COMO HEMOS CAMBIADO
Tito Ortiz.-
Atrás quedaron los tiempos en los que mi padre, tuvo que acompañar a mi madre al banco, para autorizarla y que pudiera abrirse una cuenta corriente, porque las mujeres no tenían esa libertad. Entonces los bancos y las cajas fueron cambiando para captar clientas. Había botones que les abrían la puerta para entrar, como aquel chico de La General, que entró a trabajar a la caja con catorce años, y terminó siendo uno de sus últimos directores generales. Y premiaban su fidelidad con toda clase de obsequios. Por domiciliar la nómina, te llevabas a casa un juego de sartenes de última generación, en las que no se pegaba la comida. Por un ingreso mínimo extra, te regalaban una olla exprés, un juego de toallas portuguesas, o la enciclopedia Larousse con todos sus tomos y varios apéndices. Eran los tiempos en los que el director, esperaba a los clientes en el patio de operaciones, solo para darles la mano, desearles un buen día y agradecerles su fidelidad.
Cuando se implantó la declaración de la renta, tú no tenías que preocuparte de nada, porque el banco te ponía a disposición a uno de sus trabajadores para hacértela a coste cero. Por Navidad reglaban botellas de sidra y al ingresar la paga extra, podías llevarte incluso una bicicleta para los niños como regalo de reyes. En fin, que entrabas a tu banco o caja entonces, con una sonrisa porque sabías que te trataban bien y eras atendido personalmente, si la cuenta era importante, por el mismísimo director que se sabía de memoria tu nombre, dos apellidos, el de tu esposa y el de tus hijos, llevaba además de tú cuenta, la de tus achaques de salud, tu última visita al médico y los cambios de medicación.
Pero hoy los tiempos han cambiado. No conoces al director por muchas veces que vayas a la urbana que te corresponde. Nadie te abre la puerta, y tampoco te atienden personalmente. En definitiva, tú banco o caja no quiere verte aparecer por allí. Los regalos han desaparecido con la atención personalizada. Los bancos han ido abandonando los pueblos, después han retirado los cajeros automáticos y no quieren saber nada de cómo es tu cara, a pesar de que incluso con la pandemia, cada día podemos leer en Ideal, los miles de millones que han obtenido de beneficio y los dividendos a repartir. Por no ir más lejos, Unicaja confesaba en estas páginas el pasado viernes, que han ganado 137 millones, que la entidad supera los 115.500 millones de euros en activos, y que han alcanzado una cuota del 9% en hipotecas en el territorio nacional. Todo esto sería estupendo, si no supiéramos, que han redoblado las comisiones a sus clientes, las han implantado a los que no tenían, que prosiguen con su plan de cerrar oficinas, y de reducir su plantilla, gracias a la fusión con Liberbank. Un panorama que deja ver a las claras, que la rebelión de los jubilados a nivel nacional, en contra del trato deleznable que se les está dando en sus entidades de siempre, está más que justificado, y que este asunto requiere una respuesta gubernamental, sin más dilación.
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