz, una mujer venerable, admirable y el referente imprescindible que debe llevar como estandarte todo ejemplo de solidaridad y superación personal.
“La Tilli” – como la llaman sus paisanos en Huétor Tájar – es una mujer octogenaria, dedicada a las labores del campo y la casa durante toda su vida, que enviudó apenas con treinta años, y que tuvo que sacar adelante a los suyos a base de deslomarse en la agricultura de sol a sol, haciendo las faenas de casa durante la noche, y aun así, sin saber leer ni escribir, dictaba sus historias para que fueran editadas con la doble tarea de no perder el acervo cultural de su comarca, regalándolas a sus paisanos. Con las fatiguitas de la muerte, logró sacar cinco hijos adelante, a los que relataba cuentos infantiles de historias de sus abuelos, casi olvidadas en el tiempo, pero que ella procuró que no se perdieran, dictándolas y asumiendo su edición para repartirlas a los niños de su pueblo. Jacinta Ortiz, “La Tilli” con su trabajo en el campo ha ido sumando arrugas a su cara, canas a su pelo, nietos a sus faldas y deseos de aprender, que por fin le han permitido entrar en la escuela para adultos, viendo y comprendiendo en letra impresa, lo que ella verbalizaba, para que no se perdiera. Son tantas sus ansias de aprender, que a veces los profesores la tienen que frenar, pero ella les dice que no puede ir más despacio, porque ha llegado muy tarde a la escuela, al tener que trabajar para mantener a la familia.
Pero su obsesión por aprender y divulgar no tiene límites, y Jacinta se ha puesto una vez más en el tajo, publicando nuevos cuentos infantiles, cuya edición ha costeado de su pírrica pensión, donando los ejemplares a los colegios, institutos y bibliotecas de Huétor Tájar, poniendo una vez más al alcance de sus vecinos, las historias y moralejas de ésta vecina ejemplar que, no contenta con su testimonio humano de superación, ilustre ejemplo para las generaciones venideras y sus contemporáneos, siembra en el campo de la educación y la cultura, los valores antropológicos de una comarca, que vivirá eternamente en deuda con Jacinta, “La Tilli”, que analfabeta, hartica de trabajar en el campo como cualquier hombre, no solo se encaró con la vida cuando le vinieron mal dadas, sino que, sin descuidar a la familia, quitándoselo del sueño y de la boca, ha tenido la impagable generosidad, de regalar a sus paisanos, la tradición oral de sus montes y sus campos, de su vida entregada a los suyos y a los demás, de aquellas historias que le contaban sus abuelos y ella no ha consentido que se pierdan. ¿Es, o no es, para quererla?
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